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#LaBola: Criatura mítica nro. 2

 

Su mirada era un rastro de ternura como esos olores humeantes de los pasteles de los dibujos animados que acarician, encantan, levantan en peso a los perros y se los llevan levitando, nadando en la delicia justo hasta la ventana donde se enfrían que salía de sus pupilas hasta palpar al mundo; yo era parte del mundo, así que su dulzura me tocaba, de tal manera, que llegué a pensar que me quería, qué tonto, era como creer que amaba a una ventana porque mirara el paisaje de esa forma.

Con ella aprendí que las aristas de la noche estaban hechas de luz, que los contornos de su cuerpo contenían el infinito, que era tan tenue como indeleble y que nunca podría tenerla… Una noche me dijo que hay dolores en la vida que solo existen para conducirte a la felicidad y no me di cuenta que era su forma de decirme adiós… Yo era manso en aquellos tiempos, guerrero, pero manso, tierno, más ignorante que inocente. No me merecía ese amor, no en aquel entonces… algo muy distinto ocurrió 18 años después, cuando me la encontré casualmente en un bar de mala muerte en Casablanca, tocaba con la punta de su nariz el cristal de una urna que decía que contenía un calzoncillo de Humphry Bogart … le toqué el hombro y su mirada era la misma, solo que esta vez, yo no apreciaba tanto la ternura y mis ojos de luna iluminaron su noche. Aquí es donde empieza esta historia, en ese preciso instante en que ella se ve a sí misma, por primera vez en la vida, reflejada en los ojos de un hombre.

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Muela

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