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El robo del siglo

El ladrón de joyas más grande de la historia de Estados Unidos, fue un campeón de surf que vivía en Miami Beach.


 

Miami Beach se repuso rápido de la Segunda Guerra Mundial y surgió como una metrópolis frente al mar, en la que incluso Winston Churchill pasó unas vacaciones para despejarse de las secuelas de la Guerra. El renacimiento dio paso a la época dorada de la industria hotelera, y a una competencia de lujo y glamour entre los icónicos Sans Souci, Fontainbleu y Eden Roc de la cual salió airoso el Fontainbleu. Producto de un capricho del businessman Ben Novak en su afán de acuñar su propio estilo Modern French Provincial —una adaptación del estilo francés a Miami Beach— el Fontainbleu es uno de los lugares míticos y legendarios de Miami, en su momento fue el único hotel que tenía dress code nocturno —damas de cocktail dress y caballeros de traje y corbata—, patio trasero de Frank Sinatra donde jamás pagó ni por una Coca Cola, y sus habitaciones fueron testigos privilegiados del affair entre John F. Kennedy y Marlylin Monroe. Pero a veces la otra cara de la opulencia es la delincuencia, y en el Fontainbleu era constante el saqueo de joyas y dinero en las habitaciones, a pesar de los securities permanentes de los pasillos.

Jack Roland Murphy llegó a Miami Beach con 18 años, en 1955, desde la Universidad de Pittsburg, Filadelfia, aburrido del invierno y la nieve tan diferentes al clima de su natal California. Murphy era alto, de espaldas anchas y facciones angulosas bien definidas, que además de ser un dandy refinado con las mujeres, era un virtuoso del tennis, el violín y campeón nacional de surf, oficios de los que impartió clases, aunque su principal empleo fue en el nightclub Poodle Room del recién inaugurado hotel Fontainbleu. Este joven encantador ganó popularidad y cariño bajo el apodo de Murf the Surf, y no tardó en advertir que el dinero y las joyas que guardaban los huéspedes en sus habitaciones, eran un pequeño botín que podía financiar sus noches de bebida y mujeres. El dinero fácil, sabemos, nunca llena el bolsillo y las aventuras de Murf pronto pasaron de ser hurtos menores a grandes desfalcos en las mansions del coastline, en complicidad con traficantes de joyas. Murf, que pasaba horas de horas en el mar con su surfboard, conocía las aguas de Miami Beach y los atracos se hacían desde su lancha, él al volante, sus partners entraban en las casas. Y alguna vez se le vio por hoteles de las Bahamas. El robo más grande de la historia —lo define de esta manera la justicia—, sin embargo, lo realizó el 29 octubre de 1964, en el American Museum of Natural History, de New York, con Allan Kuhn, otro playboy de Miami Beach que también era instructor de natación. Juntos burlaron la seguridad y las alarmas y robaron la colección de joyas de JP. Morgan, incluyendo el zafiro azul Star of India, la piedra preciosa de más valor que se haya conocido. Si bien la policía tenía a Murf en la mira, en aquél tiempo la cacería de delincuentes consistía en sorprenderlos con las manos en la masa, y a pesar de que no le habían logrado probar nada, un par de días después del asalto en New York, el FBI irrumpió en su casa y lo encontró con Kuhn y un par de rubias y fueron arrestados. El ofrecimiento a devolver las joyas, colaborar con las autoridades y el pago de una fianza los dejó libres, pero poco después volvieron a ser arrestados. La condena fue solo de dos años, y tras ser puesto en libertad Murf regresó a Florida, alcohólico y adicto a la marihuana, y cometió un asesinato en el cual mutiló el cuerpo de una mujer y le valió la cadena perpetua, mas la suerte no le fue esquiva: se salvo de ser ejecutado en la silla eléctrica y en 1986 se le concedió la libertad por buena conducta.

Cuando Murf estaba en prisión se estrenó la película Leave a Little Steal a Lot, The True Story of Murf the Surf, ambientada en el esplendoroso Miami Beach de los sesenta y sus hoteles que visitaron The Beatles y Muhammad Ali, a quienes conoció personalmente. El film se enfoca en el episodio del robo de la Star of India, y de acuerdo a él no se ajusta del todo a la realidad, y a la fecha, mientras dedica su vida a la religión y recorre las cárceles con su Biblia orientando a presidiarios, promete la información para un documental sobre su pasado, que aún no llega.

 

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