En el cruce entre literatura, criminología, derecho y representación audiovisual, Noir Week Miami se presenta como un espacio de reflexión y encuentro para explorar las formas actuales del género negro.
Concebido y coordinado por la escritora Alicia Escardó Vegh, este festival —que se llevará a cabo entre el 26 y el 30 de agosto en el Koubek Center— reúne a destacados autores como Pedro Medina León, Hernán Vera Álvarez, Gastón Virkel, Liliana Blum, José Ignacio “Chascas” Valenzuela, entre otros. Suburbano los juntó para que hablen del evento y del género noir.
A través de mesas, paneles y presentaciones, el evento propone pensar el noir no solo como una forma de entretenimiento, sino como una herramienta de lectura crítica del mundo contemporáneo. Miami, entendida aquí no como simple escenario sino como sujeto narrativo, se configura como una ciudad noir: territorio de tensiones sociales, migración, lenguas híbridas y realidades dislocadas.
De esta manera, Narts Foundation, Miami Book Fair y el Koubek Center presentan la primera edición de Noir Week Miami. Durante cinco días, el público podrá disfrutar de una programación que combina presentaciones de libros, debates, talleres, fotografía, moda, música, gastronomía y cine, culminando con una intensa jornada el sábado 30, donde más de10 escritores iberoamericanos compartirán sus obras, ideas y experiencias con el público. Para más información se puede visitar la web oficial del evento: www.noirweekmiami.com
Noir Week Miami invita así a reconsiderar las fronteras entre ficción y realidad, entre crimen literario y estructuras sociales, y entre géneros narrativos y disciplinas académicas.
¿Qué buscas ofrecer con este evento tanto al lector como al espectador que disfruta del crimen narrativo?
(Alicia Escardó Vegh) —Un encuentro con artistas, contenidos de calidad, el intercambio de opiniones literarias entre autores de género negro y especialistas, y la suma de varias disciplinas que potencian la propuesta literaria
¿Qué significa que un festival literario se cruce con otras disciplinas como el derecho, la criminología o la medicina forense?
(AEV) —En festivales como Noir Week el punto fuerte es combinar ficción y realidad. Las motivaciones para cometer un crimen son interesantes desde el punto de vista de la ficción, la muerte y la oscuridad del alma humana siempre han generado preguntas difíciles de responder. Pero además la ciencia tiene mucho que decir en una escena del crimen, la psicología y medicina forense trabajan en las causas y las consecuencias, los periodistas analizan la forma en que se publican la crónica roja y hay profesionales que se dedican a la rehabilitación del criminal para insertarlo nuevamente en la sociedad, y todos ellos tienen mucho que decir al público que disfruta de la literatura noir.
¿Miami puede ser leída como una ciudad noir en sí misma, con sus luces, sombras, migraciones, desigualdades?
(AEV)—Sin duda. Una ciudad a la que muchos llegan persiguiendo un sueño, escapando de sociedades que no funcionan o buscando invertir su fortuna. Realidades tan diferentes se conjugan en la dificultad para insertarse en una ciudad difícil de aprehender, enorme y extendida, llena de contrastes, cosmopolita y vertiginosa. Un caldo de cultivo más que interesante para este género que siempre busca develar los mecanismos ocultos de lo urbano.
Pedro, en tus novelas la ciudad no aparece como la postal turística que muchos esperan. ¿Cómo construiste tu Miami literaria? ¿Qué capas ocultas de la ciudad te interesó explorar?
