Search
Close this search box.

Noches de jazz

 

Regresas a aquellos días en Florida y te encuentras en el medio de la noche, camino al Seven-Eleven con tu novio. Recuerdas el siseo de los lagartos—su canturreo de vacas nocturnas—acompañándolos durante todo el trayecto. Acoges aquel sonido meloso, preguntándote si cantarán así a toda la gente que camina a esa hora. Después de todo entre ida y vuelta, son casi tres horas. Las luces tenues de aquel cielo de verano y el canto ligero y nostálgico de los lagartos te hacen sentir como si estuvieras en un enorme club de jazz.

Camino al Seven-Eleven, a pesar del calor y los zapatos incómodos, lo que en realidad deseas es nunca llegar allí. Porque mientras caminan hacia la tienda, él no ha tomado su dosis diaria de whisky y su aliento no se ha convertido ya en una nube negra. Todavía no le has dicho sobre tu dolor de cabeza y que solo quieres dormir—exhausta y sudorosa luego de la extensa caminata. Todavía no has llorado y amenazado con dejarlo, todavía no te has rendido, silenciada bajo el peso de su cuerpo.

Regresas a aquellos días en Florida y recuerdas el paseo al Seven-Eleven como un momento mágico. Los dos acompañándose en silencio, disfrutando la música que unas extrañas criaturas les regalan desde su hogar acuático. A veces imaginas a los lagartos persiguiendo a tu novio hasta la tienda, pero casi siempre los piensas solitarios en su rincón oscuro—allí donde no existe el whisky. Allí donde probablemente tampoco existe el amor.

 

Relacionadas

Muela

Suburbano Ediciones Contacto

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
WhatsApp
Reddit