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El premio Nobel sin palabras

           

¿Qué concepción del arte se esconde detrás de los discursos de aceptación de los premios Nobel de literatura?


En 1931, el premio se otorga al poeta sueco  Erik Karlfeldt (1864-1931), que había sido secretario de la Academia y por eso había renunciado al premio en 1919. El premio fue póstumo. Conocido como poeta lírico, Karlfeld desplegó un alto simbolismo dentro de temas regionales que celebraban la vida de los campesinos suecos. Si bien estos personajes viven en armonía con las estaciones, la poesía de Karlfeld contiene también visos de anarquía y por ello, según la presentación de la Academia, sus versos eran una “prueba constante de fortaleza y sustancia de su ser”. Su obra fue publicada en seis volúmenes, entre  los que se destacan Canciones de la naturaleza y el amor (1895), Las canciones de Fridolin (1891), El jardín de los placeres de Fridolin (1901) y El cuerno del otoño (1927). En “Los antepasados”, el poeta canta: “Sus nombres no se mencionan en anales/-vivieron en paz y en humildad-/pero sin embargo, diviso su procesión/extraviándose en lo más oscuro del tiempo”. En 1932, la Academia decide premiar al novelista inglés John Galsworthy (1867-1933), autor de la famosa Saga de los Forsyte, compuesta de cinco volúmenes (El propietario; El veranillo de un Forsyte; El litigio; Despertar; Se alquila) que describen las situaciones de una familia de clase alta inglesa. Galsworthy aprovechó su pluma para retratar, sí, pero también para criticar la moral victoriana y el mismo autor en el prefacio al primer volumen aclara que la palabra saga es usada con ironía. Tampoco en esta ocasión hubo discurso. Para 1933, el premiado es el escritor ruso Ivan Bunin (1870-1953). Entre sus obras se cuentan Caída de la hoja (1901), La aldea (1910), El amor de Mitia (1925) y Días malditos (1925). Bunin, emigrado a Francia, se transforma en el intelectual representativo de las fuerzas anti-bolcheviques. En su breve discurso de aceptación, repara en el hecho que es la primera vez que el premio se otorga a un expatriado y señala que ese gesto es importante porque se necesitan “centros de absoluta independencia en el mundo”. “Estamos unidos”, dice Bunin, “por una verdad: la libertad de pensamiento y conciencia y a esta libertad le debemos la civilización”.

             Y el pescador dijo: “Habla y abrevia tu relato
porque de impaciente que se halla mi alma
se me está saliendo por el pie”.
Las mil y una noches, “Historia del pescador y el efrit”.

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