Sigo sin fallar a esa cita del género negro, puede que la más importante del mundo, que se celebra desde hace 34 años: la Semana Negra de Gijón, que surgió de un encuentro de la ya desaparecida Asociación Internacional de Escritores Policíacos y que capitaneó el astur mexicano Paco Ignacio Taibo II para ceder luego el testigo a Ángel de la Calle, un evento cultural que ha sobrevivido a la crisis del 2008, a la pandemia del 2020 y que seguramente se perpetuará mientras haya escritores de género que lo apoyen. De los veteranos de la primera edición, a la que fui casi con pantalón corto, quedamos pocos en España. El paso del tiempo no solo nos arruga, sino que nos saca de la circulación. De esa primera edición que tuvo lugar en 1987 echo en falta a Manuel Vázquez Montalbán, Francisco González Ledesma, Donald Westlake, Yulian Semionov, Daniel Chavarría, Tierry Jonquet, William C. Gordon y tantos otros. La Semana Negra, a través de todas sus ediciones a las que asistí, me vio crecer literariamente hablando y en este 2021 he ido con una novela histórica y de aventuras, sí, pero que es también una inmersión en el corazón de las tinieblas de la conquista de México por Hernán Cortés en la que no faltan los crímenes más horrendos: El centro del mundo.
Los festivales literarios, que crecen como setas en el bosque en mi país, son necesarios para difundir la cultura en la sociedad y son iniciativas privadas que llegan a donde no lo hacen las instituciones públicas. Tras las charlas informales, las conferencias sesudas y los debates encendidos alrededor de la literatura negra y el mundo que nos rodea, hay luego una parte lúdica en la que los autores se reencuentran, hablan de sus próximos proyectos y teorizan sobre la creación literaria. En un género en donde se mata mucho, en la ficción, como es el negrocriminal, existe una extraña armonía entre autores. La Semana Negra de Gijón, que es la madre de todos los festivales, el espejo en el que nos miramos los que organizamos eventos similares, es un acontecimiento transversal en donde los lectores pueden intercambiar opiniones con los autores, tomarse una cerveza con ellos, salir en una foto o pedirles que les dediquen un libro.
Este 2021, en el que he vuelto a ir una vez más, me he reencontrado con viejos amigos como Juan Madrid, Andreu Martín y Paco Ignacio Taibo II, y la prensa nos ha denominado los pesos pesados de un festival veterano. Hay otros festivales, por supuesto, a los que he asistido, muy importantes desde el punto de vista de su convocatoria como la Miami Book Fair, BCNegra o Getafe Negro, pero el de Gijón mantiene su alma incorrupta, sabe maridar lo lúdico con lo literario y hacer de ello una de sus señas de identidad, pese a la multitud de veces que lo han intentado zancadillear, y ya queda como la gran fiesta de esa ciudad del norte de España que tan unida está a mi devenir literario.