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El alma por el pie: Pär Lagerkvist, o el profeta de la ansiedad

¿Qué concepción del arte se esconde detrás de los discursos de aceptación de los premios Nobel de literatura?


En 1951 se cumplen 50 años del primer premio Nobel de literatura entregado y el galardón vuelve a casa: se otorga al sueco Pär Lagerkvist (1891-1974). Fue poeta, narrador, dramaturgo y ensayista. No es casualidad que su primera obra teatral se titule El último ser humano (1917); en la presentación, la Academia lo llama “el profeta de la ansiedad”. En un temprano manifiesto titulado “Arte verbal y arte pictórico”, el sueco declaraba que la misión del artista era explicar su tiempo. Toda su obra, basada en un regionalismo individualista de valor universal, está dedicada a ello, desde la poesía de Angustia (1916) y su denuncia de las guerras, pasando por los cuentos irónicos de Historias malignas (1924) y la novela corta El verdugo (1933) donde critica fuertemente el totalitarismo, hasta llegar a su obra más conocida, la novela Barrabás (1950), donde Lagerkvist imagina la vida de Barrabás (el personaje liberado en vez de Jesucristo) luego de su liberación. Hubo una adaptación muy famosa al cine, con Anthony Quinn como Barrabás. En su discurso de aceptación, el escritor sueco realiza una operación inédita hasta ese momento en el historial de la Academia: agradece y dice que ha descubierto un manuscrito perdido de su autoría de 1922 y titulado “El mito de la humanidad”. En él, un hombre y una mujer llegan a un mundo y, aunque es más pobre que los otros mundos que conocen,  deciden quedarse en él un tiempo. En el mundo existe el oscurecimiento; paulatinamente, el hombre construye una casa y tienen hijos. Viven en íntimo contacto con la naturaleza. Un día, la madre anuncia que pronto partirán a su casa y una extrañan sensación parece invadir el lugar; uno de los hijos se va apagando lentamente y muere. El hombre y la mujer envejecen y, cuando llega el tiempo de morir, emiten casi la misma frase: “Debo partir de este mundo donde he vivido toda mi vida porque no es mi casa”. Los hijos los entierran y “un sentido de liberación los invade”. En esta parábola, la muerte es el comienzo, y los dos hijos sobrevivientes estaban listos “para tomar posesión de ese mundo”.

             Y el pescador dijo: “Habla y abrevia tu relato

porque de impaciente que se halla mi alma

se me está saliendo por el pie”.

Las mil y una noches, “Historia del pescador y el efrit”.

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