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Por qué los jóvenes apoyan a Bernie Sanders


Sanders no alcanzará la presidencia; sin embargo, ha sido el candidato preferido de los jóvenes en esta campaña electoral donde el fascismo y el socialismo se han enfrentado.


Bernie Sanders, senador por Vermont, no será presidente. La ex secretaria de Estado Hillary Clinton ya es prácticamente la nominada por el Partido Demócrata, pero Sanders prometió continuar la batalla hasta la convención del partido en Filadelfia, a finales de julio.

Sanders no alcanzará la presidencia; sin embargo, ha sido el candidato preferido de los jóvenes en esta singular campaña electoral donde el fascismo y el socialismo se han enfrentado en muchos momentos, y una mujer, por primera vez en la historia de la nación, puede ganar la Casa Blanca.

Según un sondeo del encuestador republicano Frank Luntz realizado el pasado febrero, el 45 por ciento de los jóvenes dijeron que votarían por Sanders si la elección fuera en ese momento. El 19 por ciento habría votado por Hillary. Y el 10 por ciento por el republicano Donald Trump.

¿Por qué el candidato más viejo de ambos partidos ha sido el favorito de la juventud norteamericana? La respuesta hay que buscarla en un profundo cambio de mentalidad entre los jóvenes de los Estados Unidos.

Los integrantes de la Generación del Milenio –firmes partidarios de Sanders– nacieron después de la Guerra Fría. Para ellos, la Unión Soviética pertenece a los libros de historia, y el oso no está a las puertas.

No fueron adoctrinados en el anticomunismo como los norteamericanos de la era de Truman, el presidente que lanzó dos bombas atómicas contra Japón para demostrar a Moscú quiénes eran los nuevos dueños del mundo, y de la época de McCarthy, el senador que persiguió implacablemente a los sospechosos de abrigar ideas de izquierda.

Para los jóvenes de hoy, el problema mayor no es la amenaza de una invasión rusa contra Europa, sino la injerencia de las grandes corporaciones en su educación, en su trabajo y en su vida personal. Por culpa de las maromas especulativas que llevaron al país a una recesión en 2008, han visto a sus padres endeudados hasta el cuello o haciendo las maletas al perder la casa. Se han visto ellos mismos saliendo de la universidad con una deuda monstruosa. Los que pueden cursar estudios universitarios, claro, porque muchos sencillamente no pueden. Y ahora están aceptando trabajos a jornada parcial, muchas veces mal pagados, porque hay que sobrevivir de alguna manera.

No es extraño entonces que la mayoría de los jóvenes (el 66 por ciento) haya dicho que las grandes corporaciones “encarnan todo lo que está mal en los Estados Unidos”, frente al 34 por ciento que piensa lo contrario. Y que el 58 por ciento considere que el socialismo es un sistema más compasivo que el capitalismo, mientras el 33 por ciento piensa que no es así. Aclaremos que el socialismo al que se refieren Sanders y los jóvenes que lo siguen no es una brutal dictadura estalinista o maoísta, sino una socialdemocracia como las que existen en Europa.

Por eso Sanders conquistó al electorado juvenil. Porque sincronizó con las ideas de la juventud. Porque dijo que necesitábamos medicina y educación universitaria gratis, costeadas con nuestros impuestos. Eso es perfectamente posible en el país más rico del mundo. Si lo hacen la mayor parte de las naciones europeas y Canadá, ¿cómo no va a lograrse en los Estados Unidos? Bastaría con que dejen de darles tantos privilegios fiscales a las corporaciones y los adinerados.

En la encuesta de Luntz, el 88 por ciento de los jóvenes dijeron que se sentían por lo menos algo optimistas con su futuro, y el 75 por ciento piensa que económicamente les irá mejor que a sus padres. ¿Se sienten optimistas porque confían en el triunfo de sus ideas?

“No nos equivoquemos”, dijo Luntz sobre las preferencias electorales de los jóvenes y su apoyo a Sanders. “Esto puede traer un cambio enorme en Norteamérica”.

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