(Pedro Medina León)—Construí mi Miami literaria respirando la calle: observando, caminando. Soy una persona muy atenta a los detalles; me interesa mirar más allá de la superficie. Siempre que viajo, intento perderme en la parte no turística de cada ciudad, porque toda ciudad —no solo Miami— tiene un lado menos visible, más marginal. París, Madrid, Londres o Nueva York también lo tienen. En Miami, al vivir aquí, pude explorarla desde adentro. Me interesa el Miami callejero, el de los inmigrantes que trabajan, luchan y sobreviven. Ese es el Miami hispanoparlante. Un autor anglosajón que intentara escribir noir urbano hoy en Miami, como lo hacía Charles Willeford hace décadas, no podría hacerlo del mismo modo. Porque ya no se trata solo del entorno, sino también de los códigos, del idioma, del tono. Yo intento que mis personajes suenen como lo que son: colombianos que hablan como colombianos de calle; argentinos, peruanos o mexicanos con sus propios registros, siempre mezclados con ese “español de Miami” que existe y que define a esta ciudad. Esa es la ciudad que me interesa contar: la que no aparece en las postales, pero que es profundamente real.
¿Existe un “noir del sur de Florida”? ¿Qué elementos lo diferenciarían del noir clásico norteamericano?
(PML)—Sí, claro que sí existe. Si partimos de la premisa de que toda literatura negra es, en esencia, una forma de crítica social al entorno que rodea al autor, entonces la respuesta está dada. Si un autor del sur de la Florida, o de Miami específicamente, escribe noir, inevitablemente está haciendo una crítica de su entorno. Y eso, por sí mismo, configura una literatura negra con identidad propia: una literatura negra del sur de la Florida. Sucede algo parecido con autores como Leonardo Padura, Vladimir Hernández o Rodolfo Pérez Valero, cuyas novelas solo pueden existir en y desde La Habana. Lo mismo ocurre con Paco Ignacio Taibo II en México o Alan Parks en Edimburgo. Son literaturas profundamente enraizadas en su contexto, inseparables de sus ciudades. Con el noir de Miami pasa exactamente eso: tiene elementos propios, únicos, que lo distinguen de otras formas del género.
¿Cuáles serían esos elementos?
(PML)—En primer lugar, el idioma. Este noir se escribe en español, y los personajes hablan desde sus orígenes. Como mencioné antes, el uso de la lengua es central: cada nacionalidad aporta su tono, su jerga, su manera de habitar la calle. Es un español marcado por lo híbrido, por la mezcla, por esa variedad lingüística que define a Miami. En segundo lugar, los protagonistas son inmigrantes. Ninguno ha nacido en esta ciudad; todos han llegado desde distintas partes de América Latina. Y eso es fundamental, porque el noir del sur de la Florida está atravesado por el tema migratorio, por la experiencia del desarraigo, de la adaptación, de la supervivencia en un entorno que a menudo resulta hostil.
Noir Week Miami busca celebrar un género muchas veces relegado por la crítica tradicional. ¿Cómo ves el presente del noir en la literatura latinoamericana? ¿Y en Estados Unidos?
(PML)—Yo estudié Derecho, y recuerdo cómo el Derecho Procesal Civil y el Derecho Penal —que son la columna vertebral de toda formación jurídica— solían ser mirados de reojo. Hoy en día, lo que se impone son ramas más modernas, orientadas a la economía, al mercado de valores, al Derecho Corporativo. Pero la base sigue siendo la misma: el Derecho Penal y el Procesal Civil son los cimientos, aunque no estén de moda. Con la literatura pasa algo muy parecido. El género negro, el policial, es uno de los pilares fundamentales. Es una de las cuatro patas de la mesa de la literatura. Representa las grandes historias, el misterio, el suspenso, los personajes complejos, las ciudades desnudas en sus luces y sus sombras. Y, sobre todo, es una herramienta potentísima para la crítica social, lo que la convierte en algo mucho más valioso que un simple entretenimiento.
¿Tiene buena salud?
