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Live in Marciac de Chucho Valdés

Chucho Valdés, legendario músico cubano con una trayectoria impecable que abarca casi medio siglo de continua labor creativa, acaba de ganar el Grammy al mejor álbum de Latín jazz en el 2016. Tribute to Irakere: Live in Marciac, es una obra que se suma a una lista contundente de reconocimientos internacionales que han acompañado su carrera como compositor/pianista proponente de un género que, de cierto modo, desborda los lineamientos estereotípicos de lo que se entiende por Latín jazz. Valdés ha desarrollado un estilo personal que hace de su música una experiencia única. Su trabajo debe entenderse como una propuesta altamente subjetiva, más enraizada en ciertas tradiciones musicales que el músico maneja a la perfección.

Live in Marciac es una muestra fidedigna de dicho estilo personal, un espécimen en el cual se consolida y articula, con una musicalidad casi ingenua y desenfadada, el amplio bagaje de conocimientos de este creador intuitivo y enciclopédico. Grabado en vivo en el prestigioso festival Jazz in Marciac, celebrado anualmente en Francia, el disco nos presenta un discurso palpitante y festivo que apasiona al oyente. Entre los mayores logros de la producción se encuentra no solo la consabida maestría técnica y virtuosismo de Valdés en el piano, ni la exactitud y exuberancia de los arreglos y el trabajo orquestal, sino además un halo de espontaneidad, premura y misterio que hace de esta música algo más visceral, algo más conectado con el presente.

En “Lorena’s Tango,” Chucho conjura un aquelarre de influencias musicales cargado precisamente de ese apremio y espontaneidad que embebe el disco. Este es un “tango-timba, un tango-congo, un tango-blues, un tango-cubano,” como él mismo lo describe, que se abre siguiendo con respeto la estructura rítmica del tango tradicional. Pronto, sin embargo, Chucho se encarga de diversificar la paleta estilística y redirige el ensamble hacia un pasaje donde prima la sincopa del son cubano. De esta manera, el contrapunto entre tradiciones musicales diversas se establece como plataforma hacia la exploración sónica. A continuación, el solo de piano nos entrega la pulpa misma del vocabulario composicional de Valdés. Tenemos así unos primeros instantes de lirismo melódico y la gravedad estridente de figuras rítmicas y acordes punzantes, donde Chucho manipula las teclas como instrumentos de percusión. Seguidamente, las cortinas se abren para mostrar cascadas interminables de motivos melódicos, frases y escalas cromáticas que se revuelven con insistencia. A los setenta y seis años, Valdés conserva aún una energía vital que lo empuja hacia le plenitud y el exceso. Por momentos, el músico cita frases del Barbero de Sevilla de Rossini, luego se desplazada hacia la emotividad de un romanticismo propio de Rachmaninoff, hacia el fraseo curvilíneo del bebop y finalmente cierra retornando a un groove montuno. Segundos después, el oyente se sorprende (y dibuja una sonrisa) al descubrir que la orquesta se ha tornado intempestivamente en una big band de jazz y el saxofón irrumpe con un solo en la más pura tradición del swing. A este punto, “Lorena’s Tango” ya ha atravesado una variedad de moods. Esta técnica composicional, caracterizada por estadios estilísticos que se visitan y exploran, se encuentra presente en todos los otros tracks del álbum.

“Afro-Comanche” hace gala de esta misma diversidad. Se inicia con una canto ceremonial afro-cubano que deriva en un ritmo de mambo acelerado con tintes de rock clásico y funk. Los metales nos prodigan acentos que empujan el compás hacia el galope. Luego, el bajo acústico ejecuta un extendido solo que nos hace recordar el manejo intercalado de silencio y virtuosismo de un Jaco Pastorious. Sin duda, este y todos los otros músicos reunidos por Valdés para este proyecto son maestros en sus áreas. El siguiente solo del track pertenece a Chucho. Rompiendo nuevamente la fluidez estilística, el pianista entreteje una improvisación que sigue una estructura de fuga barroca, meticulosamente construida en base a la progresión armónica. Pero luego, como se debía esperar, Valdés desplaza nuevamente esta delicada cadencia para dejar caer un aguacero de motivos enrevesados, mientras que la mano izquierda mantiene el diagrama armónico de la fuga con claridad. Una tarea nada fácil. Este manejo sirve para incrementar la tensión y hace preguntarse al oyente “¿y ahora que más viene?” El sentido de expectación se exaspera, agudiza y alivia momentáneamente, cuando el ensamble retorna al ritmo inicial de mambo. Pero la sensación de estabilidad dura solo unos segundos. Inmediatamente después, el sonido grupal se esfuma para dar paso a una canto ceremonial afro-cubano, esta vez ejecutado de una manera responsorial, en la cual la voz principal acompañada de tambores batá enuncia un verso y el coro responde en dialogo.

“Lorena’s Tango” y “Afro-Comanche” son ejemplos destacados de lo que podemos encontrar en este gran álbum. Chucho Valdés basa sus arreglos y composiciones en un manejo sorpresivo de momentos y metamorfosis estilísticas que mantienen a la audiencia en vilo. Cada pieza asume un recorrido por diferentes estancias que revelan la mente creativa del músico cubano. Además, la energía de las improvisaciones individuales, llenas de virtuosismo técnico y pasión, añaden substancia a este platillo delicioso llamado Live in Marciac. Valdés y su trabajo con Irakere, más allá de la etiqueta jazzística, se enmarca dentro de una concepción post-moderna de músicas populares que han sido amasadas, re-conceptualizadas y llevadas a un grado de academicismo que sin embargo no las hace estériles o ajenas. Esta es la verdadera “música clásica” al estilo incomparable de Chucho.

 

 

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Muela

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