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Crónica de un atentado homofóbico

El mundo habla de terrorismo como si le costara tanto referirse a la homofobia. Sucede como si la palabra se esfumara al decirla, no por una cuestión de género, sino porque parece encerrar una autoexclusión en sí misma. Y nadie quiere sentirse excluido por excluir a otros, a esos que son menos, que parecen no importar, porque son raros, porque no cuentan en las estadísticas. Pero en ese silencio afloran las caretas que la homofobia no puede esconder.

La primera teoría sobre el atentado del pasado domingo 12 de junio en Orlando (Florida) fue atribuida al grupo terrorista Estado Islámico. Nunca se habló, en principio, de un atentado homofóbico, a pesar que el objetivo fue Pulse, una discoteca gay muy popular en la zona. El resultado: 50 muertos y 53 heridos. El responsable del hecho ha sido identificado con el nombre de Omar Saddiqui Mateen, un joven de 29 años, de origen afgano y nacionalidad estadounidense, quien, luego de estar atrincherado durante cuatro horas dentro del local, fue abatido por la policía. Hasta ahí todo lo que los medios han informado. Sin embargo, habría que aclarar algunos aspectos sobre la responsabilidad e intenciones del asesinato.

La cadena NBC ha informado que el autor del tiroteo, antes de la tragedia, llamó al 911 y declaró su fidelidad al Estado Islámico. Según lo que ha reportado el FBI, y a partir de la supuesta llamada, el joven tenía relaciones muy cercanas con el islamismo radical. De ser esto cierto, estaríamos hablando de una acción terrorista, independientemente de confirmar que quiénes se encontraban dentro de la discoteca eran latinos. Efectivamente, según la publicación de El País, la mayoría de los asistentes aquella trágica madrugada eran de origen hispano, de Puerto Rico, concretamente, ya que Orlando tiene una amplia colonia en el lugar. Además, ese día, el domingo, el club gay Pulse celebraba un evento denominado “noche latina” y toda esa colonia habría de congregarse allí.

La teoría del atentado terrorista quedaría desbaratada con las declaraciones de su ex esposa, Sitora Yusufiy, quien ha afirmado que Mateen siempre mostró tendencias homosexuales, además de sufrir un peligroso trastorno bipolar. Yusufiy asegura que él jamás evidenció tendencias militantes islámicas, por eso ha rechazado la afirmación que indica la supuesta llamada al 911 donde Mateen declara filiación islámica antes de desatar el tiroteo. Entonces surge la duda y todo conduce a la controversia de saber las razones que llevaron a informar el atentado como terrorista y no como una acción homofóbica.

Un dato más: según el portal La vanguardia, Omar Mateen era un asistente habitual de la discoteca Pulse. Así han declarado cuatro testigos: “A veces se iba a una esquina a sentarse y beber solo, otras estaba tan borracho que se volvía ruidoso y agresivo […] Nosotros realmente no hablábamos mucho con él, pero recuerdo que a veces decía cosas sobre su padre […] Nos dijo que tenía esposa y un hijo” (Diario Orlando Sentinel).

Estas declaraciones no harían más que orientar el crimen hacia otro supuesto: los conflictos con la homosexualidad. Los mismos clientes de la discoteca afirman que Mateen habría utilizado constantemente diversas aplicaciones para homosexuales, como Grindr, con la intención de establecer relaciones más cercanas con ellos. Sobre ese tema, el portal Clarín ha indicado que “las informaciones que se están divulgando sobre su personalidad reflejan a un joven inestable y violento con tendencias homofóbicas pero que, sin embargo, se relacionó en el pasado y tuvo amistad con personas homosexuales”.

Y hay algo más. El nuevo marido de Sitora Yusufiy, ha declarado a un canal de televisión brasileño que el padre de Mateen lo llamó gay en muchas ocasiones, incluso delante de su ex esposa. Y esto podría cobrar sentido si tomamos en cuenta las declaraciones de su padre. En un video subido por las redes sociales, Seddique Mateen, lamentándose, ha afirmado que su hijo no debió cometer esa masacre porque “Dios en persona castigará a aquellos involucrados en homosexualidad”. Y luego recalca que “esto no es para los siervos de Dios”.

El testimonio aún más importante es cuando refiere un episodio ocurrido aproximadamente dos meses atrás. Cuenta que su hijo vio a dos hombres besarse, y afirma que “se enfadó mucho al verlos”. Esto sería un dato sumamente clave. Además, para complementar ello, la prensa asegura que un excompañero de trabajo informó que el joven frecuentemente hacía comentarios homofóbicos en cuanto tuviera la oportunidad de referirse al tema.

Todo lo se ha podido recoger sobre el atentado en Orlando no haría más que confirmar las intenciones homofóbicas de Omar Mateen y las causas que habrían impulsado a cometer el atentado en la discoteca Pulse. Aunque el problema no es solo ese. Una avalancha de comentarios discriminadores contra la comunidad gay se ha apoderado los últimos días de las redes sociales. Omar Mateen aparece como un héroe y justiciero de “actos inconcebibles” por homosexuales. La homofobia se ha puesto al descubierto, pero a la mayoría de la prensa le ha interesado hablar del asunto solo como un acto de terrorismo, quizá porque venda más, quizá porque es más fácil lapidar a un terrorista que a un homofóbico. El problema es que, visto así, el discurso correctivo solo daña a la incesante búsqueda de inclusión y equidad en una sociedad que se sumerge de forma pasiva en la ola de la discriminación.

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