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Quedándote o yéndote

“Y deberás plantar / y ver así a la flor nacer / y deberás crear/ si quieres ver a tu tierra en paz / el Sol empuja con su luz/ el cielo brilla renovando la vida…” así canta Vera Spinetta versionando la canción que un día grabaría su padre para el álbum Kamikaze, y que co-escribiría con Eduardo Martí, su fotógrafo y videoasta de cabecera, padre del Kuryaki Emmanuel Horvilleur. La canción versa sobre la vida y la naturaleza, “es una de esas letras que te llega, y la música es súper dulce. Un punto muy alto en la inspiración de Luis, un tema que es piano y voz nada más, lo que logra un efecto muy intimista”, como diría el bajista Guillermo Vadalá.

Recuerdo haber escuchado esta canción cuando aún estaba en pañales, fue mi viejo quien me la enseñó, la cantábamos juntos bajo el viejo naranjo y la vida se detenía, detenían su curso las hojas, el mecer de las ramas y el crecer de las naranjas agrias y ácidas. Quedándote o yéndote es una alabanza, la de nosotros dos y la de los hombres en desarrollo, la de las almas perdidas en vicios, añejas en malicia y la de los pequeñuelos al germinar, aquellos que crecerán bajo el influjo de una música de servidumbre y encanto.

Spinetta me habrá enseñado la poesía y me habrá enseñado a Antoine Artaud, me habrá vuelto un hombre y me habrá dicho que “la lluvia borra la maldad y lava todas las heridas del alma”. Ya no puedo escuchar más al Flaco, es un arma de dos filos, pues me da toda la algarabía y me sabe proveer también la tristeza. El día que murió, el 8 de febrero de 2012, verdaderamente lo pasé mal, lo canté y bailé, dancé esa melancolía trepidante y bailoteé también el enojo, el disgusto hacia un dios que nos quitaba al poeta, al músico, al amigo, al artista, se nos iba la bucólica, nos habían quitado el arte, la elegancia y la sensibilidad. El 23 de enero cumpliría años, y no puedo más que dedicarle un par de palabras dulces.

En Spinetta encontré el sosiego y encontré la tranquilidad para sobrellevar la vida, pero también encontré la angustia, una congoja honda como la calle en la que crecí, o esta America llena de indocumentados tristes en Iowa; Spinetta me conecta con el yo interior a través de su poesía y su voz apesadumbrada, pues Luis Alberto desarrolló esa necesidad que tenía de expresar su yo interior, creía en el arte como vía de purificación. Sus acordes y palabras nacen de una espiritualidad de profundo arrebato, de la búsqueda de señales y de figuras retóricas, nada de verdades universales, por ello se fue liberando de referencias naturales y fue avanzando hacia la abstracción.

Luis Alberto Spinetta pasó de lo material a lo subjetivo y para ello leyó a Artaud, que es el único que escribió el arte no mimético, ambos creen que la literatura como la música han de despojarse de toda realidad empírica para poder ejercer una influencia directa sobre el alma: “La fuerza del fuego / la voz que responde por ti / por mí”.

A algunas obras les ocurre que es necesario que pasen varios siglos para que el valor de esa necesidad sea captada, pero eso no pasa con Spinetta, el Flaco captó nuestros corazones desde el primer disco, una obra que pudo llegar a cualquier alma del mundo y de la historia y esto no se encuentra en ninguna otra parte, sólo en la forma sensible, en lo externo, en el contenido musical del arte y para ello Spinetta debió únicamente mirar hacia sí mismo, prestar atención a su necesidad interior sin dejarse influir por las formas de su tiempo, ese es el único camino hacia la expresión abstracta. Esta voluntad de expresión en Spinetta es la fuerza inagotable que impulsa al arte constantemente hacia delante: “Y esto será siempre así / quedándote o yéndote.

ilustración de Diego Canales.

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Muela

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