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De pesca con Cecília Meireles

Entre palmeras y almendros a mi izquierda y el impetuoso Pacífico a mi derecha, camino a lo largo de la playa desierta. Hasta las gaviotas y los playeritos se han escondido en Playa Bejuco. Solamente me acompaña una fragata magnífica que sobrevuela la larga línea de la costa.

Las olas rompen con violencia y se adentran en la arena hasta dibujar patrones ondulados de espuma. De inmediato retroceden, para volver a su hogar-océano en la resaca. Nuevas olas rompen, se extienden y retroceden.

En el vaivén de ondulaciones a veces atisbo la forma de manos abiertas de largos dedos extendidos: el mar acaricia a la tierra con sus manos de espuma.

Reconozco la imagen gracias al poema «Pescaria» de la brasileña Cecília Meireles. Se supone que es un poema infantil pero es de tal belleza y delicadeza que conmueve a cualquier corazón, joven o viejo.

Reconozco las manos del mar además por la forma en que Analúcia Godoi animó el poema de Meireles en un bellísimo corto animado creado con arena, tinta y escáner. Ana es una artista audiovisual paulista de corazón sensible, imaginación potente y enorme pasión por la cultura popular brasileña.

Mientras camino por la playa, recuerdo a Cecília, Ana y el poema. Los versos iniciales pintan una escena de un día de pesca en la playa:

Cesto de peixes no chão.
Cheio de peixes, o mar.
Cheiro de peixe pelo ar.
E peixes no chão.

Yo imagino no sólo el cesto de pescados en la arena y su olor impregnando el aire, sino también a un grupo de garotos pescando con cuerda en el Atlántico brasileño —quizá en el Río de Janeiro de Cecília— jugando y riendo, como los chiquillos que suelen pescar acá, en el Pacífico costarricense.

La escena parece tierna. Pero el mar llora. Sus manos espumosas van y vienen, procurando rescatar a sus hijos. Se acercan, casi acarician a los peces en la arena, pero no logran traerlos de vuelta a su hogar:

Chora a espuma pela areia,
na maré cheia.

As mãos do mar vêm e vão,
as mãos do mar pela areia
onde os peixes estão.

As mãos do mar vêm e vão,
em vão.
Não chegarão
aos peixes do chão.

Por isso chora, na areia,
a espuma da maré cheia

Visualizo la escena al repasar los versos. Las manos del mar van y vienen, y llora, sobre la arena, la espuma de la marea alta.

Pero visualizarla no es suficiente para vivir el día de pesca con Cecília. Al poema hay que escucharlo en portugués, ojalá en la voz de una guria. Por eso me gusta el audiovisual de Ana. Captura la sonoridad, la cadencia, el juego de sonidos y vocalizaciones de “Pescaria”.

Acá, frente al océano, no puedo escucharlo. Pero sí escucho a la voz del Pacífico. Me invita a nadar, a jugar, como uno de sus hijos, los peces. Atiendo al llamado y entro al mar cheio de peixes.

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