Trastornos
Efervescencia, melodramas de mañana.
Pan olvidado, café amargo.
Disturbios, palabras inacabables.
La inocencia contempla abrumada.
Escasez de estrategias de huída.
Argumento torpemente dramatizado,
decorado por ademanes objetables.
La tortura desciende, melancolía taciturna.
Imágenes agrias una tras otra
barren con la calma en segundos.
Ilusiones asaltadas por el desasosiego,
La inocencia ha sido perturbada.
Ebullición, trastornos de mañana.
El dolor se traga la energía.
Un instante colmado de revoluciones.
Entre sollozos la inocencia se esconde.
Los zapatos de la vecina
Al caer la noche, mientras que unos se esconden,
sale la vecina, moño, medias, enagua bajo la falda
en busca de los placeres que algunos venden,
andando sonriente en tacones color esmeralda.
Colorete brillante, cejas marcadas, sonrisa centelleante,
sube a tropezones uno a uno los escalones de la glorieta
para ver comerse a besos a las parejas al pie de la fuente,
lanzando un suspiro mientras sus labios aprieta.
Aquí comienza la historia para esta vecina despistada
sin saber en realidad en que piensa ni que se avecina.
Cuando al ver junto al río a un caballero de cabellera dorada,
le lanza en la cara un pañuelo sucio con olor a benzina.
Él, vestido de fiesta, cabellera alisada, cargando una flor,
sobrecogido, tropieza y cae dentro del río de espalda.
¡Maldita sea tu vida!, alcanza a gritarle demoliendo su candor.
¡Malditos sean tus risitas y tus zapatos color esmeralda!
¡De caballero nada!, piensa cuando se le acerca empapado
para reñirla cual niña mientras la empuja sobre el césped.
Saliéndole chispas de los ojos con el traje arruinado,
la vecina alcanza a ver que era Manuel, ¡su huésped!
Manuel colmado de cólera y con aparente intención de ruina
la mira indignado mientras le saca los zapatos y la deja caer.
Los zapatos de paseo pararon en el agua; pobres, adiós rutina.
La vecina camina descalza desconcertada, ¡sin saber que hacer!
Y después de tanto en tanto y tras contar hasta diez,
se sienta, respira, suspira, al espejo se mira y suelta el llanto.
¡Que sean lágrimas de melancolía! implora, recordando su niñez
cuando todo era tan sencillo y sus paseos un encanto.
Contemplando los zapatos flotando en el río helado y agitado,
los zapatos color esmeralda que se alejan de ella sobre el agua,
los zapatos que la acompañaban en sus noches de placer confiado,
se despide de ellos la vecina al limpiarse las lágrimas en la enagua.
La banca
Ven, siéntate conmigo, cuéntame un cuento,
un verso, una sombra en el pavimento.
Ven, susúrrame al oído cosas sin sentido,
arráncame una sonrisa y demuele mis lamentos.
Ven, siéntate conmigo, vamos a descubrirnos,
la luz, el mar, el agua que sella una a una nuestras huellas.
Ven, abre tu pecho conmigo, dejemos de excluirnos,
el tiempo disipado es la miel que derraman las botellas.
Ven, siéntete seguro, todo aquí tiene significado,
las líneas de tus manos y las de tu pasado.
Ven, mírame a los ojos y piérdete en ellos,
la oscuridad es infiel pero el sendero iluminado.
Ven, sigamos a oscuras, vamos a extraviarnos,
ingresemos por la cueva y escapemos por el campo.
Ven, siente el pasto en los tobillos y dejemos de afrentarnos,
el cosquilleo de la hierba nuestros cuerpos van forrando.
Ven, asoma tu cabeza, mira el horizonte conmigo,
ese que nos envuelve en los suspiros de nuestros antepasados.
Ven, siéntate conmigo, indúceme calor y súrteme de abrigo,
en esta banca nuestros sueños están resguardados.
En tránsito
La vida nos tiene andando, explorando
con las manos agitadas por el viento,
derramando alegrías y quebrantos,
el corazón latiendo en reconocimiento.
Y es que estamos aquí para vernos,
para captar nuestros olores carnales.
Estamos danzando al compás de los cerros,
de la melodía de nuestras visiones siderales.
Pasa el tranvía llevándose nuestros sueños;
unos asoman sus venas en busca de luz,
los retraídos se cubren y se hacen pequeños
mientras desparecen cargando su cruz.
Pasamos días en busca de aventuras,
pasamos años exponiendo razones.
Vivimos en colores fomentando locuras
atendiendo a las vibraciones de los corazones.
Travesías, treguas, palabras de mil sabores,
explayando las miradas con un propósito.
Y es que somos cuerpos excitando motores,
sin temor de encontrarnos en tránsito.