La novela New Ámsterdam, escrita por Leonardo Caparrós, es una exploración brutalmente honesta y literariamente cuidada sobre el deterioro físico, la muerte anticipada y los silencios que arrastramos durante la vida. A través de Germán Torreblanca —un hombre diagnosticado con distrofia muscular de Becker—, la historia se sumerge en los dilemas éticos, emocionales y sociales que surgen cuando el final es una certeza.
Conversamos con el autor sobre los pilares conceptuales y narrativos de su obra: la elección del lugar, la estructura coral, el rol del silencio y la identidad sexual como frontera entre lo íntimo y lo social. Estas fueron sus respuestas.
¿Qué te motivó a contar una historia tan íntima sobre la enfermedad y la muerte a través de un personaje como Germán Torreblanca?
La muerte como destino atormenta a millones de personas, pero son pocas las que tienen el dudoso privilegio de verla llegar, de sentir poco a poco cómo se va perdiendo la batalla por vivir. Esta especie de purgatorio terrenal que es saber que te vas a morir, me pareció un terreno fértil para desarrollar a un personaje egoísta y hasta cierto punto hedonista, para acompañarlo mientras se descompone y es consciente de ello. Este proceso, además, no se ancla en una moral culposa o cuestionamientos monacales, y esto enriquece bastante las decisiones que Germán va tomando.
¿Por qué elegiste Guyana y Fort Nassau como el destino final de Germán?
Primero porque he vivido Guyana, conozco el país, conozco New Ámsterdam, y eso me facilitó mucho las cosas para las descripciones y la ambientación. En segundo lugar, porque necesitaba una locación que pudiera justificar, en un mundo tan conectado, la necesidad de recurrir a la correspondencia epistolar. Luego, Guyana se convirtió —a medida que avanzaba la novela— en un espacio riquísimo para explorar la condición humana y las decisiones que los personajes principales iban tomando.
¿Cómo surgió la idea de narrar la historia desde distintas voces?
Eso se fue construyendo. Al inicio, la novela la pensé con un narrador omnisciente que tuviera acceso a todos y a todo, y un narrador epistolar, pues las cartas que vienen del futuro son una herramienta indispensable para sostener la tensión de final. Sin embargo, casi por la mitad de la novela, Fiorella —la mejor amiga de Germán— fue adquiriendo un protagonismo que no tenía previsto. Sus intervenciones, sus problemas, sus necesidades, se volvían relevantes para todos y exigían su propia historia. En ese momento decidí que Fiorella era demasiado potente para no tener voz propia, y reescribí una parte de la novela para darle esa voz.
¿Qué significa el silencio —literal y simbólicamente— en la evolución emocional de Germán?
Germán ha vivido siempre en silencio. No conoce otra forma de enfrentar sus problemas y sus angustias. De alguna manera, el silencio ha sido su espacio seguro, y quizás uno de los efectos más interesantes de saber que va a morir es haber tenido que romper en algunos momentos esos silencios y transmitir lo que pasa por sus venas y su cabeza. Sin el silencio, Germán no hubiera podido sobrevivir, pero al saber que se moría, ese mismo silencio cómplice se vuelve contra él.
¿Qué papel juega la identidad sexual de Germán en su manera de enfrentar la muerte?
La identidad sexual de Germán es crucial para entender lo que siente y por qué toma las decisiones que toma frente a la posibilidad de morir. En una ciudad donde no puedes ser quien eres, solo te queda vivir aislado en tus deseos hasta volverlos, de alguna manera, tus culpas. Este proceso implica vivir en una soledad protectora, decir lo mínimo, actuar lo mínimo y sentir lo mínimo. Pero ante la evidencia de la muerte, ese fortín protector puede, de repente, convertirse en una celda húmeda y oscura.