Miami… por ahora

 

Habitualmente escribo sobre conciertos, cine, bares, lugares poco habituales que según mi punto de vista, son interesantes de explorar en Miami.

Hoy no tengo ganas de escribir sobre eso.

Hace varios días, semanas quizás…que me llama mucho la atención esta nueva cara de la ciudad.

Por un tema de, llamémoslo comodidad, tranquilidad y posibilidad, hace 3 meses que estoy moviéndome con Uber.

Generalmente mi recorrido se extiende desde South Miami hasta South Beach, así que diariamente tengo un buen tramo de viaje.

La alternativa del UberPool, además de ahorrarme unos pesos, me permite conversar con los que compartimos viaje y meterme por zonas de Miami que hasta el momento, eran desconocidas para mí.

Ahí empecé a ver otra ciudad.

De a poquito comenzaron a reemplazarse los viejos edificios por diseños nuevos, mucho cemento, ventanas gigantes anti impacto, combinando madera, metal y grises. El cuadrado y el rectángulo parecen ser la formas geométricas más propuestas por los arquitectos o los inversionistas.

O por vaya a saber quién.

Este es un momento histórico para Miami.

Ni bueno ni malo.

Histórico.

Viví algo parecido en Europa del Este, a finales de 1993.

Por un tema personal, me mudé un tiempo a Bratislava.

En ese entonces era la segunda ciudad en importancia después de Praga, la capital de Checoslovaquia.

Yo venía de vivir en Buenos Aires. Una ciudad que, para quienes no tienen el gusto de conocerla, es muy parecida a París, Madrid o Manhattan. Por dimensión, ritmo y locura.

Así que mi mirada hacia Bratislava tenía cierta ternura de ciudad pequeña y detenida en el tiempo.

En enero de 1994, los checos y los eslovacos, se independizaron. Praga pasó a ser la capital de la República Checa y Bratislava, la de Slovakia.

Y la transformación comenzó lenta pero constante con los capitales extranjeros que comenzaron a invertir, cinco años después de la caída del Muro de Berlín en una ciudad pequeña, pero con todos los atractivos turísticos: un castillo a orillas del Danubio, la cercanía con Hungría y la cuna de escritores como Kundera y Kafka.

La ciudad empezó a perder sus formas antiguas, mutaron los viejos edificios, las calles comenzaron a poblarse de negocios nuevos, rostros diferentes y acentos distintos, algo que no era muy habitual en Bratislava.

Recuerdo a dos viejitas en el Prior, el único supermercado que existía en el centro de la ciudad. Miraban asombradas algunos productos austríacos que estaban a la venta, con textos en inglés y alemán. Todo era nuevo para ellas. La forma en que observaban el envoltorio, los colores y el diseño, logró que me detuviera para fotografíar en mi memoria ese testimonio del cambio.

De esa mirada mezcla de asombro, temor e inseguridad, me acordé estos días. No comparto el mismo sentimiento de las dos viejitas porque no he recorrido su historia de vida, pero casi coincido en la sorpresa cuando descubro torres de más de 40 pisos en cada espacio libre de Miami.

No sé si me gusta.

No sé si estamos siendo muy pretensiosos con estas construcciones monstruosas. Miami tenía un buen balance entre los cubanos y su simpleza de Calle 8, con sus sillas en la puerta, su Plaza Dominó y sus guayaberas, y algunos ejecutivos de corbata, autos deportivos y familias adineradas de Colombia, España, Francia y Venezuela que elegían Key Biscayne.

No sé si estamos transformándonos en otra ciudad igual a tantas otras y perdiendo la identidad.

Aunque sea una identidad a medias.

Somos latinos, hablamos español, pero no somos iguales.

No comemos igual, no nos gusta el mismo deporte, no bebemos los mismos tragos, no nos enamoramos de la misma manera, no nos enojamos por las mismas cosas y no bailamos los mismos ritmos.

Suenan parecidas la salsa, el merengue, la bachata, la cumbia y el reguetón, pero no son iguales.

Y eso mismo intenté explicarle a uno de los drivers de Uber que me llevó hasta mi casa.

Me dijo que hacía 10 días que había llegado de Chicago, que había nacido ahí y que siempre había soñado con vivir en Miami y casarse con una latina.

Cuando le pregunté por qué queria casarse con una latina, me contó que siempre le había atraído la manera en que vemos la vida y respetamos la familia.

Pero su corazón quedó herido (no me dijo exactamente por qué y tampoco quise preguntar mucho) y que estaba pensando seriamente en volver a Chicago.

Le expliqué que había «mujeres latinas buenas» y «mujeres latinas no tan buenas».

Pero creo que no tenía ganas de escuchar nada. Estaba furioso y se le notaba.

No entendía porque la gente podía vivir aquí. Decía que el nivel de mala educación y poco respeto era algo que le había llamado mucho la atención.

A lo mejor en eso sí coincidimos los latinos: en el poco respeto por el otro, en no importarnos las leyes. Seguimos texteando y fumando y conduciendo, todo a la misma vez, seguimos sin importarnos que la gente camine y les tiramos el carro encima «porque estoy apurado».

Y las autopistas cada vez son más largas, más anchas, porque el «tráfico está de madre».

Recuerdo que mi abuela siempre contaba la historia de uno de esos tíos que se había ido a vivir a Uruguay, escapándose de la hambruna de la guerra y siempre decía: yo, si vuelvo, puedo reconocer a mi pueblo en España con los ojos cerrados.

La cosa es que un día ese tío volvió, pasó por la calle principal y no se dio cuenta de que esa ciudad de edificios altos y modernos, era su antiguo pueblo.

Probablemente si vuelvo a Bratislava, ya no la reconozca.

¿Nos pasará lo mismo a nosotros en Miami?

¿Saldremos a trabajar y no reconoceremos donde vivimos?

* Ilustración por Logan Zillmer

 

Gabriela Guimarey

Gabriela Guimarey nació en Buenos Aires. Fue presentadora y locutora de radio en su país, hasta que se mudó a Estados Unidos en el 2001. A partir de ese momento cambió su ángulo de observación y se transformó en Productora de Contenido y guionista para Promofilm US, Plural Entertainment, Zodiak Latino, Endemol, Telemundo, Cinemat y Univisión. Pinta cuadros, piedras de río y las paredes de su casa, es Reiki Master y especialista en Té. Escribe desde siempre. Tiene 2 hijos que adora, dos gatos, un árbol de mango, otro de aguacate, toca la guitarra cuando tiene ganas, espera algún día tomar clases de piano y bajar los 5 kilos que dice que le sobran. Milán Kundera, Arturo Perez Reverte, José Saramago, Raymond Carver, Rosa Montero, Claudia Piñeiro, Marcela Serrano son algunos de los autores con más libros en su biblioteca. Colecciona vinilos de Carole King, Miles Davis, Crosby Still Nash and Young, Carpenters, Joni Mitchell, The Who y Kendrik Lamar.

Relacionadas

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
WhatsApp
Reddit