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Madame Bovary entre dos realidades

madame-bovaryCuando se publicó Madame Bovary (1857) generó todo un escándalo en la burguesía francesa. Fue una obra nueva, tormentosa, una historia que un principiante Flaubert comenzaría a escribir cuando apenas tenía veinticinco años. Es la imagen de la Francia decimonónica en medio de una moral expuesta. En general, la historia de Madame Bovary es una historia llena de anhelos. El goce de Emma es el goce de alcanzar los lujos de esa vida parisina tan difícil y material. Los amores también son parte de su inestabilidad. Flaubert había encontrado en este personaje la fuerza psicológica que le permitió dar cuenta del retrato de toda una época.

En alguna página de Vargas Llosa en La orgía perpetua (1975), recuerdo haber leído que en Madame Bovary, el centro de la novela se cubre del reino de la mediocridad. La antiheroína de Flaubert, adúltera y soñadora, resulta ser una mujer muy hermosa e inteligente, con claras intenciones arribistas, incluso a pesar de la mentira y el engaño. Por ello, Emma Bovary es aquella mujer que sufre y aprende a mentir, roba, y termina suicidándose por llegar al vacío final de una vida sin valor: una vida que lucha entre las aspiraciones y las ilusiones constantes.

A lo largo de la novela se puede notar el impulsivo materialismo de Emma. Además, su predilección por los placeres del cuerpo irradian también los del alma. Es una mujer que prefiere el goce y no se resigna a reprimir esa exigencia sexual que su marido Charles no puede satisfacer. Con todo ello, Emma resulta siendo un personaje ambivalente: por un lado, se emociona con inocencia desmedida y sueña mucho; por otro lado, muestra ese carácter materialista y ese atrevimiento adúltero que transgrede los límites.

En ese vaivén, en la novela, lo material triunfa sobre lo sentimental. Emma recurre al adulterio porque puede proporcionarle esa vida espléndida que su imaginación anhela, pero finalmente se verá desengañada. En la búsqueda de esa felicidad anhelada, es presionada por la sociedad y por la mansedumbre de sus amantes que no saben tratarla y hasta se aprovechan de ella. Todos los varones que la rodean (Charles, León, Rodolphe) a su vista, se vuelven blandos, cobardes y hasta mediocres. Esto, en buena cuenta, le permite a Flaubert criticar a la sociedad burguesa a través de personajes tan absurdos a partir de la visión de Emma.

Por todo ello Emma Bovary toma una actitud activa a lo largo de la novela y trasciende los tiempos y los espacios. Su vida contrasta con la vida de las novelas que acostumbra a leer, y en ese encuentro confluyen sus dos realidades, lo material y lo sentimental, esas que Flaubert supo definir con maestría: la angustia existencial que hoy en día los psicólogos se atreven a llamar “Bovarismo”.

 

 

 

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