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El dominio europeo en el fútbol

Algunos apuntes un mes después de que Francia se coronara campeón
del Mundial Rusia 2018 

 

La selección brasileña, en 2002, fue la última campeona suramericana de un Mundial de Fútbol. Hasta esa edición el continente suramericano ganaba copas mundiales a la par del europeo, además de haber arrebatado un campeonato en el viejo continente, cuando en aquel lejano Suecia 58, Pelé estalló para el mundo. Tenía entonces 17 años.

Sin embargo, desde 2006 el dominio europeo ha sido casi absoluto, tanto así que solo en 2014, en Brasil, Suramérica volvió a tener con Argentina un finalista. Desde 2006 se han jugado cuatro mundiales: dos en suelo europeo, uno en África y uno en Suramérica. Todos han sido acaparados por los representantes del viejo continente. Si tenemos en cuenta que Uruguay, por más bien que juegue, desde 1950 no ha sido más que un buen animador, pero no un candidato indiscutible al título, entonces las verdaderas esperanzas americanas se depositan las selecciones de Brasil o Argentina. Pero desde 2006 estos dos no han terminado de engranar, y en Rusia se despidieron sin llegar a semifinales. En Alemania 2006 no hubo suramericanos en semifinales. En Sudáfrica 2010 hubiese sucedido lo mismo si Uruguay no saca su garra histórica en cuartos de final ante Ghana, con aquella mano providencial de Suarez en el último minuto del tiempo agregado.

Hasta ahí, una alerta, Suramérica perdía un primer mundial en un continente neutral. Hasta entonces había ganado los de México (1970, 1986), USA (1984) y Corea y Japón (2002). Si bien los dos primeros países hacen parte de América.

Entonces Europa sacaba una copa de ventaja. Se suponía que la copa de Brasil tenía un dueño indiscutible y ese dueño era suramericano. Pero cuando el árbitro decretó el final de aquel estrepitoso 1 a 7 en Belo Horizonte, las esperanzas de Sur América de volver a ganar estaban en las manos de Messi y su séquito. Pero El Némesis de la albiceleste se impuso de nuevo (era la cuarta vez en mundiales desde 1990 que Alemania le ganaba a Argentina) y así Europa ya le sacaba a su continente rival dos copas de ventaja.

En cuanto a Rusia, fue un poco más de lo mismo. Argentina en profunda crisis fue despachada en octavos de final por la eficiente Francia. Colombia, que en estas dos copas ha sido animadora, pero no más que eso, fue mandada a casa, también en octavos, no con poca polémica arbitral, por la torpe y limitada Inglaterra, con su goleador Kane, quien logró el Pichichi a punta de penales (entre esos dos que le hizo a Panamá y uno a Colombia). Por su parte, los combinados de Brasil y Uruguay, que llegaban animados a cuartos de final, dijeron adiós ante la sorprendente selección de Bélgica, los primeros, y ante Francia, los segundos.  Nuevamente las semifinales eran europeas, como si fuese una Eurocopa. El final todos los conocemos. Francia, con ciertos juicios arbitrales polémicos en sus dos primeras anotaciones, le ganó con eficacia a la aguerrida Croacia de Modric. Mbappé, quien fue el verdugo de los argentinos, anotó su gol en la final y entró en esa reducida lista de menores de veinte años que fueron estrellas de una Copa del Mundo. Hasta Pelé le mandó felicitaciones.

Deschamps también se consagró, y entró al selecto grupo de los campeones mundiales como jugador y como técnico. Mario “Lobo” Zagallo y Franz Beckenbauer ahora tienen compañía.

De tal forma se consolidó una selección joven que al igual que Alemania, en 2014, y que España, en 2010, estaba allí con hambre para lograr su objetivo, en la filosofía de “quítate tú para ponerme yo”. En Rusia 2018 el mundo ha visto que Inglaterra también quiere lo suyo. Además, en próximas ediciones vendrán más fuertes Italia, Holanda, España, Bélgica, Portugal, y ni se diga Alemania. También vendrán más fuertes los emergentes asiáticos y africanos, que siempre prometen y que en Rusia dieron más de una sorpresa.

Sur América queda entonces con la desventaja de tres copas y con la incertidumbre de selecciones que no terminan de engranar y que, además, no juegan a muerte, por amor a la camiseta. Parece que la única excepción es Uruguay. Sin embargo, la pasión no lo es todo y no solo se gana con amor. El fútbol suramericano tendrá que recuperar su mística del pasado. Buscar el equilibro entre el progreso y la tradición, entre la pasión y la disciplina, entre el corazón y la cabeza.

Brasil y Argentina tendrán que trabajar más, siendo conscientes de que ya no se gana con la jerarquía o “el peso de la camiseta”. En cuanto a las otras selecciones, hasta ahora animadoras (Uruguay, Chile, Colombia) deben empezar a creer y luchar seriamente por ser candidatas al título. Croacia demostró que es posible llegar lejos.

Con esto no estoy despreciado a otras selecciones que prometen y hasta tienen grandes destellos, pero que no pasan de esto: México, Perú, Paraguay, Ecuador. Todas estas selecciones están llamadas a ser grandes. Tendrán que elegir y luchar por ser.

 

 

 

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