Así empieza lo malo
Javier Marías
Editorial Alfaguara
528 pp
Otra vez Marías trae una novela anclada en una línea, en un breve pensamiento de un personaje de Shakespeare. “Así empieza lo malo, y lo peor queda atrás” es el gatillo disparador, el pensamiento ancla de esta novela que trata sobre la muralla que divide conocer la verdad sobre algo o alguien, de no saberla. Ya se trate de un conocimiento voluntario o involuntario, no deseado: el conocimiento marca un antes y un después en nuestra relación con el mundo y las personas.
En Así empieza lo malo, Juan De Vere, un hombre que intuimos maduro, nos cuenta con gran grado de reflexión acerca de cuando en sus veinte fue contratado como ayudante por Muriel, un cineasta amigo de su padre. El relato ocurre en el Madrid de la Transición: esa época de novedades que se empezó a vivir desde un poco antes de la muerte de Franco en España. Entre las tareas propias de un asistente de cineasta, Juan De Vere recibe de pronto la de “investigar” a un amigo de Muriel, el Doctor Van Vechten, pues le han llegado al cineasta ciertos rumores sobre el comportamiento de su amigo que ponen en peligro la visión que este tiene de su moral y, por consiguiente, su relación personal. Juan De Vere no solo se ocupa de tal tarea, sino que en los días que pasa prácticamente viviendo en casa del cineasta también percibe la desagradable relación de Muriel y su mujer Beatriz Noguera. Y espontáneamente empieza también a seguirla a ella.
Así la novela, que parece que nos va llevando por una cadena de mentiras, vidas dobles, secretos y apariencias, rasgos comunes a una novela del corazón, pronto empieza a exponer el asunto psicológico y sociológico de las relaciones que establecemos a partir de la instauración de cierta verdad (sea ésta de facto o impuesta).
Muriel llevó una vida matrimonial medianamente feliz y aceptable con base en determinadas circunstancias. Pero una vez que tales circunstancias se develaron como falsas, su juicio cambia y con él su relación matrimonial. Lo mismo teme que suceda con la amistad que tiene con su amigo: es por ello que a mitad de novela libera a De Vere del compromiso de investigarlo: para no verse en la obligación de juzgarlo y por tanto, cambiar su relación. Pero para De Vere ya es muy tarde: él sí habrá establecido ya juicios personales, no solo sobre el doctor Van Vechten, sino sobre Beatriz y, sobre el propio Muriel. Porque lo que se sabe no se puede ahora ignorar: marca el inicio de lo malo, aunque lo peor (la ignorancia, la intriga) queda atrás.
Todo este enjambre de saber la verdad o pretender ignorarla, desconocerla inocentemente o decidir no conocerla, sucede en una España que para poder re-construirse luego la guerra civil y el mandato de Francisco Franco, había convenido olvidar el pasado de cada quien. Que no se supiera, que no importara el bando al que se perteneció, ni si se habían cometido ciertas fechorías o hasta terribles crímenes en la defensa de su posición política o en la supervivencia durante el régimen. No ser ni blanco ni negro, sino matices de gris en los que nadie iba a profundizar.
Magistralmente la novela se mueve en círculos concéntricos de lo íntimo y particular a lo social, más bien a lo nacional. Más que en ninguna otra obra de Marías, en donde ya estábamos acostumbrados a sumergirnos en el pensamiento filosófico, muy personal, de los personajes, en Así empieza lo malo nos toca meternos en el pensamiento de toda una sociedad, en la elección que esa sociedad hizo de no saber y preferir ignorar antes que juzgar y actuar acorde a los juicios.
El ojo tuerto de Muriel, lo dice Marías, es el símbolo de este fenómeno: no vemos todo lo que debemos ver. Pero más aún: elegimos ver solo parcialmente. Porque verlo todo nos causaría dolores mayores o nos reclamaría actitudes diferentes que no queremos tomar.
Se demora muchas páginas Marías en contar historias que se relacionan indirectamente con la historia principal. Con cierta pedantería, dirán muchos de los lectores: mostrando todo lo que sabe del mundo del cine de la época, y trayendo a la vida literaria a muchos de sus amigos, familiares y conocidos. (Francisco Rico vuelve a hacerse personaje en una novela de Marías, esta vez por más tiempo). Y pareciera que nos distraemos del tema principal, que la acción (si es que esto es una novela de acción) queda relegada hasta que el autor decida terminar su disertación.
Es cierto que también las historias oblicuas proveen de más tela que cortar para el tema central acerca de la verdad. A quien le guste el estilo de Marías no le importará perderse en esos capítulos por un rato. Los lectores menos ganados a este autor, lo encontrarán cercano a la pedantería.
En esta reseña muy breve y muy general, nos quedamos con el buen gusto de haber leído una novela estructurada en el mundo de las ideas, capaz de abrir la conversación o la reflexión personal sobre la psicología íntima de los personajes o la psique de un momento histórico particular de España como nación en formación.
Ainara Mantellini