Es la 1:19 de la tarde y mientras espero mi Uber pool mato el tiempo leyendo un poco sobre la vida de Jean Michel Basquiat.
Buena parte de sus cuadernos de notas están expuestos en el PAMM, el Museo de Jorge Perez, ahí mismito donde empieza el mar. O termina.
Como la exhibición, que finaliza el 16 de octubre.
El «driver» del Uber llegó puntual a la puerta de mi casa. Me tocaba compartir el viaje con alguien más que estaba sentado en el asiento de atrás. No pude ver su cara porque últimamente se han vuelto a poner de moda los autos con vidrios polarizados y no me enteré nunca si mi acompañante era alto, bajo, gordo, flaco, pelón o peludo. Ocupé el asiento delantero, al lado del conductor. En un momento se me cruzó por la mente que el de atrás podía tener un cuchillo y cortarme la garganta. Pero no fue así como podrás notar.
I95 hasta Goverment Center, donde se bajó el señor invisible y potencial asesino y de ahí, al Museo.
El clima de la ciudad estos días es perfecto. Mientras el huracán Matthew arrasó con la vida de cientos en Haití, Cuba y Bahamas, destruyó casas, calles y todo lo que encontró por su paso en Jacksonville, Savannah y otras ciudades mas al norte, aquí trajo un viento cálido con descenso de temperatura y humedad, algún árbol caído, un par de intentos en vano de devolver generadores a Home Depot, algunas colectas para juntar ropa y alimentos para los que se quedaron sin nada y ya.
Bajé en la puerta del Museo.
Hacía unos meses que no iba y los árboles de la entrada habían crecido bastante. Siempre me gustó el diseño del PAMM, me recuerda The Getty Museum en Los Ángeles.
Una parada previa en las hamacas de acero de la entrada para respirar aire puro del mar, deleitarme con las plantas colgantes y caminé hacia la entrada. Saqué mi carnet de estudiante del MDCC para un descuento y terminé comprando un pase anual.
Tenía bastante expectativa con esta muestra de Basquiat: The Unknown Notebooks, una selección de 160 páginas de sus escritos en los cuadernos clásicos de escuela, tapa negra y blanca (si habré comprado de esos para mis hijos…) con algunos de sus trabajos en papel y obras a gran escala.
La muestra estaba en el segundo piso, pero decidí empezar por el primero. Es como cuando te comes el postre despacito, te mueres por hincarle el diente, pero prefieres ir masoquístamente cortando trocitos con la cuchara: primero el borde medio seco de la masa, luego un poquito del relleno, te relames y otro bocado y así, hasta que no te queda más remedio que comerte el merengue, que en realidad era lo que más te gustaba del asunto.
De todas maneras, me topé con tres cuadros de Guillermo Kuitca. Pintor argentino, de larga trayectoria y que me gusta mucho. Así que valió la pena el desvío.
Vamos al grano.
Jean Michel Basquiat y 8 de sus notebooks.
160 páginas de palabras, algunas tachadas, garabatos, números de teléfono, coronas, esqueletos, palabras obsesivas repetidas, MAYÚSCULAS, emociones de contraste. La muestra es extensa en profundidad, lo suficiente como para entender que el pibe vivió todo lo que puede vivir una persona con cierta inteligencia durante unos 80 años, en apenas 27.
Otro más de la lista del Club de famosos que murieron a los 27 y de forma trágica: Jimmi Hendrix, Amy Winehouse, Kurt Cobain, Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison.
Basquiat murió hace casi 30 años, pero su estilo está muy presente en esta ciudad. Su combinación de culturas caribeñas provenientes de su padre haitiano y su madre puertorriqueña, su crianza en NY y las raíces africanas ancestrales fueron los responsables de crear su propio vocabulario visual, muy al estilo de Miami.
A lo largo de las 160 páginas, sus palabras conforman una estética original. La caligrafía controlada y sus mayúsculas intencionales se transforman. En un punto se funden las letras, las palabras y su significado, con la forma, el color y la disposición, creando una pieza de arte única.
Un grupo de mujeres detuvieron el fluir de mi recorrida. Paradas frente a uno de los cuadros que intenté ver, debatían acaloradamente sobre los años 70. Tanto que se les olvidó el tiempo y el espacio. El cuadro me quedó pendiente, ni siquiera me animé a pedirles que se movieran de lugar, tal era de encendida la charla.
En otra sala, una proyección de una entrevista de Basquiat lo mostraba tímido, introspectivo, con un sobretodo negro, sus dreadlocks y un aerosol en la mano mientras pintaba una pared de Manhattan.
«Tacho las palabras para que se vean más. El hecho de que estén menos claras hace que las quieras leer». Jean Michel Basquiat.
El PAMM es un museo que uno debería recorrer con más frecuencia. Su diseño es espectacular y si miras con detalle, cada ventana hacia el puente de la 5, es una obra de arte viva, más valiosa que los cuadros colgados de las paredes de las salas.
Ahora entiendo por qué compré el pase anual…
Tomé el camino que pasa por detrás de la construcción del nuevo planetario y vi la ciudad con otros ojos. A mi izquierda, el mar, enfrente mío, la nueva torre que nos dejó como regalo, como un homenaje a ella misma: Zaha Hadid, arquitecta maravillosa que murió en marzo de este año, aquí en Miami.
Esperé mi Uber pool sentada en un banco del bus. Otro carro con vidrios polarizados. Ni idea quien iba detrás.
PAMM. Perez Art Museum Miami
1103 Biscayne Blvd. Miami FL 33132