(PML)—El género negro goza de excelente salud y está más vigente que nunca. En América Latina, en Europa y en Estados Unidos se está escribiendo mucho, y con gran calidad. Hay festivales, espacios, lectores comprometidos. En España, por ejemplo, acaba de celebrarse una nueva edición de la Semana Negra de Gijón, y casi todas las ciudades tienen ya sus propios encuentros dedicados al género. En Miami, donde resido, se organiza la Noir Week; en la Feria del Libro de Lima se está preparando una mesa de literatura policial con autores como Kike Ferrari y Nicolás Ferraro, ambos argentinos. De hecho, Ámbar, la novela de Ferraro, fue finalista del Premio Edgar Allan Poe, algo inédito para un autor latinoamericano. Ese reconocimiento dice mucho del lugar que el género está empezando a ocupar en el mapa literario global. Otro ejemplo es mi propia experiencia: Comanche, P.I., la traducción al inglés de El Blues del Comanche, fue elegida como la mejor novela escrita por un autor local por el Miami New Times, en una selección que abarcó obras de todos los géneros. Ese tipo de reconocimiento, más allá del halago personal, es también una señal de que el noir puede dialogar con públicos amplios sin renunciar a su densidad, a su mirada crítica ni a su fuerza narrativa.
Como autores, ¿qué representa el género noir en su obra?
(AEV) —Siempre he escrito desde el suspenso, la tensión, intentando atrapar al lector en historias que generen interrogantes. Leo de todo, pero la novela policial y negra es un género que siempre me ha fascinado, desde los primeros autores que lo abordaron, hasta la extraordinaria repercusión que tiene hoy en día y su diversificación en subgéneros, geografías y tendencias. Es cierto que muchos aplican fórmulas repetidas que en ocasiones lo vacían de contenido, pero también hay, por suerte, escritores talentosos que se arriesgan, innnovan, y hacen que el noir siga capturando millones de lectores en todo el mundo.
(Gastón Vírkel)—A fines del año pasado editamos junto a Hernán Vera Álvarez y Pedro Medina León una antología a la que llamamos Noir Tropical Miami. A partir de los manuscritos que recibíamos, nuestra propia literatura, la de nuestros colegas, nos dimos cuenta de que resultaba muy complicado contar historias en esta ciudad sin que algún tipo de crimen tuviera protagonismo en la trama. En algún momento, la marginalidad emergía. Nos valimos de un concepto ya existente, el Noir Tropical, y lo resignificamos para la comunidad que escribe en español en la ciudad. Es un arco que va del policial puro y duro hasta literatura de otros géneros donde existe algún coqueteo con el crimen y el realismo sucio. Gran parte de lo que se escribe en Miami se encuentra bajo ese paraguas. Ese es mi noir.
(Liliana Blum)—No soy de etiquetas ni subgéneros. Me gusta pensar que mis novelas son novelas literarias y punto, pero entiendo el porqué a veces se me incluye bajo el paraguas del noir: tengo una novela sobre la pareja de un pedófilo que secuestró una niña (El monstruo pentápodo; Tusquets, 2017), y otra sobre una asesina serial (Cara de liebre; Seix Barral, 2020). Sin embargo, acabo de enterarme que existe algo llamado «domestic noir», que son novelas que podrían considerarse de suspenso o thrillers, pero que toman lugar en la esfera doméstica, que suelen ser territorios femeninos, íntimos, y que exploran los aspectos más oscuros de las relaciones de pareja o de la vida de familia. El contexto puede lucir como algo ordinario, normal, pero la traición, la mentira, el gashlighting, el abuso y los secretos oscuros se esconden apenas debajo de la superficie. En estas novelas el autor profundiza en la vida oculta de los personajes y en su psicología y emociones, al tiempo que explora el lado vulnerable de los personajes, que tiene que ver con su potencial para la violencia y la oscuridad en lo que en apariencia son relaciones comunes y corrientes. Estos personajes, con todos sus defectos, son personas ordinarias, con las que los lectores pueden conectar y sentir afinidad.
(Hernán Vera Álvarez)—Me gusta pensar al género como una estación más en la que a veces me detengo. No me gusta lo puro, disfruto lo hibrido, lo que se aleja de las grandes avenidas. Por eso en la novela Los hermosos bordeo el género, me quedo en las orillas. Soy un orillero. Por otra parte, creo que toda literatura guarda un misterio. En eso también se recuesta el policial, de ahí que sea algo muy seductor descifrarlo.
Uno de los elementos centrales de la serie ¿Quién mató a Sara? es el suspenso sostenido a lo largo de múltiples capítulos. ¿Qué desafíos implica escribir una historia policial para una audiencia global y para un formato como Netflix?
