Search
Close this search box.

Irma Almodóvar

La peor de mis pesadillas: quedarme varado en plena carretera del éxodo miamense, sin gasolina, a la merced de la jodida de Irma. Me imaginé en un estado de conmoción tal donde se pierde el miedo por completo. Me imaginé también de pie, desafiante en la carretera desierta. La doble línea amarilla pasa entre mis pies y se fuga ahí donde le gustaba a Kubrik. Y yo esperando a Irma con el cuchillo entre los dientes.

Abrí un ojo. En una diminuta habitación de hotel perdido en un pueblo de Georgia, estábamos mi hijo, mi perro, mi ex mujer, la madre de mi ex mujer. Y empecé a gritar aterrado como un niño que se ha despertado sudando y aún no sabe si fue verdad o solo un mal sueño.

Cinco dias antes, Edson, mi amigo brasileño que atravesaba por primera vez una hecatombe meteorológica de este tipo, se impacientaba.

–¿Qué se hace en estos casos?

–Cruzás los dedos y el huracán se va para otro lado –le decía yo sabiendo que era una simplificación egocéntrica del pensamiento fantástico. Todos sabemos que es la santería de Miami la que aleja inexplicablemente los huracanes.

Hay marcas que se frotan las manos cada vez que vienen estas amenazas con nombre de vecina chismosa. Los Home Depot, los Publix, ¿las gasolineras?, los noticieros locales (el tipo del informe meteorológico pasa de ignoto a oráculo en un solo “projected path”). Ahora hay una nueva industria que tiene una chance más durante el fenómeno: las apps. A mi desktop desmadrado de íconos esta vez sumé gasbuddy y windy. Cuando esta última proyectaba las ráfagas de Irma en el carrusel de Miami, me empecé a preocupar. Dos días estuve que-me-voy-que-me-quedo.

Autos alemanes. Moda italiana. Cocina francesa. Para ayudarme con los los shutters de la casa, know how cubano. Roberto me pasó el teléfono de estos dos magos que me colocaron las planchas salvadoras. Me dijeron que les sobraba trabajo, que únicamente habían cruzado la ciudad porque yo era amigo de Roberto. Esa noche, Roberto me cuenta que nunca llegaron a ayudarlo a él. Al día siguiente, cuando llegan a ayudarlo, todos nos damos cuenta que el Roberto al que ellos creían estar devolviéndole favores, no era el Roberto que me había pasado el dato. Yo suelo ver estos equívocos que patean para mi lado como señales positivas del universo.

Iznel nació en Matanzas, Cuba. Aparentemente, alguien en la familia se puso de culo contra el regimen y éstos, que no andan con medias tintas, reubicaron a todo el clan en un pueblo-cárcel cuyo nombre no recuerdo por 10 años. Para cuando los dejaron volver, ya no sabían para qué volver. Su socio, también cubano, tenía una hija en la selección nacional de Yudo que venía de competir en Argentina. Cuando estos domadores de ciclones me dijeron que ellos tenían todas las provisiones en la truck para iniciar el éxodo, tomé la decisión.

Al borde del ataque de nervios, los Almodóvar salimos a la ruta rumbo a Filadelfia. Si Irma posaba sus caderas sobre Miami, no tendríamos energía por meses. A las dos cuadras noté que me había quitado el peso de un refrigerador de los hombros. Además del perro, el hijo, la ex y la madre de la ex, nos acompañó –en diminuto Toyota Prius C (god save the Hybrid)–, durante todo el éxodo, el ya mencionado oráculo de Univisión 23. Cada uno enfrenta los fantasmas de manera muy personal. Teo y yo, con el animé Naruto. El resto de la tropa con el reality de Irma.

–La trayectoria del Huracán Irma se ha movido al Oeste y estaría entrando por Forth Myers –dictaminó el oráculo.

–Believe it! –dije pensando que entre la santería y algún yutsu capaz de redirigir el chakra habían empujado a Irma. Miami sobrevivirá hasta que el nivel del agua del calentamiento global lo hunda de todas maneras, sin necesidad de Huracanes.

Unos días después del paso de Irma Almodóvar, me ví con Edson.

Enarbolé mi yutsu: los dedos cruzados.

–¿Viste? –le dije–. Funciona.

 

Relacionadas

Suburbano Ediciones Contacto

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
WhatsApp
Reddit