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París también sucede en Medio Oriente

Las noticias de los ataques terroristas en París el pasado 13 de noviembre han ocupado los titulares de los medios, estremeciendo a un mundo ya desde hace tiempo horrorizado con tanta violencia.

La matanza llevada a cabo por un pequeño grupo de terroristas en París ha estado en lugar destacado en las primeras planas de los diarios, en los análisis de los expertos y en los discursos de los políticos. Pero los medios apenas prestaron atención a otro atentado terrorista cometido por el Estado Islámico (también llamado ISIS) un día antes del de París, en Beirut.

Dos ataques cometidos por militantes suicidas dejaron 45 muertos en la capital del Líbano y más de 200 heridos. El penoso saldo habría sido aún más alto de no haber sido por la acción heroica de un hombre, un padre de familia, llamado Adel Termos.

Este hombre de 32 años de edad, mecánico de profesión y seguidor de la religión musulmana –la religión que tanto denuestan muchos de nuestros políticos, expertos, comentaristas y vecinos–, se encontraba en un mercado al aire libre con su hija de seis años de edad cuando un suicida detonó los explosivos que llevaba encima. En medio del caos, Termos vio a un segundo terrorista que se disponía a activar una bomba, y tomó su decisión en fracciones de segundo. Valientemente, Termos corrió hacia el terrorista, saltó sobre él, lo lanzó al suelo y lo sujetó, cubriéndolo con su cuerpo. La bomba estalló y mató a Termos, pero muchas personas se salvaron, entre ellas la propia hija del héroe.

Elie Fares, un médico y bloguero de Beirut, escribió en su blog en el momento del incidente: “Esta noche, Adel ya no está en este mundo, pero su legado vivirá por muchos años, y las repercusiones de su heroísmo se convertirán en una historia que se deberá contar: Adel es la razón por la que no estamos hablando hoy de cientos de muertos; es la razón por la que muchas familias todavía tienen a sus hijos, a sus hijas, a sus padres y a sus madres; él es un héroe libanés cuyo nombre debería estar en lugar destacado en todos los medios de prensa”.

Los medios occidentales se han concentrado en los atentados de París. Cierto: la Ciudad Luz está más cerca de las mentes y los corazones de los occidentales que Beirut, que otros lugares que también han sufrido la crueldad y la demencia de los terroristas del Estado Islámico. Francia nos legó los postulados humanistas de su revolución: la libertad, la igualdad, la fraternidad. París es un emblema de nuestra civilización, un altar de nuestra cultura. No es por capricho que nos concentramos más en los atentados del 13 de noviembre en suelo galo. Pero esa afinidad con la nación de Montesquieu, de Voltaire, de Víctor Hugo y de Zola no debe hacernos olvidar que el azote de los terroristas es igual de implacable en muchos otros lugares.

En los países del Oriente Medio devastados por la plaga del terrorismo, tragedias como la de París el 13 de noviembre ocurren todos los días. Por eso el rechazo a ISIS en países de mayoría musulmana es abrumador. Solo en el Líbano, el 100 por ciento de la población repudia al ejército terrorista, según una reciente encuesta del Pew Research Center.

Ese rechazo en países cuya población suele ser difamada por los extremistas del lado de acá, redobla la esperanza de que en la lucha contra ISIS, contra Al Qaeda, contra Boko Haram, es posible alcanzar la victoria, se alcanzará la victoria.

Debemos llorar a las víctimas de París, pero también a los caídos bajo el embate de ISIS en tantos otros lugares, a las víctimas del avión ruso derribado por los terroristas el pasado 31 de octubre, a los muertos en Beirut el 13 de noviembre. Beirut, una ciudad que en tiempos mejores se conocía como el París del Oriente Medio.

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