Native Son (2019) es el primer largometraje del novel director Rashid Johnson; a quien conocíamos más por su trabajo en el campo del arte conceptual. Rashid había mostrado ya parte de su material como artista visual en la exposición We are here del 50º Aniversario del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, dentro de una muestra colectiva en la que presentó una pieza (Glass Jaw) homenaje al interprete de jazz Charles Mingus; obra que incluía materiales como el azulejo, espejos, jabón negro, cerámica, manteca, conchas de ostras, pintura y portadas de discos de acetato.
El arte de Rashid Johnson se define como una reconceptualización del mundo afroamericano y se refleja con mayor fuerza en la nueva producción de HBO Films, una relectura del libro Native Son: la biografía de un joven americano (1941) del escritor e hijo pródigo del Misisipi Richard Wright. Novela en la que un adolescente desenfadado coquetea con el poder y el capitalismo, luego de ser contratado como chofer de una familia adinerada.
“Voy a ser alguien. Tengo cosas en mi vida. Haré mi movida cuando yo decida hacerla. No puedo reaccionar ante cualquier cosa. Eso sería estúpido. Yo no soy estúpido”. Manifiesta Bigger Thomas (precedente afro de Holden Caulfield) en Temor, el prefacio con el que rompe Native Son, capítulo o secuencia que trota a ritmo de los Bad Brains, y en la que se desencadena una auténtica tragedia shakesperiana. El momento en que se quiebran los platos de efecto en una batería destartalada por el marginal uso.
En la adaptación de Rashid Johnson hay de todo: ratas domésticas gigantes, inconmensurable basura amontonada sobre las calles del South Side de Chicago, oscuridad, podredumbre, sumisión, ruido, pobreza, ascensión desordenada, desconfianza, oscuridad (de nuevo) y otra vez más, mucho ruido, considerable música punk y cabellos verdes, estéticas anómalas que repelerían al más rudo. Demasiada jodidez.
Bigger Thomas es sacado con pinzas de la pobreza nihilista en la que estaba instalado. Es contratado como chofer por un burgués (engañosamente filántropo) que le ofrece mil dólares por semana. Una oferta que no puede rechazar, y mucho menos, bajo las afrentas de su círculo afectivo más cercano, las sentencias dadás de “ser alguien en la vida”. Acepta. La hija del patrón se le enamora. Mucho coqueteo. Buena onda. Cachondeo inesperado al final de la fiesta, al final de la ciudad, al final de la noche, al final de la vida. Bigger, al tratar de mantener su puesto y posición social, comete un asesinato. Tratará de quemar la evidencia en la hoguera del miedo.
Native Son no es una película honorable, decente, moral; sino más bien, un ensayo sobre la inserción social y racial; un estudio acerca de la “mejora real en la comunidad”. ¿Cómo formar parte de un todo cuando todo está dentro de ti? En la novela, Richard Wright muestra los conflictos raciales que persisten hasta nuestros tiempos, reflexiona sobre la discriminación, el entendimiento incompleto y fragmentario a partir de la praxis y el punto de partida del conocimiento humano. Hay poco que podamos hacer para escapar. Estamos atrapados. Inmovilizados, como prisioneros de un sueño americano prefabricado. Un sueño que nos obliga a ser diferentes a lo que somos: animales renegando de las cosas más obvias.