(Chascas Valenzuela)—El principal desafío es entender que estás escribiendo para un espectador que tiene el poder de decidir, en cualquier momento, si sigue mirando o se va. Eso cambia todo. El suspenso ya no es solo una herramienta narrativa: es una estrategia de supervivencia. Cada episodio debe terminar con una pregunta abierta, con una promesa, con algo que haga imposible no apretar “siguiente”. Al mismo tiempo, hay que equilibrar eso con la construcción emocional de los personajes, porque el público global, por muy diverso que sea, siempre conecta con lo mismo: las emociones humanas. Por eso creo que “¿Quién mató a Sara?” funciona; porque más allá del misterio, lo que engancha es el dolor de los personajes, su deseo de venganza, sus secretos. Escribir para Netflix es entender que estás en una competencia feroz por la atención, pero también que tienes la posibilidad de hablarle a millones de personas al mismo tiempo. Y eso es un privilegio enorme.
¿Qué diferencias encuentras entre escribir un thriller para la pantalla y escribir una novela con estructura policial o criminal?
(CV)—La diferencia principal está en la herramienta con la que construyes el suspenso. En la pantalla, el thriller se apoya en lo visual, en lo que se muestra y —sobre todo— en lo que se oculta al espectador. El montaje, el ritmo de las escenas, el punto de vista de la cámara, el sonido: todo contribuye a crear la tensión. En cambio, en la novela, el suspenso vive en el lenguaje, en las palabras que eliges, en las pausas, en lo que decides contar o no contar en cada momento. El lector construye las imágenes en su cabeza, y eso te permite jugar con sus expectativas de otra manera. Escribir para la pantalla te obliga a pensar siempre en lo concreto, en lo que se puede filmar, mientras que la novela te da la libertad de explorar más lo interior, lo íntimo, lo ambiguo. Pero en ambos casos el desafío es el mismo: mantener a tu audiencia queriendo saber qué va a pasar después.
Eres un autor que ha transitado la literatura, la telenovela, la serie y el cine. ¿Cómo conviven esos lenguajes en tu proceso creativo?
(CV)—Para mí, todos esos lenguajes conviven de manera natural porque nacen del mismo impulso: contar una historia. Lo que cambia es la forma, el ritmo, las herramientas. La literatura me enseñó a mirar hacia adentro, a escuchar la voz íntima de los personajes, a explorar sus emociones y contradicciones sin apuro. La telenovela me dio oficio, disciplina y el entendimiento de que toda historia necesita un corazón fuerte que la sostenga, una emoción que atraviese los capítulos. La serie me obligó a pensar en estructura, en tensión sostenida, en cómo dosificar la información para que el espectador quiera seguir. Y el cine me recordó la importancia de lo visual, de lo que se sugiere más que lo que se dice. Cada formato me alimenta en el otro. Cuando escribo, es como si tuviera un pequeño consejo de cada uno susurrándome al oído. Por eso no pienso tanto en la diferencia entre géneros, sino en qué historia estoy contando y cuál es el mejor lenguaje para darle vida.
¿Y en tu caso Gastón? También eres guionista de cine.
(GV)—Aunque se encuentre desprestigiado el término, yo siempre me defino como storyteller. Soy primero un contador de historias. Una película y un libro pueden tener el mismo valor como referencias a la hora de trabajar en una historia. Luego cada historia pide un medium, un formato de ejecución pero me gusta pensar que muchas veces una buena trama puede tener varias vidas posibles. Mi último emprendimiento busca reunir ambos campos, la literatura y el contenido audiovisual. Como agente he comenzado a representar autores y a algunos de sus libros facilitándoles su llegada al mercado audiovisual. Volviendo a tu pregunta, ambos campos se retroalimentan porque en mi cabeza estoy todo el tiempo leyendo un libro mientras disecciono qué es acción de lo que no lo es (qué pertenece al lenguaje cinematográfico) y lo mismo cuando veo una película o una serie, me pregunto qué podría agregar la prosa a la acción que estoy presenciando.
