Porque nos da la gana
Uno observa el mutuo andar de las cosas
el día y la noche que somos.
Nadie duerme ni espera el murmullo húmedo
del frío.
Y no se vale no sentir frío
ni llorar ni odiar
todo el anhelo del pan remojado en el café.
Voy a quejarme siempre
de la sonrisa y del afán
de los libros y el sol
del amor y los latidos.
Tiritar en los dientes tu nombre
sentir hambre
y olvidar el deseo
llenar las arcadas de la risa
de no tener un quinto
Amar todos tus orgasmos
No exijo nada
mas que el oficio de vivir
día tras día como un niño
descubriendo el regalo más allá del regalo.
Saltar y caerse para recordar
diez años después
lo hermoso de quizá
matarse
en cada intento.
Temblar de frío o de impaciencia
de coraje o de placer pero temblar
sin la vergüenza del espejo
y con los latidos vivos
y los muertos
a cuesta sobre el canto de los días
Reír por la rabia y la risa
y el otoño y el viernes por venir.
Reír por el capricho
pataleando entre las sábanas.
Reír porque enojarse es reír más fuerte
y llorar es alegrarse mañana
aunque no haya ni tarde ni buenas noches.
Andar entre los ojos y las aguas y las ramas
columpio de brisa en brisa
apuro de las manos por tocar esos pulmones
que respiran y respiran ahogados
solo aire
el seco vacío de no reírse del frío y el calor
de la ola
del hambre
de la cama
Reírse porque sí porque nada
hay sin el coraje de la vida.
Reírse porque duele
reírnos porque nos da la gana.