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Apuntes sobre Anagrama


Jorge Herralde fundó la Editorial Anagrama en 1969 en Barcelona.

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“La «fiebre amarilla”. Así José Manuel Lara, fundador de Editorial Planeta, le decía a la empresa de Herralde, ya que sus libros tenían la tapa de ese color.

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La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, es el long seller de la editorial

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¿Existe alguna relación con Javier Marías después de la ruptura?

 No, cesó la relación. Cesó hace muchos años.

 ¿Y con Enrique Vila-Matas?

 También cesó. Lo que pasa es que con Vila-Matas no hemos coincidido en ningún sitio porque casi no sale de casa. Está ausente de todos los festejos.

(de un reportaje de Ramón Lobo a Jorge Herralde, Jot Down)

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El héroe de las mansardas de Mansard (1983), de Álvaro Pombo, fue el primer Premio Herralde de Novela.

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Los libros de Anagrama siempre fueron caros para los lectores de América Latina.

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Comentario de un librero de Buenos Aires: “los libros de Anagrama son los que más se roban”.

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Premios Herralde que perduran:

El hombre sentimental (Javier Marías); La noche es virgen (Jaime Bayly); Los detectives salvajes (Roberto Bolaño); Casi nunca (Daniel Sada); Ciencias morales (Martín Kohan); El mal de Montano (Enrique Vila- Matas).

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Herralde overrated: El pasado (Alan Pauls)

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Colección «Contraseñas», un abismo fascinante. Top Five: Música de cañerías (Bukowski), Miedo y asco en Las Vegas (Hunter S. Thompson), El libro de Caín (Alexander Trocchi), Matadero cinco (Vonnegut), Yonqui (William S. Burroughs).

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Una de las tantas agradables particularidades del Herralde: muchas veces las novelas finalistas, además de buenos trabajos, han tenido más repercusión que las ganadoras: Muerte de un murciano en La Habana (Teresa Dovalpage), Bajo este sol tremendo (Carlos Busqued), Un lugar llamado Oreja de Perro (Iván Thays).

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“Es un escritor Anagrama”. En mis días de estudiante, entre los amigos, decíamos esa frase como un código para darle crédito a un autor si merecía una lectura.

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Algunos traductores:

El Uruguayo ( Copi), Enrique Vila-Matas; Transatlántico (Witold Gombrowicz), Sergio Pitol; Mentiras de mujeres (Liudmila Ulítskaya), Marta Rebón; Las cosas que llevaban los hombres que lucharon (Tim O’Brien), Elvio E. Gandolfo; La folie  Baudelaire (Roberto Calasso), Edgardo Dobry; Memorias de un antisemita (Gregor von Rezzori), Juan Villoro.

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En el 2010 la editorial fue vendida a la italiana Feltrinelli.

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Si traducir significa poner en circulación, transportar, diseminar, explicar –en palabras de Susan Sontag– es fundamental el rol que ha tenido la editorial en dar a conocer en castellano a los principales escritores de las últimas décadas. Al menos dos generaciones de iberoamericanos le debemos las tempranas + estimulantes lecturas. Algunos de ese elenco estable: Sam Shepard,  Raymond Carver,  Tom Wolfe,  Gesualdo Bufalino, Martin Amis, Michel Houellebecq, Ian McEwan, Kazuo Ishiguro, Antonio Tabucchi, Ryszard Kapuscinski.

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Julio Vivas es el artista que supo darle el look a los libros de Anagrama. Las portadas de la colección Contraseñas, con sus collages lisérgicos deudores de la cultura underground del comic americano de los 60, eran otro lujo a la vista.

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“A Trilogía siguieron con regularidad El Rey de La Habana y Animal tropical, dos novelas, y El insaciable hombre araña y Carne de perro, dos libros de relatos que también pueden leerse como novelas. Aunque en realidad toda su obra es un contínuum, contado (excepto en El Rey de La Habana y algunos cuentos) en primera persona por un personaje con el inequívoco nombre de Pedro Juan, una suerte de autobiografía fragmentada. Y ésta es una de las claves del éxito de sus libros de relatos -un género tan castigado comercialmente-, ya que proponen otro tipo de lectura, más directa y confianzuda (con «el trato continuado», ya se sabe), al igual que los libros de cuentos de Bukowski”.

(ensayo de Jorge Herralde sobre Pedro Juan Gutiérrez)

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Retratos, de Capote, creo que fue el primer libro que compré de Anagrama.

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“Pitillos”, «Tío», «Bragas», “Follar”, “Gilipollas” Algunos localismos ibéricos que los lectores latinoamericanos aprendimos leyendo algunas traducciones.

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En junio de 2009 se creó “Otra vuelta de tuerca”: colección que rescata aquellos títulos (“offbeat y rompedores”, en palabras de Herralde ) que merecen reeditarse. Algunos: Pan (Knut Hamsun), Nubosidad variable (Carmen Martín Gaite), Centuria (Giorgio Manganelli), Mi padre y yo (, J.R. Ackerley)

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–¿Cuál es la lógica que prevalece para usted a la hora de editar un libro?

–Hay dos ejes bastante claros: progresismo político y vanguardismo cultural, aunque tanto la palabra progresismo como vanguardismo estén un poco obsoletas y desacreditadas. Anagrama nació como una editorial antifranquista y fue una de las más perseguidas. Para mí era muy estimulante luchar contra la censura franquista, ampliar los espacios de libertad e incorporar la enorme cantidad de textos y autores que la censura franquista había prohibido drásticamente, y que poco a poco fuimos consiguiendo colar.

(de un reportaje de Silvina Friera a Jorge Herralde, Página 12)

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El oficio de vivir, de Pavese, fue el primer libro que publicó la editorial.

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“La obra de Reinaldo Arenas ya está perdida. La de Puig, la de Copi, la de Roberto Arlt. Ya nadie lee a Ibarguengoitia. Monterroso, que perfectamente bien hubiera podido declarar que tres de sus personajes inolvidables son Mandela, García Márquez y Vargas Llosa, tal vez cambiando a Vargas Llosa por Bryce Echenique, no tardará en entrar de lleno en la mecánica del olvido. Ahora es la época del escritor funcionario, del escritor matón, del escritor que va al gimnasio, del escritor que cura sus males en Houston o en la Clínica Mayo de New York”.

(Roberto Bolaño, Los mitos de Cthulhu, El gaucho insufrible, Anagrama, obvio)

 

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