El género noir suele trabajar con personajes al margen, ambientes decadentes, y una mirada crítica sobre la sociedad. ¿Qué rol juega la crítica social en tus novelas?
(PML)—La crítica social ocupa un lugar fundamental en lo que escribo; es, de hecho, el motor principal de mi aproximación al género negro. Cuando hablamos de literatura negra, a mí no me interesan las novelas que se estructuran como rompecabezas de pistas, claves y acertijos diseñados para que el lector pase páginas con ansiedad o se obsesione por descubrir al asesino. No me atrae el suspenso artificioso, los famosos cliffhangers, ni el policial concebido como mero entretenimiento. Lo que menos me importa es quién mató a quién; lo que realmente me interesa es mostrar la ciudad en su lado más crudo: sus entrañas, su cara oculta, esas zonas grises y menos agradables que rara vez figuran en los relatos dominantes. Esa es la literatura negra que quiero escribir, la que disfruto leer, la que me interpela y en la que busco profundizar. Para mí, el noir es, ante todo, una herramienta de crítica social. Un realismo sucio, sin filtros, que se entrelaza con una trama policial, sí, pero cuyo centro es lo social, lo humano, lo marginal. Es en esa vertiente del género donde me ubico, y es ese territorio el que intento explorar con cada libro.
¿Les entusiasma compartir espacio con otros autores y autoras del género?
(PML)—Me entusiasma profundamente participar en Noir Week Miami, especialmente en el panel dedicado a “Literatura y ciudades”, un tema que atraviesa por completo mi trabajo narrativo. En mi presentación hablaré de cómo, en mis novelas, Miami no es solo un escenario, sino un personaje principal. Un personaje complejo y contradictorio, con capas ocultas, atravesado por el desarraigo, el habla callejera y las tensiones culturales de una ciudad mestiza, vibrante y profundamente hispanoparlante. Compartiré también algunas referencias de autores que han logrado convertir a sus ciudades en protagonistas literarios dentro del género negro: la Habana de Leonardo Padura, la Ciudad de México de Paco Ignacio Taibo II, o la Edimburgo de Alan Parks, por nombrar solo algunos. En todos estos casos, la ciudad no es mero decorado: es el corazón narrativo, el espejo de los personajes, el espacio donde se manifiestan las fracturas sociales. Este eje —la ciudad como personaje— es clave para comprender una vertiente del noir que no se limita a contar crímenes, sino que se propone desnudar las ciudades, revelar sus fisuras, su violencia soterrada, sus contradicciones más profundas.
(HVA) — La escritura, la lectura y el dibujo son actividades solitarias. Pienso que doy clases y voy a este tipo de eventos para estar con gente. Por un rato, no hace mal. Un escritor ante todo es un lector agradecido, así que en festivales aprovecho para hablar de autores que me han acompañado en esa soledad de la que recién te comentaba. Espero que este primer paso de Noir Week Miami se vuelva un camino, y que otros también lo transiten.
(CV)—Para mí es un verdadero honor y, sobre todo, una alegría. Noir Week Miami no es solo un festival, es un punto de encuentro entre escritores, lectores y amantes del género que comparten la misma pasión por las buenas historias. Además, hacerlo en una ciudad como Miami, que tiene su propia atmósfera noir —cruzada por exilios, migraciones, corrupción, paraísos artificiales y tragedias reales—, le da un sentido especial. Participar es también una manera de celebrar que el noir sigue vivo, que se transforma, que dialoga con nuevas voces, nuevos territorios y nuevas generaciones. Me siento agradecido de poder ser parte de esa conversación.
(GV)—Es la primera edición, así que me sentiría satisfecho si empezamos a construir un público lector que se interese por el género. Miami necesita eventos literarios como éste para seguir consolidando su perfil cultural. Como contaba antes, cuando hablé de la antología Noir Tropical Miami publicada por SEd, la ciudad tiene un ADN criminal que encaja con este evento y al que le veo mucho potencial de crecimiento.