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#DelirioLit: Ángela y la Luz

 

Una joven pequeña, revelaba su piel de leche al desnudarse. Juntando las manos en la cabeza, jaló el borde de su cintillo carmín y sus rizos se le descolgaron detrás del cuello. Levantando sus tobillos, dejó caer su última ropa interior sobre las zapatillas. Mirando al frente, caminó despacio hacia las llamas.

Las demás recitaban plegarias. Yo solo lograba permanecer a un lado, inmóvil.

Atravesó la madera hirviente, iluminada. Navegó entre las llamaradas. Verla llegar al centro fue como ver derramar un atardecer fundido sobre su cuerpo; el vapor de rubí la revestía. El resto de las niñas comenzaron a elevarse. Sus pies aún chorreaban la nieve derretida. La primera de ellas, la más adulta, ya alcanzaba la copa de los árboles; y bajando su mirada, anunció que la joven sobre la gran fogata se acostaba con los muslos abiertos. Entonces animó desde el cielo a una criatura formidable, quien, oculta entre los pinos, solo se revelaba por el fulgor en sus pupilas, y por su hocico chorreando saliva.

La inmensa cabra negra la siguió hasta la columna de fuego. Se acomodó encima de la carne, y en un ímpetu torpe, la violó. Las niñas, esas que se suspendían arriba, se deleitaban con el espectáculo antes de  desaparecer una a una entre las nubes. Solo la mayor, eclipsando a la luna llena, cantaba los rezos satánicos que enloquecían al animal.

Abrí mis párpados una vez más; ya no sabía cuantas veces los había cerrado. Estaba desorientada. Una fuerza me movía. Ahora estaba de cabeza, con mis brazos colgando, abiertos. Mi sombra formaba en la tierra lo que se asemejaba a una gigantesca cruz invertida.

El animal se estremeció con un grito ronco, profundo. Se desplomó al suelo, levantando un polvo de leña encendida. Aún goteaba semen desde su prenda púrpura. Satisfecho, brincaba alrededor del humo, moviendo sus cuernos. Yo no encontraba rastro de la joven quemada. No quedaba nada de ella; ni sus rizos, ni sus huesos, ni sus cenizas, nada. ¿Acaso había sido yo?, ¿quién durante el delirio, me vi poseída desde la distancia?. Quedé arrojada en el hielo, expuesta a la tiniebla del bosque, recuperando el aliento, entretanto los cantos se disolvían con la brisa helada. Sí: había sido yo la joven poseída por Lucifer, vestido esta vez, de una preciosa cabra negra.

                                                                           *

Ya la mesa estaba servida. Nos tomamos de las manos, iluminados por la última vela que quedaba en casa. Mi padre dirigió la oración. Aquella noche, los niños juntaron sus manos y siguieron las instrucciones con una disciplina extraña. Pero era mi hermano mayor, mi confidente; sentado frente a mí, el que me contemplaba con una dulce complicidad. Lo amaba. Y él, apenas convertido en hombre, comenzaba a sentir ese mismo amor hacia mí. Así lo recuerdo.

El mal se escurrió primero por los troncos de las paredes y, de un golpe, destruyó la puerta y las ventanas. Penetró los oídos de mi padre y bajó por la boca de mi madre. Los niños fueron penetrados por los ojos. La maldad encontró todas las almas debajo de sus costillas y las arrancó una tras otra con fuerza. Ya de vuelta en el bosque, justo pasando los pinos, las devoró vivas. En casa, mi carne se agrietaba y emitía luz. Cuando levanté la cabeza, noté que mi familia dejó sus marcas humanas pulsando sobre la madera. La imagen de mi padre aún rezaba. Apretaba una huella que sugería haber sido mi madre. Las otras manchas a sus lados, debieron ser los niños … Mi memoria se calcinaba.

Mi hermano … mi hermano que no se diluía, era el único que parecía escucharme gritar desde la llama de la vela. Pero su último soplo fue el asesino; consumiéndome, y extinguiéndolo todo.

{ Lo que quedó del resto fue una luz muerta, vaciada en una alcantarilla oscura y sin fondo. ] +

                                                                            * *

Abrí mis ojos una última vez. El viento arrastraba las sobras de los otros cuerpos. Volví a sentir su aliento espeso cerca de mi rostro. Su deliciosa espuma se vertía en mi boca sin darse cuenta. La cabra soltó su primer espasmo; y dirigí su ritmo justo cuando se desbocaba para vaciarlo en mi vientre.

Una niña más … disfrutada por fieras hermosas en un sacrificio divino. Sonreí … porque estaba feliz. La poderosa alucinación logró que me corriera con fuerza durante la lumbre de una magnifica hoguera. Muero inmaculada, hecha rocío de cenizas junto a mis hermanas … ante mis acusadores, los cuales ninguno de ellos, podrá jamas escapar, de las noches que, inevitablemente, están por llegar.

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