El mejor trabajo que tuve alguna vez
Ayer pasaba en bus
por el Pussycat
donde trabajé algún tiempo.
El mejor trabajo:
yo estaba en la cocina como pinche
y el menú era:
chicken wings
onion rings
chicken fingers
cheeseburgers
crispy onion rings.
El turno tarde era tranquilo
tipos que en su break
se tomaban alguna cerveza,
querían ver alguna chica en bikini
y darle unos dólares.
Las chicas me daban buenos tips.
A veces Mara,
una grandota centroamericana,
con pelo afro
me agarraba el plato
y me pasaba las tetas por la cara
y reía.
Si queríamos fumar
nos teníamos que meter en la heladera grande de
la cocina
porque el dueño del Pussycat
no quería nada de drogas.
Uno de los valet parking
era de Santo Domingo.
Buen amigo,
trabajaba duro para traer a su familia.
Me mostraba en fotos a la mujer y sus niñas.
Toda la noche y parte del día con los coches de otros, de aquí para allá
buscando su dólar.
Another day, another dollar.
Yo nunca aprendí a manejar
ni quise.
Prefiero caminar:
es decir,
leer y escribir.
Mi amigo valet parking
juntó dinero
y se compró un Land Rover.
Antes
había sido un valet parking sin auto.
Al poco tiempo se juntó con una de las chicas del Pussycat
y de la familia no me habló más.
(Yo tampoco quise preguntar).
Con la chica tuvo una hija
y al poco tiempo se separó.
Entonces empezó hablar de su ex,
de su hija
que extrañaba con locura (de su nueva hija, con la chica del Pussycat, nothing).
También hablaba del dinero que le pedía
su nueva ex esposa.
La nombraba con adjetivos
que ustedes ya podrán imaginar.
Pero él no le iba a dar nada,
“que trabaje
que pá eso tiene un par de tetas”,
decía el valet parking.
El trabajo siguió por algún tiempo.
Todas las chicas tenían nombres de fantasía.
Selva era mi fav:
pelo negro hasta la cintura
caderas tan fuertes como sus labios,
tetas grandes.
Por la madrugada venían los tipos a buscarla,
tipos en Mercedes Benz
Jaguar
Mustang
BMW
Bugatti
fumando habanos perfumados,
en la radio con la música de Daddy Yankee
Wisin & Yandel
Ivy Queen
Marc Anthony
Héctor Lavoe.
Yo tenía una bicicleta
y a ella le gustaba.
Alguna vez
fuimos amantes.
Identidad
Todo lo que hago tiene acento.
Es mi único pasaporte.
Genet
En la pared
escribo
un poema de San Genet.
Nuestra forma de vida
Diego vive en el mierdero
entre cartones de Coca Cola
fumando pasta base
es una esquina de Buenos Aires.
Muchos años atrás
fuimos buenos conocidos.
Era el hijo de un padre viejo
y una madre tardía.
Uno
de una familia desangelada
en tiempos canallas.
Cerca de una vía muerta
por el Bajo,
éramos adolescentes
nos drogábamos
y era nuestra forma de vida.
Se reía con ellos
los más grandes
la ladilla.
El padre murió pronto
la madre se juntó con un remisero
y Diego se sintió más solo
en una calle infinita
de noche para los que jamás duermen.
Éramos adolescentes
nos drogábamos
y era nuestra forma de vida.
Alguna vez en la bailanta
de las estrellas de tres puntas
bailábamos y era una felicidad
la pista con esas muchachas dominicanas;
“argentino”, decía, “Diego como Maradona”
y reía con el alcohol perforando la sangre
y la música de cumbia triste.
Tiempo después
en nuestra historia entra Ella
así con mayúsculas. Tenía nombre
pero no lo voy a decir. No puedo. Hace años murió de HIV.
Solo:
Cabellos Rubios Boca Ancha Dos Tatuajes
Uno Con Mi Nombre
El Otro Con Una Canción De Los Stones.
Ella fue la locura para Diego.
Se picaban cocaína en las venas de los pies
para que no quedaran marcas a la vista de los demás.
Diego y Ella
viviendo – muriendo su amor en Buenos Aires
cuando estaba repleto de infames
y en el patio trasero se cocinaba un crimen popular.
Éramos adolescentes
nos drogábamos
y era nuestra forma de vida.
Fueron los ’90, y eso ahora recuerdo
mientras por YouTube
pasan una horrible charla TED.