Nombrar el cuerpo: conversación sobre memoria, lenguaje y liberación

Fotografía de Paco Herrera

En esta entrevista nos adentramos en Nombrar el cuerpo, un libro que atraviesa géneros, fronteras y experiencias con una voz profundamente personal y colectiva a la vez. La autora, María Mínguez Arias, nos invita a recorrer un mapa lingüístico y emocional donde el cuerpo —femenino, queer, migrante y materno— se convierte en territorio de resistencia, reconstrucción e identidad. A través del humor, la memoria y la hibridez literaria, su obra abre un diálogo con una tradición feminista que va desde Audre Lorde hasta Our Bodies, Ourselves, y plantea nuevas conversaciones para las generaciones futuras.

En el libro escribes que “lo que no se nombra, no existe”. ¿Hubo palabras que te costó mucho encontrar para poder escribir este cuerpo tuyo en la página?

Sí, de hecho tuve que crear un glosario de la experiencia femenina y queer del cuerpo sobre el que construir este libro. O más bien, reconstruir. Porque Nombrar el cuerpo, aunque empieza como un texto de reconocimiento a este cuerpo que me había sostenido durante casi cincuenta años, pronto se convierte en un mapeo lingüístico, memorístico, somático y hasta psíquico de ese recorrido; en la reconstrucción de una identidad que por ser femenina y queer tuvo muchas experiencias robadas porque no teníamos ni la perspectiva ni el lenguaje para reivindicar nuestra propia existencia. Las cincuenta palabras de ese glosario se convierten en “etiquetas” o “hashtags” que actúan como disparadores de la memoria y, por lo tanto, de la escritura.

Tu obra entrelaza ensayo, memoria, poesía y hasta crónica. ¿Cómo descubriste que esa hibridez era la forma más fiel de contar tu experiencia corporal?

Yo venía de escribir Patricia sigue aquí, una novela en el sentido más clásico del género literario (aunque el tema y la trama fueran de lo más singular), y me enfrenté a este nuevo libro con unas ganas tremendas de romper las ataduras de los géneros literarios (todo muy queer, ahora que lo pienso). Por lo tanto, cuando empiezo a escribir Nombrar el cuerpo yo ya sé que lo que quiero que defina este libro es el cuerpo y no ningún género literario. A partir de ese momento lo único que tengo que hacer es ponerle el oído al cuerpo y escucharlo; dejar que los diferentes “hashtags” disparen la memoria y a partir de ahí, que sea la propia experiencia del cuerpo y la historia que quiero contar las que encuentren el formato escrito a través del cual expresarse.

Hablas del cuerpo doliente, del cuerpo queer, del cuerpo migrante y del cuerpo materno. ¿Cuál de estas identidades crees que ha sido más difícil de habitar y cuál más liberadora?

Sinceramente, todas ellas han tenido sus momentos y fases complicadas, difíciles y hasta traumáticas. Yo creo que para liberarse primero hay que experimentar ataduras, y todos esos cuerpos que nombras: el queer, el migrante, el que materna, han sufrido sus propias ataduras. Liberarme de ellas es lo que ha marcado mi crecimiento personal y el de mi mundo, mi comunidad, mi familia. Todo cuerpo está sujeto a ataduras. Cuánto más interseccional es ese cuerpo, es decir, cuántas más identidades sociales contiene, más ataduras sufre. La experiencia liberadora es mucho más gratificante para el cuerpo interseccional porque el sometimiento y los obstáculos que tiene que superar para alcanzar la liberación también son mucho más grandes.

El humor aparece incluso en pasajes de vulnerabilidad y dolor. ¿Qué papel juega la risa en tu manera de resistir y de narrar?

El humor jugó un papel fundamental en mi vida familiar en España. El humor, la ironía, el sarcasmo y sobre todo la risa incontenible que acaba en lágrimas, definieron y siguen definiendo muchos de nuestros grandes momentos familiares. Ahora, con mi propia vida familiar en Estados Unidos, sigo dejando que la risa me sostenga. La aparición del humor en mis textos era, por lo tanto, inevitable. El humor nos humaniza y nos desdramatiza, como quien dice. Le quita esa pátina gloriosa al dolor. No creo en la glorificación del dolor o de la superación del dolor. Creo que al dolor hay que llegar con humildad, y el humor es un recurso más en el que apoyarse, un recurso que nos ayuda a transitar y a digerir los momentos más difíciles de la experiencia humana.

Nombrar el cuerpo se inscribe en una tradición feminista que va de Audre Lorde a Our Bodies, Ourselves. ¿Qué nuevas conversaciones sueñas que tu libro pueda abrir para futuras generaciones de mujeres y disidencias?

Sueño con que la persona que lea este libro se sienta empoderada para acercarse a su propio cuerpo con una nueva mirada, con un nuevo lenguaje que le permita reencontrarse con ese magnífico ente que le ha sostenido durante los años y resignificar su propia identidad.

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