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El alma por el pie

Prosigo con la serie sobre los premios Nóbel de literatura. ¿Qué concepción del arte se esconde detrás de los discursos de aceptación? Esta es la segunda entrega.

Luego del galardón otorgado al escritor noruego Björnstjerne Björnson en 1903, el siguiente año se otorgó un doble premio al poeta francés Frédéric Mistral y al dramaturgo español José de Echegaray (este nombre se inscribe así como el primer Nóbel hispánico). Ninguno de los escritores habló en el banquete de premiación. Las presentaciones enfatizaron el carácter épico y lírico de la poesía de Mistral y su devoción idealista al espíritu y la lengua de su tierra, y la “energía viril” de los textos de Echegaray comparables en su fecundidad a los de Lope de Vega y Calderón de la Barca.

Es en 1905, cuando el Nóbel de literatura se le otorga al escritor polaco Henryk Sienkiewicz, que el volumen Nobel Lectures 1901-1967 nos presenta un segundo discurso —breve— de aceptación. Sienkiewicz adquirió fama nacional gracias a la trilogía de novelas históricas A sangre y fuego (1884), El diluvio (1886) y El señor Wolodyjowski (1888), celebradas por su precisión y su realismo literario. Internacionalmente, la celebrada  Quo vadis? (1896) pone en escena el conflicto entre paganos y cristianos y logra quitarle protagonismo a Nero y dárselo a Petronio. Se transforma así en su obra más reconocida y una de las novelas históricas más representativas del imperio romano. El discurso de Sienkiewicz es corto pero llamativo. El escritor polaco infiere correctamente que, en la competencia por el premio Nóbel, prima el criterio nacional, es decir, los escritores representan a sus respectivas patrias. De tal modo, el premio, dice Sienkiewicz, no es para él, sino para la nación polaca. Polonia no está muerta ni esclavizada (en referencia a las tribulaciones históricas de su pueblo); está viva y triunfante, como lo demuestra el Nóbel otorgado. La  literatura aparece fuertemente ligada a la idea del “genio nacional”, claro resultado de la herencia del siglo XIX. Por eso, el premio para Sienkiewicz tiene, podría decirse, un carácter casi heroico para Polonia. Cerramos con la frase de Petronio en Quo Vadis?: “Ningún Dios me ha prometido inmortalidad, y por ello ninguna sorpresa me aguarda”.

Y el pescador dijo: “Habla y abrevia tu relato
porque de impaciente que se halla mi alma
se me está saliendo por el pie”.
Las mil y una noches, “Historia del pescador y el efrit”.

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