El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas emitió el 8 de octubre un informe alarmante: la temperatura del planeta llegará en 2030 al pronosticado y temido umbral de 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales.
Alcanzar ese nivel de calentamiento causaría un colapso climático, con huracanes más frecuentes y poderosos, inundaciones, subida del nivel del mar, sequías muy intensas, incendios forestales y escasez de alimentos para cientos de millones de personas.
Un país insular, Kiribati, compuesto por 33 islas en el océano Pacífico, quedará bajo las aguas en las próximas décadas. Kiribati será la nueva Atlántida. Los más de 100.000 habitantes del archipiélago saben que en el futuro cercano deberán emigrar, mientras el mar engulle su nación. El gobierno tiene un plan de emigración masiva.
En el archipiélago de las islas Salomón, también en el Pacífico, cinco islas han desaparecido bajo las olas, y en otras, parte de la población ha tenido que trasladarse a zonas más altas, mientras el territorio sigue asediado por el mar creciente.
Los expertos han señalado que para 2050, mil millones de personas –la séptima parte de la población mundial– deberán abandonar sus hogares y desplazarse a otras tierras debido a los trastornos causados por el cambio climático. A la luz del nuevo informe del panel de la ONU, ¿se adelantará ese éxodo?
Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, gran parte de las cuales se alza cerca del mar. Muchas ciudades costeras –Nueva York, Shanghái, Río de Janeiro, Londres, las ciudades de la Costa del Sol en España, entre otras urbes– están directamente amenazadas por la subida del nivel del mar.
En Miami, donde escribo este artículo, las inundaciones causadas por la marea alta han aumentado en frecuencia y en volumen en las dos décadas pasadas, convirtiendo calles de lugares turísticos como Miami Beach en ríos. El suministro de agua potable en toda el área urbana también está en peligro si el mar, al subir de nivel, invade el acuífero de Biscayne.
Si la temperatura planetaria aumenta tres grados, una tercera parte de la Florida podría quedar inundada. En un giro irónico, la zona de la Florida amenazada por las aguas abarca a West Palm Beach, donde el presidente Donald Trump –un escéptico del cambio climático– tiene su residencia de Mar-a-Lago.
Los gobiernos deben hacer “cambios rápidos, de largo alcance y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad”, dice el informe del panel de la ONU, para evitar una catástrofe provocada por el calentamiento global.
Se ha calculado que para 2030, las emisiones de dióxido de carbono –uno de los mayores responsables del calentamiento global– tendrían que bajar a un 45% del nivel de 2010 y llegar a cero en 2050 para que el calentamiento no rebase los 1,5 grados centígrados. Aun con ese control en el aumento de la temperatura, habrá daños irreversibles, pero manejables y menos catastróficos.
Los Estados Unidos es el mayor contaminante del planeta junto con China. Pero el gobierno chino ya ha implementado medidas para contener la polución, mientras los Estados Unidos se retiraron del Protocolo de Kioto en 2001 –con lo cual liquidaron ese convenio– y después abandonaron el Acuerdo de París, bajo el gobierno de Trump.
Trump, que gobierna para las grandes empresas y para la clase acaudalada a la que pertenece, ha dicho que el cambio climático es un invento de los chinos para rebajar la capacidad de competencia de la economía norteamericana. No solo se apresuró a sacar a la nación del Acuerdo de París, sino que ha dado marcha atrás irresponsablemente a las medidas tomadas por el presidente Barack Obama para combatir el cambio del clima, como la reducción de las emisiones de los vehículos. El 97 por ciento de los científicos del mundo asegura que el fenómeno climático se debe a la acción de los seres humanos, pero Trump se encoge de hombros y aboga por la revitalización de la industria del carbón, uno de los peores contaminantes. Trump y los fanáticos del mercado que lo aplauden se burlan del consenso científico, en una actitud irresponsable que pone en peligro a la humanidad.
El informe del panel de la ONU indica que es técnicamente posible reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a un nivel tolerable, pero para lograrlo se requieren grandes cambios en la producción y el uso de la energía, en la industria, en el transporte, en el diseño de las ciudades y en la manera en que la gente vive y consume. ¿Seremos capaces de aceptar e implementar los cambios, de modificar nuestro modo de vida? ¿Serán los gobiernos capaces de ignorar la presión de las grandes empresas contaminantes, tomar las medidas necesarias y poner en práctica planes y regulaciones imprescindibles? De la respuesta a esas preguntas depende que logremos salvar al planeta. Solo tenemos doce años para conseguirlo.