Cartas, memoria y desarraigo: una conversación con Mariana Graciano

En esta entrevista, la escritora Mariana Graciano, autora argentina radicada en Nueva York, comparte las raíces íntimas y emocionales de su libro O ar, una obra que entrelaza memoria, duelo, maternidad y migración. Estructurado en forma de cartas, el texto se convierte en un puente entre generaciones de mujeres unidas por el desarraigo y la palabra escrita. Graciano explora cómo la distancia física y afectiva puede transformarse en un territorio fértil para la creación literaria, y cómo la escritura, más que un acto de expresión, puede ser una forma de resistencia, amor y reconstrucción de la identidad.

¿Qué te llevó a estructurar este libro en forma de carta dirigida a una hija?

La estructura epistolar —como un entramado de cartas— se dio naturalmente a partir de la distancia física con Argentina (vivo en Estados Unidos hace quince años) y también de la distancia que experimentó mi abuela en Rosario con Galicia. En mi familia hay toda una cadena de desarraigos, y las cartas fueron desde siempre la manera de mantener esa conexión.

Mi abuela le escribía cartas a su familia en Galicia con noticias de Rosario porque su mamá no sabía leer ni escribir. Así, desde chica, mi abuela Candela se convirtió no solo en canal de comunicación entre familiares a ambos lados del Atlántico, sino también en guardiana de la memoria.

Cuando yo me vine a Nueva York, además de hablar por teléfono y por Skype, empezamos a escribirnos. Le fui pidiendo que me contara por escrito ciertos episodios de su infancia o de la de mi papá, como una forma de generar un archivo familiar. Esa necesidad surgió con la maternidad y la orfandad.

La figura de la abuela tiene un rol fundamental en la narración. ¿Cómo trabajaste esa voz para integrarla a la historia de manera tan viva y cercana?

Me encanta que me preguntes sobre la voz de mi abuela porque es algo que me interesa y valoro muchísimo. Me atraen los cruces entre oralidad y escritura, y ambas formas de comunicación estuvieron presentes en el proceso de creación del libro.

Como te decía antes, el intercambio con mi abuela fue tanto escrito como oral. Tengo grabadas varias conversaciones con ella por Skype. Además del material que me escribió, fui desgrabando esas charlas e incorporándolas a sus textos para completarlos. Me parecía importante respetar tanto lo que escribía como su manera de hablar. Quería que el texto sonara como ella, que se pudiera escuchar su voz y distinguirla de la mía. Por eso respeté al máximo sus repeticiones, sus frases y sus digresiones naturales. Lo que hice fue más bien ordenar su relato para que se pudiera leer cronológicamente.

El libro toca temas como la maternidad, el duelo, la migración y la memoria. ¿Cómo lograste entrelazarlos sin que uno opacara a los demás?

Creo que esos temas se presentaron —y se siguen presentando— juntos en mi experiencia vital. La maternidad llegó solapada con la orfandad y el duelo por la muerte de mi papá. Eso me llevó a reconectarme con la memoria de mi abuela y con su experiencia de desarraigo, bilingüismo y migración.

En ese proceso de indagación interna encontré muchos puntos en común entre mi vida y la de mi abuela, y también con la de mi bisabuela Isolina, a quien no conocí personalmente pero siento que conocí un poco más a través del relato y del recuerdo de mi abuela.

¿Qué papel tuvo el uso de documentos personales como cartas o recuerdos familiares en el desarrollo del relato?

Incorporé el archivo familiar —cartas, fotos y canciones— porque forman parte fundamental del relato. Fue a través de esos elementos que mi abuela me narró su infancia y la de mi papá. La foto o la carta funcionaban como puerta de entrada, como disparador de la memoria y del relato.

A su vez, yo, desde mi presente, me apoyo en esos mismos elementos —huellas, índices de un pasado común— para continuar ese relato hacia mis hijes.

La narradora tiene una voz muy íntima y reflexiva. ¿Cómo diferencias, si es que lo haces, a esa voz narrativa de tu propia voz como autora?

No sé si puedo separarlas. Justamente porque se trata de un texto autobiográfico de no ficción, el límite entre una y otra es muy borroso. Sí puedo decir que me ayudó mucho, y de hecho fue un motor narrativo, tener a mi hija como interlocutora.

Mi abuela me escribe a mí, y yo le escribo a mi hija. Mi hijo Camilo al menos llegó a conocer a su abuelo; pero cuando nació mi hija, mi papá había fallecido hacía un año. De esa desesperación, de esa bronca por no haber podido abrazarse y conocerse, surgió la necesidad de la escritura como puente entre ellos.

Es un relato íntimo porque le hablo a mi hija sobre su abuelo. De hecho, el primer borrador de este libro era una carta para ella. Luego fue creciendo y transformándose en algo más cercano a una novela, pero O ar nació de ese momento íntimo entre mi hija y yo, entre mi abuela y yo, sumado al duelo.
Creo que pude atravesar el duelo apoyándome en la escritura. La escritura fue un canal para traer a mi viejo de vuelta a la vida, en la recreación de esos recuerdos.

¿Cómo influye la experiencia migratoria en la construcción de la identidad de la narradora y en su manera de contar la historia? ¿Consideras que el desarraigo o el cambio constante de lugar transforma también la forma en que se recuerda, se escribe y se hereda?

Sí. No sé si será así para toda persona migrante que escribe, pero para mí sí: la experiencia migratoria cambió totalmente mi manera de escribir —no solo en este libro, sino en todo lo que escribo.

Me dio una distancia con la lengua de origen, con la lengua materna; una perspectiva que me permitió observar las distintas maneras de decir, de nombrar, de escribir. Estar en Estados Unidos me hizo más consciente de cómo suena mi castellano rioplatense en comparación con las otras variedades del español presentes en Nueva York.

A su vez, escribir en español desde un país en el que la lengua oficial es el inglés también te sitúa en un lugar marginal o “minorizado”, en relación con quién tiene el poder de contar, cuál es la historia oficial y cuál la no oficial. En ese sentido, creo que escribir y publicar en español en Estados Unidos es una forma de resistencia.

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