Un espeluznante tiroteo cometido en un centro comercial de Texas el sábado 6 de mayo destacó una vez más las consecuencias letales que sufre la sociedad norteamericana por la facilidad de adquirir armas de fuego.
También una vez más, la matanza ejecutada en el centro comercial Allen Premium Outlets de la ciudad tejana de Allen fue llevada a cabo con un fusil AR-15, un arma de estilo militar que se ha usado con mortífera frecuencia en los tiroteos masivos.
La masacre cometida por un neonazi de origen hispano en el centro comercial dejó un triste resultado de ocho personas muertas y siete heridos. Entre los que perdieron la vida estaban un matrimonio originario de Corea y su hijo de tres años, dos hermanas hispanas que estaban en el cuarto grado de la escuela primaria y una joven ingeniera nacida en la India.
También fue asesinado el guardia de seguridad Christian LaCour, de 23 años, que estaba ayudando a la gente a ponerse a salvo cuando fue herido mortalmente.
Cuatro minutos después del inicio del tiroteo, un policía que se encontraba cerca, en una misión no relacionada con el espantoso incidente, enfrentó al asesino y le dio muerte, salvando de esa manera muchas vidas.
El agresor, Mauricio García, un hombre de 33 años, publicaba con frecuencia en Internet comentarios misóginos y de apoyo al supremacismo blanco. Decía que los tiroteos masivos eran un deporte, y exhibía sus tatuajes con símbolos nazis. Visitó el centro comercial de Allen varias semanas antes de cometer la masacre, y adquirió ocho armas de fuego, entre ellas el AR-15 con el que disparó contra sus víctimas.
En Estados Unidos, la facilidad con que cualquiera —incluso una persona desequilibrada o amenazante— puede adquirir fusiles o pistolas está directamente relacionada con la cantidad aterradora de tiroteos masivos, un promedio de uno a la semana en lo que va de este año. La cifra de esos tiroteos —definidos como aquellos en los que cuatro o más personas mueren o resultan heridas— supera con creces la de cualquier otro país desarrollado.
Aunque más del 60 por ciento de los estadounidenses está a favor de controles más estrictos de las armas de fuego, las medidas gubernamentales que se han tomado son muy débiles y no resuelven el problema, mientras la Asociación Nacional del Rifle, la organización de propaganda del sector de las armas, ejerce una influencia enorme en todos los niveles de gobierno.
Al mismo tiempo, los prejuicios contra los extranjeros y el discurso irresponsable de muchos políticos contra los inmigrantes, en especial los que llegan de América Latina a través de estados fronterizos como Texas, echan más leña al fuego de la violencia.
Un ejemplo de esta crispación social es el reciente atropello mortal de inmigrantes, la mayoría venezolanos, en la ciudad de Brownsville, en Texas, el pasado 7 de mayo. Un sujeto con antecedentes criminales, George Álvarez, se saltó un semáforo en rojo y atropelló con su camioneta a 18 personas que esperaban el autobús cerca de un refugio para inmigrantes. Dejó ocho muertos y 10 heridos.
Según varios testigos, Álvarez insultó a los inmigrantes y los acusó de “invadir” a Estados Unidos. Fue arrestado bajo el cargo de homicidio por imprudencia, aunque no se descartó que su acción fuera intencional.
La proliferación de armas de fuego en Estados Unidos, y los ataques a la inmigración por parte de racistas y xenófobos, y también de políticos en busca de réditos electorales, son detonantes de una violencia criminal a la que el gobierno y la sociedad deben poner fin. Cuanto antes.
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