Viajar por la inmensidad de la Patagonia argentina es una experiencia tan maravillosa como desoladora. El clima y la geografía pueden mutar de una belleza a una amenaza para quienes habitan o transitan esa región. Y en ese desamparo, hasta la más avezada tecnología fracasa. Pero, como lo inmortalizó Alfredo Favalli en El Eternauta, “lo viejo funciona”. En aquel sur impiadoso, donde internet no llega y la señal de celular es imposible, la Radio sigue siendo la única voz que se alza para comunicar a los humanos.
Radio Nacional Argentina tiene distribuidas estratégicamente, a lo largo y ancho de sus 2 millones 780 mil kilómetros cuadrados, 49 emisoras. Muchas de ellas cumplen una función vital para los pobladores de zonas alejadas. Hace 70 años que sus micrófonos unen familias, advierten imprevistos, adelantan dificultades climáticas, facilitan transacciones comerciales. Así de sencillo.
“Carlos espera a Juana en la tranquera”.
“A las dos de la tarde nos encontramos en el arroyo”.
“La familia Sosa informa que nació bien el hijo de María”.
“Tenemos problemas con el barro, llegamos al puesto de Rodríguez recién a las diez”.
«Llevo los caballos por el camino angosto del sur. Llego a la noche»
Con pronósticos de muerte en varias ocasiones, la radio ha demostrado tener un envidiable poder de supervivencia y una versatilidad que desafía al tiempo. El primer verdugo fue la televisión, luego internet y ahora el streaming. Como el Aikido, la radio utiliza la potencia de internet para llegar hasta el último rincón del planeta. El pasado 28 de abril, la radio marcó otro de sus hitos. Ese día, gran parte de Europa sufrió un serio incidente energético. Una caída generalizada del suministro eléctrico afectó a toda España y se extendió a zonas de Portugal, Francia y Alemania; y dejó a millones de personas sin luz. En aquellas horas de desconcierto, la radio emergió como único vehículo de información. Como una escena de una película distópica, se veía en las calles a grupos de personas rodeando autos para informarse. Con aeropuertos colapsados, comunicaciones interrumpidas y actividades comerciales paralizadas, las autoridades pedían especialmente a los ciudadanos que procuraran radios a batería o utilizaran las de los autos.
No es un rincón cualquiera la Patagonia; es el fin del mundo. Flanqueada por la cordillera de los Andes y el océano Atlántico, su extensión suele ser desalentadora, y el verbo llegar, solo para audaces. Por ese motivo, había que pensar una estrategia para que la comunicación fuera eficiente. Así se creó «Mensaje al Poblador», un espacio radial, a una hora señalada, en el que leen recados precisos, destinados a personas puntuales. La radio recibe los mensajes y la gente de la zona escucha el programa. Un pedido, una orden, un deseo, un saludo, una advertencia, una promesa. ¿Una súplica, quizá?
La Patagonia tiene una densidad poblacional 2,2 habitantes por kilómetro cuadrado, un registro que no ha variado considerablemente durante las últimas décadas, y nada hace pensar que ese panorama cambie en el futuro. Y, como se sabe, el privado no invierte donde no hay consumidores. Por eso, en esa tierra de soledades y desencuentros, siempre estará la radio para impedir que a las palabras se las lleve el viento.
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