Para todo hay videos en YouTube
historias y anti-historias
de amor
pero hasta los policías se enamoran
y vuelan por el aire, encima
de los crímenes de la ciudad,
en sus helicópteros
sin combustible.
Alguien interrumpe la reproducción
con videos provida
pero tú estás empecinado en grabar
tu canción que a todos nos da cringe.
Una vez vi un tutorial para destapar
la tina de baño, el lavabo lleno
de tu linda cabellera
de caballo blanco en el que volabas
antes de peinarte.
Una niña juega futbol mejor que tú
y que yo y lo demás también,
una japonesa toca el violín
y 10 regiomontanos musicalizan
sus poemas con ska japonés.
Todo está en YouTube, todo está
en darle play y él hace el resto,
incluso hay comerciales que duran menos
que los de la tv
cuando veías tv y te alcanzaba el tiempo
para ir al baño, recoger el gansito
del congelador,
pelar una naranja y ponerle chile.
Ya no hay tiempo para eso, hay que ver
sin parar otro video y otro y
otro tutorial para cortarse el pelo
para hacer una bomba,
para no hacer la revolución,
para saber cómo es la cirugía
que convierte un pene en una vagina
(pero nunca viceversa)
para aprender otro idioma
para olvidar que tenemos memoria
o sueños
“porque las pesadillas necesitan espacio”
en la nube,
pesadillas infantiles donde adultos
juegan con juguetes que no
les pudieron comprar sus papis.
En YouTube habitan personas
con tu mismo nombre
pero con vida televisable
y muertos que amaron más que tú,
un reggaetón con más likes
que tus poemas leídos
por tu esposa, porque tu amante
hace su propio canal de covers de Bad Bunny.
Se ha estado acabando el mundo
y
lo que más extrañamos
no son cosas materiales
sino las pulsiones eléctricas
ya cosificadas.
Incluso un cuerpo
dentro de otro cuerpo
dentro de
YouTube.