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Yo sí me sentaría en tu mesa

Crónica del concierto de Los Fabulosos Cadillacs en Miami


El domingo pasado tocaron Los Fabulosos Cadillacs en el James L. Knight Center de Downtown Miami. Fue una revelación: después de 16 años de vivir en la ciudad, supe dónde estaba emplazado ese venue del que tantas veces había oído. Escondido entre dos hoteles, una autopista y un río.

Vera, que entrevistó a la banda para el Miami Herald, consiguió dos asientos en fila DD, lo que parecía un buen signo. En lugar de ir contando números, la gente debe recitar el abecedario para encontrar su ubicación. Parece ideado por la Feria del Libro.

Se trataba de dos muy buenos lugares. Presenciamos el concierto ahí nomás. Veíamos las gotas de sudor saltando del rostro del Sr. Flavio, desatadas cuesta abajo ante la escasez capilar. Mi primera impresión fue: está sonando como el culo. Pero se lo adjudiqué al hecho de estar muy cerca del stage donde, arriesgando sin entender mucho, supuse que el ensamble de tantos músicos no llegaba a generar el sonido fabuloso del que sí estarían disfrutando en las secciones más alejadas del escurridizo James L. Knight. Si mi opinión resulta irresponsable o estúpida, sorry. No tengo por qué tener miedo. Mis palabras son balas.

Mientras hacía Facebook Live para Suburbano, se alinearon en mi cabeza algunos apuntes:

  • En el 86 u 87, cuando surgieron, yo era un casi adolescente de los suburbios de Buenos Aires que pasaba mis tardes en los contaminados ríos del Tigre practicando remo. Parte de la rutina diaria tenía lugar en el gimnasio donde la música era una aliada. Recuerdo sobre todo: “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, un himno que empujaba en cada ejercicio. Y “El genio del dub”, que me acompañaba en el walkman durante los tediosos viajes al club en el colectivo 60, dormido, con la cabeza apoyada en el vidrio empañado.
  • Los Cadillacs empezaron divirtiéndose y jurando que iban a morir tocando ska. Y más de 30 años después lo cumplen. No se niegan a tocar los grandes éxitos ni dejan de componer, buscando nuevas influencias todo el tiempo. Pero no parecen renegar de su pasado.
  • Conocieron el éxito rápidamente, sin ser músicos virtuosos. Fueron aprendiendo en el camino. Y creo recordar que se conocieron en algún colegio privado de la capital federal. En los círculos rockeros de la época, esos orígenes pasaban facturas. Mito, falso recuerdo o verdad, LFC se caracterizaron por hacer oídos sordos a todo tipo de prejuicios.
  • Vicentico se me hace malísimo. El Batistuta de la música. Un tipo que parece no tener condiciones pero que no le importa. Tiene amor propio. Y agallas. No solo cuenta con una carrera de más de 30 años y una vida paralela como solista sino que ha hecho de la impericia, su estilo, su sello autoral. Y lo admiro por eso.
  • Soy hincha del Club Atlético Tigre, a.k.a los matadores de Victoria. Me dicen el matador, nací en Victoria. Golazo. Instant hit. Todavía la cantan.
  • Para mi sorpresa, el público que los fue a ver en Miami no era un pleno de argentinos cuarentones. Latinos de todas las edades coreaban las letras con la uniformidad de las biliebers*.
  • Después de acompañarlos en varias giras como invitados, Astor y Florián, los hijos de Flavio y Vicentico respectivamente, se unieron a la Banda.
  • Mientras la vulgar industria de la música se empeña en los EPs, ellos acaban de sacar un álbum conceptual. En su artículo, Vera opina que “Musicalmente, el disco sigue el sello del grupo: rock, progresiva del Río de la Plata y pop”.
  • El Facebook Live de Suburbano se complicó por un fan cincuentón que vestía un jogging gris y la camiseta de Messi del Barcelona, parapetado en la silla justo delante de mí, con actitud barra brava. El tipo saltaba y arengaba para demostrarle a sus amigos que el tiempo no había pasado. Los rostros de esos mismos amigos parecían contradecirlo.

El fabuloso público dejaba la cueva del James L. Knight Center cantando el coro tribunero de “Yo no me sentaría en tu mesa”. Sin parar. Como lo hacíamos en el desangelado gimnasio del Tigre. Pero aquí el mood era festivo. Y me tocó disimular un ataque de feroz melancolía. Me tocó contener una lágrima. No sé por qué lo hice. Miami está hecha para llorar. Nunca se olviden que el llanto de la gente va hacia el mar.

* Biliebers: así se hacen llamar las fanáticas hordas de Justin Bieber.

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