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El ruiseñor canta hasta morir

En Matar a un ruiseñor tanto obra literaria como versión cinematográfica radiografían el alma norteamericana. La generosidad silenciosa de su autora propició que tuvieran voz propia frente a la segregación.

Invisible canto en la enramada.

Nelle Harper Lee se olvidó del mundo literario una vez dejó escapar su trino. “Mejor permanecer callada que decir tonterías”. Este hermetismo voluntario no secuestró su voz. Más bien lo contrario. La que parecía ser su única obra, Matar a un ruiseñor, publicada en 1960, ha alcanzado la cifra de 45.000.000 millones de ejemplares vendidos desde entonces. Ve y pon un centinela, embrión de aquélla, aparecida de forma sorpresiva en el mes de julio de 2015 y apenas siete meses antes de su fallecimiento, no parece corresponderse con el mutismo que le caracterizó. De ahí que un halo de cierta duda se aposente sobre este acontecimiento literario. Tonja B. Carter, su abogada y asesora legal, tras la muerte de su hermana Alice, confirmaba haber encontrado el manuscrito y contar con la autorización de su autora para su publicación. Rompía el silencio tras 55 años de mutismo. Por su primera obra recibía una cantidad de 3 millones de euros anuales como derechos de autor. Apenas abandonaba la residencia de ancianos de su localidad natal, Monroeville.

Atticus Finch sufría soledad.

En 1962 moría el abogado que asumiera la defensa de dos negros, padre e hijo, cuya sentencia fue el ahorcamiento. Tal vez sea esta la verdadera razón no explicitada y la moraleja literaria post mortem con la que la hija y creadora del personaje que le inspirara su padre, Amasa Coleman Lee, pone en evidencia los principios y valores que éste pretendía defender. Su conducta no estaba inspirada por los derechos civiles. Como tantos otros vecinos de la pequeña población del estado de Alabama que la escritora bautizara como Maycomb, vivía un dramático conflicto interior. La mirada adulta de su hija Scout desvela la verdad en Ve y pon un centinela. ¿Cómo convivir entre aquéllos que segregan, discriminan y criminalizan con el fondo y rumor vivo de la esclavitud? El abogado sureño se erigía involuntariamente en la conciencia de sus vecinos, si bien bajo la investidura de su ejercicio profesional. El hombre sencillo que sin aspavientos se conduce correctamente, sobreponiéndose a las inclinaciones o devociones de sí mismo y sus semejantes.

Billie Holiday canta Strange Fruit.

 “Los árboles del Sur frutos extraños, / sangre en las hojas y sangre en la raíz, /cuerpo negro balanceándose en la brisa del sur, / fruta extraña que cuelga de los álamos”. Harper Lee, anónima escritora, empleada del departamento de reservas de una aerolínea, señala en un pasaje de la novela, “Quería que vieras lo que es realmente el valor, en lugar de tener la idea de que el valor es un hombre con un arma en su mano. El verdadero valor es cuando sabes que tienes todas las de perder, pero emprendes la acción y la llevas a cabo a pesar de todo. Raramente ganas, pero algunas veces lo logras”.

Spencer Tracey era el elegido.

Sin embargo problemas de salud derivados del alcohol le obligaron a rehusar la petición que provenía de la autora. Incluso le escribió con este motivo. Alan J. Pakula y Robert Mulligan, productor y director respectivamente de la versión cinematográfica de Matar a un ruiseñor en 1962, impusieron a Gregory Peck. Y si bien no contaba con el convencimiento de Lee, ésta fue gradualmente modificando su actitud. El actor californiano se desplazó a la población sureña. Mantuvo largas entrevistas con padre e hija. Y tras la primera lectura del guión, la duda se resolvió. La interpretación de Peck mantiene ese pulso de tensión interior que el espectador capta desde el primer momento. No hay estereotipos. La personalidad y sobriedad de su protagonismo escénico adiciona al personaje prestancia, elegancia y estilo tan convincentes como medidos y equilibrados. Sólo así la visión infantil de Scout, la niña independiente, alter ego de la escritora, puede contener en su descripción ese destello que emana del amor y admiración por su padre, y que se desprende líricamente de la relación entre ambos para resistir ante el horror al que se enfrentan: el racismo de sus convecinos.

 

 

 

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