Search
Close this search box.

Adelanto de la novela Sino peripatético de Daniel Campos Badilla

“Fragmentos de un sueño brooklynense”

24 de diciembre, 2015

     Me bajo del tren F en mi estación elevada del metro, Ditmas Avenue, y desciendo a la avenida junto con la gente alegre que se prepara para las celebraciones de Noche Buena. Paso de largo el mercadito yemení de la esquina y en el portal del edificio de apartamentos contiguo al mercado escucho el fragmento de una conversación. Un hombre joven le dice, voseando con acento centroamericano, quizá salvadoreño, al otro que fuma:

     —O te comprás un terrenito en tu país y te hacés tu casita.

     Sin detenerme, miro al tipo que escucha y fuma: pelo negro tupido y lacio, piel canela, bigote negro ralo, ojos rasgados y oscuros, arrugas alrededor de los ojos y en la frente que sugieren que tiene cuarenta años. Me ve mirarlo y me sonríe. Lo saludo inclinando mi cabeza mientras continúo mi camino y pienso si la esperanza que vi en sus ojos es algo más que una ilusión: el sueño de regresar a su país.

     Intento imaginar las causas que lo llevaron a emigrar. ¿El deseo de dar sustento a su esposa Sara e hija Lucía? ¿La enfermedad de su madre, doña Carmen, y la necesidad de financiar su tratamiento? ¿La invitación de su primo José para trabajar en construcción en Brooklyn, compartir gastos y ahorrar? ¿Huir de los mareros que lo asediaban en su pequeña panadería de barrio? ¿El deseo de trabajar de día y estudiar administración de negocios de noche? Pienso en las causas de mi propia emigración, hace veinticinco años: la oportunidad de estudiar con una beca en Arkansas, el impulso de mi familia, el asesinato de Mónica en San José, mi confusión y tristeza posteriores en una ciudad que me parecía vacía sin ella, el deseo de escapar del dolor y aventurarme en nuevos lugares.

     Intento imaginar también los propósitos del hombre salvadoreño si regresara a su país: ¿Compartir vivencias y placeres cotidianos con Sara y Lucía? ¿Cuidar personalmente de doña Carmen? ¿Comprar un terreno en San Miguel con sus ahorros y cultivarlo? ¿Emprender su propio negocio en San Salvador? Y pienso en mis propósitos, ahora que estoy a punto de regresar a San José después de tantos años. Algunos son claros: escribir en mi nuevo apartamento josefino el libro para el cual mi universidad brooklynense me ha otorgado una beca, ayudar a mi mamá y hermanas a cuidar de la salud quebrantada de mi papá, redescubrir mi ciudad, San José, y buscar a mis viejos amigos.

     Otros propósitos son más vagos, incluso confusos: ¿Encontrar opciones académicas en universidades costarricenses? ¿Crear mis propias oportunidades? ¿Resolver la soledad y el extrañamiento que siento cada vez que visito San José? ¿Buscar nuevos amigos? ¿Curarme del desamor ibérico que viví con la Flaca? ¿Regresar a casa y concluir “mi” Odisea? ¿Enraizarme? ¿Pasar por el istmo como puente hacia una vida en Suramérica, donde quizá encuentre el desenlace de “mi” Eneida? ¿Encontrar mi lugar en el mundo?

     De momento, mi plan está hecho de muchos pedacitos como el fragmento de sueño que escuché esbozar a los dos hombres que conversaban: comprar su terrenito y construir su casita. No sé ni siquiera cuáles pedazos forman parte de un plan claro y factible y cuáles son imágenes vagas de un sueño nostálgico, cargado de morriñas y saudades de emigrante. Cuando regrese a Costa Rica en pocos días empezaré a descubrirlo.

 

[Primer capítulo de Sino Peripatético: Un despertar americano (Nueva York: Sudaquia Editores, 2023)].

24 de diciembre, 2015

Me bajo del tren F en mi estación elevada del metro, Ditmas Avenue, y desciendo a la avenida junto con la gente alegre que se prepara para las celebraciones de Noche Buena. Paso de largo el mercadito yemení de la esquina y en el portal del edificio de apartamentos contiguo al mercado escucho el fragmento de una conversación. Un hombre joven le dice, voseando con acento centroamericano, quizá salvadoreño, al otro que fuma:

—O te comprás un terrenito en tu país y te hacés tu casita.

Sin detenerme, miro al tipo que escucha y fuma: pelo negro tupido y lacio, piel canela, bigote negro ralo, ojos rasgados y oscuros, arrugas alrededor de los ojos y en la frente que sugieren que tiene cuarenta años. Me ve mirarlo y me sonríe. Lo saludo inclinando mi cabeza mientras continúo mi camino y pienso si la esperanza que vi en sus ojos es algo más que una ilusión: el sueño de regresar a su país.

Intento imaginar las causas que lo llevaron a emigrar. ¿El deseo de dar sustento a su esposa Sara e hija Lucía? ¿La enfermedad de su madre, doña Carmen, y la necesidad de financiar su tratamiento? ¿La invitación de su primo José para trabajar en construcción en Brooklyn, compartir gastos y ahorrar? ¿Huir de los mareros que lo asediaban en su pequeña panadería de barrio? ¿El deseo de trabajar de día y estudiar administración de negocios de noche? Pienso en las causas de mi propia emigración, hace veinticinco años: la oportunidad de estudiar con una beca en Arkansas, el impulso de mi familia, el asesinato de Mónica en San José, mi confusión y tristeza posteriores en una ciudad que me parecía vacía sin ella, el deseo de escapar del dolor y aventurarme en nuevos lugares.

Intento imaginar también los propósitos del hombre salvadoreño si regresara a su país: ¿Compartir vivencias y placeres cotidianos con Sara y Lucía? ¿Cuidar personalmente de doña Carmen? ¿Comprar un terreno en San Miguel con sus ahorros y cultivarlo? ¿Emprender su propio negocio en San Salvador? Y pienso en mis propósitos, ahora que estoy a punto de regresar a San José después de tantos años. Algunos son claros: escribir en mi nuevo apartamento josefino el libro para el cual mi universidad brooklynense me ha otorgado una beca, ayudar a mi mamá y hermanas a cuidar de la salud quebrantada de mi papá, redescubrir mi ciudad, San José, y buscar a mis viejos amigos.

Otros propósitos son más vagos, incluso confusos: ¿Encontrar opciones académicas en universidades costarricenses? ¿Crear mis propias oportunidades? ¿Resolver la soledad y el extrañamiento que siento cada vez que visito San José? ¿Buscar nuevos amigos? ¿Curarme del desamor ibérico que viví con la Flaca? ¿Regresar a casa y concluir “mi” Odisea? ¿Enraizarme? ¿Pasar por el istmo como puente hacia una vida en Suramérica, donde quizá encuentre el desenlace de “mi” Eneida? ¿Encontrar mi lugar en el mundo?

De momento, mi plan está hecho de muchos pedacitos como el fragmento de sueño que escuché esbozar a los dos hombres que conversaban: comprar su terrenito y construir su casita. No sé ni siquiera cuáles pedazos forman parte de un plan claro y factible y cuáles son imágenes vagas de un sueño nostálgico, cargado de morriñas y saudades de emigrante. Cuando regrese a Costa Rica en pocos días empezaré a descubrirlo.

 

[Primer capítulo de Sino Peripatético: Un despertar americano (Nueva York: Sudaquia Editores, 2023)].

Relacionadas

Suburbano Ediciones Contacto

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
WhatsApp
Reddit