El cine ha sido siempre un espejo de las realidades más crudas, una ventana que nos permite asomarnos a historias de lucha, resistencia y sacrificio. Simón, la película venezolana dirigida por Diego Vicentini, no es la excepción. Estrenada en 2023, este drama psicológico y político se adentra en la crisis venezolana a través de los ojos de un joven activista que se enfrenta a una de las decisiones más difíciles de su vida: quedarse y seguir luchando o huir y empezar de nuevo.
Simón (Christian McGaffney) es un líder estudiantil que, tras ser arrestado y torturado en Venezuela por su participación en protestas contra el régimen, logra escapar a Miami con la esperanza de encontrar refugio. Sin embargo, el asilo político no es solo un trámite burocrático; es una sentencia emocional. En tierra extranjera, lejos de su familia y compañeros de lucha, Simón debe enfrentarse a un dilema existencial: ¿se puede realmente escapar cuando el pasado sigue persiguiéndote?
Miami no es solo un refugio, sino también un recordatorio constante de lo que dejó atrás. La ciudad, hogar de una de las comunidades venezolanas más grandes en el exilio, está llena de acentos familiares, de rostros que comparten historias de pérdida y resistencia. Pero a pesar de estar rodeado de compatriotas, Simón no se siente en casa. La distancia no solo es geográfica, sino también emocional. Mientras intenta adaptarse a su nueva realidad, el protagonista se enfrenta a la culpa de haber sobrevivido, al peso de saber que muchos de sus compañeros no tuvieron la misma suerte.
La película no se limita a retratar la represión política en Venezuela. Su verdadero poder radica en la exploración de las heridas invisibles del exilio, del peso de la culpa que arrastran quienes logran huir mientras otros siguen resistiendo. Simón no es un héroe tradicional; es un hombre fracturado, atormentado por la sensación de haber abandonado a los suyos. Cada conversación, cada intento de adaptación a la vida en Estados Unidos, se ve empañado por la sombra de lo que dejó atrás.
Vicentini construye un relato íntimo y devastador, apoyado en una cinematografía sobria que refleja la angustia del protagonista. A través de flashbacks, la película nos sumerge en los momentos más oscuros de su pasado, en las celdas donde la tortura física y psicológica intentó doblegarlo. Pero más allá del dolor, Simón también plantea una pregunta crucial: ¿qué significa ser libre cuando la memoria es una prisión en sí misma?
El film ha resonado profundamente en el público venezolano y latinoamericano, no solo por su temática, sino por su autenticidad. No hay exageraciones ni artificios; Simón es un grito contenido, un retrato sincero de quienes han tenido que reconstruirse lejos de casa. Su impacto ha sido especialmente fuerte en Miami, donde muchos exiliados han visto reflejada su propia historia en la pantalla. Las funciones han sido espacios de catarsis colectiva, donde el llanto y el silencio cómplice han sido parte de la experiencia.
En tiempos donde la diáspora venezolana sigue creciendo y el debate sobre el exilio se intensifica, Simón se convierte en una obra imprescindible. Una historia que no solo denuncia, sino que también humaniza el costo real de la lucha por la libertad.