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Autobiografía de mi madre: relato magistral


     Autobiografía de mi madre es magistral. Quería repetirme el plato de Jamaica Kincaid (1949, Antigua y Barbuda). Lo único que había leído de ella había sido Mi hermano cuando cursaba el Magíster en literatura comparada. Hoy sigo recordando la precariedad y la desesperanza que atravesó la familia de la autora frente a la enfermedad de su hermano.  Lo compré en Buenos Aires y tuve que adquirir una maleta extra para traer mis tesoros librescos (no estoy preparada para confesar cuántos, pero más de treinta).  Así viajó a Santiago esta novela publicada en inglés en 1995 y que yo compré bajo el sello Ediciones La parte maldita.

     Antes de continuar quiero aclarar algo. Esta no es una crítica literaria del tipo académico, sino de alguien que a momentos es escritora, en otras conduce un podcast y siempre lectora. ¿Qué entendemos por autobiografía? Bajo un prisma ortodoxo sería un relato que cubre la historia de vida de un ser humano. Para que se cumpla con este género narrativo es menester que coincida el nombre del protagonista con la del autor. Pero no sucede así en Autobiografía de mi madre. La protagonista es la hija y la autora, es Jamaica Kincaid, por ende, el título es un artificio poético. Está contada en una primera persona y Xuela a sus setenta años recuerda su vida a partir de un hecho: la muerte de la madre cuando ella nació: «Mi madre murió en el momento en que yo nací».   Por ende, se recuerda un imposible, el nacimiento. Xuela vive en la isla de Dominica, territorio colonizado por franceses y luego por británicos.  El relato se centra en las posibilidades inconclusas, la biografía es la autobiografía de la hija que no conoció a su madre y especula sobre la misma. Podríamos establecer que este texto es una elegía a la madre muerta.

     Narrado en una primera persona próximo a la voz de conciencia, sin diálogos y en un tono cercano a la oralidad absoluta, los elementos estilísticos trasladan al lector una y otra vez a la precariedad: «Dijo tantas veces la palabra “amor” que eso se convirtió en una señal para que mi corazón de siete años y mi cabeza de siete años supiera que esa cosa no existía». (26).  Y a momentos solo hay poesía: «La lluvia caía y nosotras ya no la oíamos, oíamos solo su ausencia».

     Jamaica Kincaid nos adentra en un territorio definido por las alteridades y la no pertenencia. Xuela es de raza negra, pobre, huérfana y ciudadana de un pequeño país tercermundista. Ella se convierte en una minoría dentro de una minoría. El padre de Xuela representa otra alteridad al ser hijo de un escocés y una africana. Su figura es central no solo por la relevancia que tiene en la vida de su hija sino por los polos positivos y negativos que representa. Positivo porque está presente en el plano físico y negativo, porque encarna la maldad tanto como carcelero, abusador y padre ausente. Representa lo más bajo en la cadena de la pobreza y el colonialismo.

     El idioma patois es otro elemento alterno, no es francés y ni inglés, un idioma que solo los locales comprenden y los colonizadores, desconocerán. «Los caribeños habían sido derrotados y después exterminados, arrancados como los yuyos de un jardín; los africanos habían sido derrotados, pero habían sobrevivido». Luego, en la adultez, Xuela decide no tener hijos y con ello, rompe definitivamente con el legado de generaciones que han sufrido el abandono y abuso, uno que conoció en la adolescencia y será la antesala de otros, tanto a nivel psicológico como físico. «Yo formaba parte de una procesión de tristeza, que se alejaba de mi vida interior».

     Hasta que Xuela, rompe con su madre.

 

 

 

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