Crónica de una noche de jazz en Coral Gables

El 2017 arrancó con clima bizarro.

Presidente nuevo que recién asume y ya se pelea los twitterazos con Meryl Streep, un demente que saca un arma de su maleta y mata a 5 en el aeropuerto de Fort Lauderdale, un último día del año caluroso y un 9 de enero con la estufa encendida, Miami crece hacia arriba y parece que nadie chequea si abajo hay base que la sostenga.

(A veces pienso que la inundación producto del calentamiento global pronosticada para esta ciudad, nunca ocurrirá de la manera que pensamos. En realidad, el agua nos va a tapar porque la ciudad se va a hundir por el peso de los rascacielos)

Antes que nada, feliz 2017.

Que se cumplan tus deseos, sueños, ideas y que todo te salga como más te guste.

Te extrañé este mes de diciembre. Aunque pasó rápido y bastante sacudido entre celebraciones, despedidas, viajes, vacaciones, tarjetas de crédito abultadas y propósitos que seguramente postergaremos 365 días más, me hizo mucha falta este monólogo compartido.

Mi hijo dice que ante una pregunta concreta, las mujeres terminamos yéndonos por las ramas y hablando de cualquier cosa.

Tiene razón.

De hecho ya pasaron 201 palabras y no fui al punto.

Algo que sabes de mí es que me gusta la música. Y mucho.

Miami Jazz Coop es una organización de amantes del jazz, que cumplió 7 años de organizar conciertos gratuitos con excelentes músicos en distintas zonas de la ciudad, además de establecer programas de estudio musical para jóvenes y espacios de ensayo para bandas de jazz que no pueden afrontar esos costos.

Jazz in the Gables forma parte de esta cooperativa. Solía ofrecer conciertos frente al Museo de Coral Gables y desde hace un par de meses, se mudó a la pequeña plazoleta que existe entre Barnes and Noble y la hamburguesería nueva. Ahí, los martes a partir de las 6 pm, hay jazz.

Y del bueno.

Y gratis.

Doblemente bueno.

Para un martes 10 de enero en Miami, la noche estaba agradablemente cálida. Un sexto sentido me insinuó que fuera en carro y llevara abrigo. Lo dejé a unas dos cuadras, Miracle Mile está terrible con la ampliación y caminé hasta la plazoleta.

Admiro a los que saben ver los espacios. Lo que para tí o para mí podría ser un simple shortcut entre Miracle Mile y el estacionamiento de Barnes and Noble, para otros puede ser un enorme venue para conciertos con un escenario, mesas, sillas, y hasta velas, a la luz de las estrellas.

Me senté en una de las sillas blancas libres, en el momento justo en que le daban la bienvenida a la banda de jazz y a la cantante, Verónica Swift.

Vestido negro, guantes, tacones, cabello lacio y labial rojo, Verónica tomó el micrófono y «soltó» su primera canción.

La soltó, sí.

Como un toro que finalmente se libera de las ataduras, pero con la fijación certera de que su objetivo es el paño rojo. Nada más que eso. No había otra cosa que robara su atención.

Verónica tiene 22 años, nació en Nueva York, dos CDs en su haber: uno que grabó a los 9 años y otro a los 13.

Hace 2 años obtuvo el segundo puesto en el Thelonious Monk Competition y ganó un full scholarship en University of Miami en Jazz Voice.

Más allá de su académica y completa biografía, su voz es maravillosa. Como si no le costara esfuerzo, las notas surgían de su garganta afinada, con claridad, firmeza y emoción.

Deleitandome con su voz estaba, cuando sentí unas gotas de lluvia sobre mi cabeza.

Otra vez el clima de Miami.

Miré al cielo y las perspectivas de que dejara de llover eran casi nulas.

Verónica siguió cantando, teclado, contrabajo y batería no dejaron de tocar, mientras los que habíamos quedado buscamos refugio en una carpa al lado del escenario.

Eramos pocos. La esposa de uno de los músicos y su madre, dos señores que se conocían de la vida, la esposa de uno de los organizadores y yo.

El resto, huyó cuando la lluvia se volvió tormenta.

Verónica intentó seguir cantando, pero el agua ya había dejado de ser romántica para convertirse en algo molesto y peligroso y decidieron detenerse.

Bastaron tres canciones nada más para alegrarme la noche.

Me subí la capucha de mi campera de piel (afortunadamente aprendí a escuchar a mi voz interior) y caminé hacia el auto.

Y ahí noté una ausencia en la voz de Verónica.

No era técnica, no era afinación, no era ritmo.  Ni siquiera era en la voz.

Era, es, con todo el respeto que se merece y espero que mi atrevimiento no lo considere fuera de lugar…un amor bizarro.

De esos que te dejan sin sueño en las noches, que te sacan del centro durante el día y que muchas veces, desaparecen sin dejar más que un amargo recuerdo.

Que te sacuden la dormidera del alma y te engrandecen las virtudes.

De esos amores que no sabes si duraran un día, un mes o la vida entera, pero que vale la pena vivirlos.

Como Miami y su clima bizarro.

Jazz in the Gables.

Cada Martes a las 6 pm. Mc Bride Plaza

150 Miracle Mile. Hasta el 28 de marzo.

 

 

 

 

 

Gabriela Guimarey

Gabriela Guimarey nació en Buenos Aires. Fue presentadora y locutora de radio en su país, hasta que se mudó a Estados Unidos en el 2001. A partir de ese momento cambió su ángulo de observación y se transformó en Productora de Contenido y guionista para Promofilm US, Plural Entertainment, Zodiak Latino, Endemol, Telemundo, Cinemat y Univisión. Pinta cuadros, piedras de río y las paredes de su casa, es Reiki Master y especialista en Té. Escribe desde siempre. Tiene 2 hijos que adora, dos gatos, un árbol de mango, otro de aguacate, toca la guitarra cuando tiene ganas, espera algún día tomar clases de piano y bajar los 5 kilos que dice que le sobran. Milán Kundera, Arturo Perez Reverte, José Saramago, Raymond Carver, Rosa Montero, Claudia Piñeiro, Marcela Serrano son algunos de los autores con más libros en su biblioteca. Colecciona vinilos de Carole King, Miles Davis, Crosby Still Nash and Young, Carpenters, Joni Mitchell, The Who y Kendrik Lamar.

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