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Lee Child y la violencia que está entre nosotros.

Jim Grant nació en Coventry (Inglaterra) en 1954. A los cuarenta años, cuando perdió su trabajo como productor y guionista de la televisión británica, decidió probar con la literatura policial y se buscó un seudónimo, Lee Child, que permitiera a sus libros ubicarse en las estanterías entre dos grandes del género, Raymond Chandler y Agatha Christie. Su primera novela se tituló Zona peligrosa (1997), y fue protagonizada por un personaje que con el trascurso del tiempo ha ido tomando una envergadura envidiable, más allá de sus singulares atributos físicos: Jack Reacher, alguien parecido a un jugador de rugby, “un tipo enorme y feo”, tal como lo define su propio creador, un veterano de guerra que mide casi dos metros, pesa 113 kilos y que cada tanto acepta algún caso como detective privado.

La saga de Reacher ya ha superado la veintena de títulos, ha sido traducida a cincuenta idiomas, vende millones de ejemplares en todo el planeta y su autor se mudó a Estados Unidos apenas comenzada su carrera. Dos de sus historias fueron llevadas al cine con suerte dispar: ambas, interpretadas por Tom Cruise, fueron la estupenda Jack Reacher (One shot, 2012, con la ayudita de un villano muy cruel protagonizado por Werner Herzog) y la fallida Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás (2016). Entre el aluvión, ahora ha sido reeditada la séptima novela, Ajuste de cuentas, titulada en inglés Persuader (2003) y editada por primera vez en castellano como El inductor (2004). Como toda obra de género que se precie y quiera tener éxito, reúne todo lo necesario: diálogos vertiginosos, violencia desmadrada, algún furtivo toque romántico, ni un gramo de culpa cada vez que uno de los buenos tiene que despachar a uno de los malos, enigmas que mantienen en vilo al lector, soluciones que parecen salidas del cerebro de un prestidigitador y conclusiones lo suficientemente ambiguas como para que uno se ponga a esperar, apenas terminado el libro, el siguiente título.

Reconociendo al enemigo

Reacher nació en 1960 en Berlín a consecuencia de uno de los tantos destinos de su padre, un marine finalmente asentado en Corea. Habiendo integrado la Policía militar, es prácticamente un vagabundo que, cuando no está envuelto en uno de sus purulentos casos, suele viajar de un lado a otro de Estados Unidos en ómnibus de línea, dejando pasar la vida y crecer las incógnitas que se pueden tejer a su alrededor, “cargando sólo un cepillo de dientes, un pasaporte y una tarjeta de débito”. El secuestro y posterior búsqueda de una mujer en las calles de Chicago (Morir en el intento), la muerte de un investigador privado en la Florida mientras Reacher intenta pasar unos días a puro sol (Trampa mortal), un hombre acusado de matar a cinco personas en un tiroteo en medio de una multitud y el posterior esclarecimiento del caso (Un disparo), un suicidio en Manhattan que sin embargo oculta un oscuro secreto (Mañana habrá desaparecido), son algunos de los argumentos que alimentan la obra de Child.

Algunas de las historias son narradas en primera persona, otras en tercera. La lista de títulos no respeta una sucesión cronológica precisa (Noche caliente es una breve novela en la que Reacher no ha llegado a cumplir diecisiete años, en otras corre tiempo presente, en otras vuelve al pasado, a la caída del Muro de Berlín y a un Reacher aún activo en el Ejército, como por ejemplo en El enemigo): Child va y viene y parece decirnos que está construyendo una obra con cierta convicción aleatoria, y que su purismo pasa por conocer a fondo el material que nos entrega, sin fisuras de información ni tropiezos argumentales. Y así sucede exactamente con Ajuste de cuentas. Una noche, paseando por Boston, el investigador ve a un hombre a quien creía haber dado muerte diez años antes. Se trata de un ex oficial del Ejército que vendía datos sobre el desarrollo de un arma secreta a un país de Oriente Medio, responsable además de haber ultimado a una mujer de la que, por aquel entonces, siendo Reacher un oficial en actividad, se estaba enamorando.

El individuo (Frank Quinn) se sube a un automóvil, Reacher logra memorizar la matrícula pero cuando pide información sobre la misma, es abordado por un grupo de agentes federales que están vigilando una organización que, en apariencia, trafica heroína, y a cuyo servicio estaría el vehículo en cuestión. Y con tal de acercarse a su presa, el detective llega a un acuerdo y logra infiltrarse en los recovecos de una banda impiadosa, de la que Quinn es, en las más cerradas sombras, su indiscutible líder.

El miedo a la soledad

En algo más de veinte años Child ha hecho una fortuna y los derechos de autor le han permitido comprarse una casa en Saint-Tropez, otra en East Sussex, un piso en la zona de Central Park, Nueva York, donde vivía junto a su esposa hasta que, en un viaje buscando locaciones, ambos conocieron Wyoming y se instalaron en una granja a pocos kilómetros de Laramie, desde donde pueden ver las Montañas Rocosas e inspirarse para nuevos trabajos (su última novela, Blue Moon, fue publicada a fines del año pasado). Desde allí, según comenta Janet Maslin, cronista de The New York Times, controla además los pasos para que Amazon termine de filmar una serie televisiva basada en Reacher, pero esta vez sin la presencia de Cruise (“es demasiado viejo para estas cosas, tiene 57 años, necesita seguir adelante”, comentó hace poco).

Acaso cabalista al extremo, Child comienza todos los 1º de setiembre una nueva novela, y cada vez que lo hace se siente como un audaz equilibrista. “Es un riesgo porque no tienes red de seguridad”, le confesó a la periodista Caroline Sanderson en entrevista aparecida en la página inglesa de Penguin. “Es como un actor de cine que salta de un edificio alto, esperando que la gente coloque la bolsa de aire en su lugar cuando aterrice. Para mí, es esencial no tener un bosquejo de antemano, porque quiero sentarme a escribir con exactamente el mismo nivel de interés que el lector que se sienta a leer. Están emocionados de saber lo que sucederá después. Y eso es exactamente lo que quiero saber también: ¿qué pasará después? Me deleito en ese paseo.”

A la pregunta de cuál es el secreto para mantener el interés por un personaje como el suyo, Child sostuvo que lo que lo había liberado fue “hacer desde el principio que no tuviera raíces. Esto me da una tremenda flexibilidad. Reacher no está vinculado a ningún lugar, y tampoco está vinculado a ningún estrato de investigación en particular, como podría decirse de un sargento de policía en un pueblo en particular. De esa manera, el tono de cada historia puede ser radicalmente diferente… Pero la tensión psicológica fundamental dentro de Reacher es que le encanta estar solo, pero también le preocupa estar solo. Ese es un muy buen equilibrio para él. Así que creo que en algún momento su miedo a la soledad superará su amor por la soledad”.

Ajuste de cuentas, de Lee Child, RBA, Barcelona, 2019, 504 páginas, traducción de V.M. García de Isusi

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