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Más allá de una continuación: Blade Runner 2049

Cuando después de haber visto Blade Runner una noche de viernes, de aquellos sin planes ni amigos, y haber quedado anonadado por ese mundo especial y espacial, me interesé entonces por su fuente literaria, y el título ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? llamó aún más mi atención (en inglés: Do Androids Dream of Electric Sheep?). Sin embargo, reconozco que al comenzar el libro no sentí la misma chispa que me pasó la película con la intriga de Harrison Ford, la inolvidable caracterización de Sean Young como la chica mala Rachael, la música de Vangelis, aquella iluminación radiante por momentos, por momentos oscura: aquella sensación… y todo bajo la batuta de Ridley Scott.

Desde ese momento cuestioné esa máxima que defiende que la obra literaria siempre es más que su adaptación cinematográfica. Tiempo después en una reseña leí que Philip K. Dick, su autor, quien publicó la novela en 1968, había muerto meses antes que se estrenara la obra de Scott. Él, que había escrito la historia, no pudo llegar siquiera a considerar que su obra hubiese sido superada por su adaptación, pero al menos, creo que hubiese batido algunas palmas por una cinta que ya hoy es un clásico del cine.

Por ello cuando salió Blade Runner 2049 pensé que era un refrito más, de esos deplorables de Hollywood. Pero aun así fui a verla. Quería ir y decir: ahí está, justo lo me había imaginado: un blockbuster palomitero. Además no había mucha oferta en cartelera, y para pasar el rato… Pero algo en los títulos llamó mi atención: su director, el canadiense Denis Villeneuve, una voz autora más que interesante en el campo cinematográfico de este país. El mismo de Maelström (2000), Polytechnique (2009) e Incendies (2010) y Sicario (2015).

Desde ese momento traté de ver sin tantos prejuicios una película que solo juzgaba desde fuera. Ya en su proyección esta se sostuvo por sí sola, logrando el binomio de mantener la esencia de la primera película junto a un estilo único. Pues bien, Blade Runner 2049 consiguió transmitir ese universo al que nos llevó la versión de 1982 (seguro ayudó el trabajo conjunto con el guionista de la original, que ha vuelto a darle vida mediante sus diálogos a ese mundo que él bien conocía de antaño) pero fue más allá: logró ser independiente, logró tener su propia vida.

De tal manera Villeneuve abonó el terreno para hacer su trabajo: dirigir, y bien, con su estilo. Así ha propuesto desde su óptica un énfasis en los roles y personajes de la mujer, que de una u otra forma están presentes en otras de sus cintas, exponiendo esos vaivenes de las relaciones entre hombres y mujeres, madres e hijos…de las simples y a la vez tan complejas relaciones humanas.

Valga anotar que los efectos especiales no empachan como en otras adaptaciones, que queriendo sacar provecho de lo que en su momento no era posible, o limitado (por la tecnología del momento) se exceden al punto de parecer más una feria tecnológica. La ambientación, la fotografía, la música original (en manos Hans Zimmer, ganador del Oscar por su trabajo en El rey león e innumerables premios por InceptionBatman: El caballero de la nocheGladiador, entre otras) aportan lo suyo en una obra donde cada quien hace bien su parte.

En cuanto a las interpretaciones es difícil imaginarse a otro protagónico que no sea Harrison Ford: es uno de esos papeles que dejan una impronta en la retina del cinéfilo. Sin embargo, Ryan Gosling ha logrado expresar, paradójicamente con su inexpresión, y poco a poco ha ido trasmitiendo una atmosfera. Entonces ¿Harrison Ford o Ryan Gosling? Para gustos los colores, y los actores. En Blade Runner 2049 están los dos.

En fin, una película que nos plantea esta realidad que ya no es más futurista, como tal vez se leyó en el momento de publicación de la novela, o cuando salió en aquel remoto 1982 Blade Runner. No es más futurista en el sentido que hoy en día el futuro deviene presente. Ya lo de la bioingeniería y los replicantes no nos resultan de otro tiempo.  Y es que tanto en el filme como en nuestros días actuales vale preguntarse si hemos acabado con el mundo, ahora qué. ¿Valió la pena todo eso? Diálogos cortos, reflexiones espontáneas, producto de un buen guión, sin pretensiones grandilocuentes. Y para todos los que por motivos de edad no pudieron ver la primera parte en cine, aquí una segunda oportunidad, además, pudiendo ver, gracias a los avances tecnológicos, a la villana Rachael -qué gran personaje ese de Sean Young-. ¡Qué vivan los años ochenta en el 2017 y celebrando el cercano futuro 2049.

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Muela

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