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Un poco de amor francés

La diferencia de edad que le lleva Trump a Melania es casi la misma entre Macron y Brigitte. Sin embargo, el caso del ahora presidente francés es más mediático y ha ganado mayores portadas en los tabloides franceses que el de su par estadounidense. Y eso, además, sabiendo que en el caso de Trump se trata de su tercera esposa, 24 años menor que él. La vida de un político siempre va más allá de la vida misma.

En un país como Francia, donde se respeta la vida privada de los políticos, se han inmiscuido mucho en la suya. Habría que recordar los rumores sobre una supuesta homosexualidad del entonces candidato. Ante los hechos, el mismo Macron tuvo que desmentir públicamente la aparente relación con el presidente ejecutivo de Radio France, Mathieu Gallet: “Si dicen que tengo una doble vida con Mathieu Gallet, es mi holograma que, de repente, se me ha fugado, pero no puedo ser yo” (El País, 8 de febrero de 2017). Incluso, lo que más desagradaba de la noticia fraudulenta de los opositores era que había una tercera persona afectada: su esposa Brigitte Trogneux.

Emmanuel Macron y Brigitte Trogneux se conocen de toda la vida. Se sabe que ella llevaba una vida burguesa en Amiens, heredera de una empresa de chocolates. Entonces estaba casada con un banquero de nombre André Auzière, con quien tuvo tres hijos. Trabajaba como profesora de francés y teatro en La Providence, una escuela local de los jesuitas. Ahí conoció a un destacado estudiante, Emmanuel, quien entonces tenía 16 años, y ella, 39.

Según la biógrafa Anne Fulda, en el libro Emmanuel Macron: Un perfecto joven, la relación entre ambos fue muy singular, pues todos los familiares y amigos cercanos pensaban que Emmanuel estaba enamorado de Laurence Auzière, la hija de Brigitte, quien era su compañera de clases. La historia de la hoy pareja presidencial francesa se asemeja a una novela del gran Gabo, El amor en los tiempos del cólera, esa historia donde el tiempo se encarga de unir a la pareja, después de que cada uno haya transitado por su destino. Del mismo modo, Emmanuel y Brigitte se enamoraron, se juntaron, se separaron y se volvieron a unir en París, muchos años después, cuando ella se separó de su esposo. El mismo Macron en su libro Rèvolution (2016) ha indicado que «tenía una obsesión, una idea fija: vivir la vida que había elegido con aquella a la que amaba. Y hacer todo lo necesario para conseguirlo». Desde el 2007 están casados, tal como Emmanuel le prometiera cuando era un adolescente. Hoy, los hijos de ella, algunos de la edad de Macron, están involucrados en la vida política que le permitió alcanzar la presidencia. Son sus hijos, y los hijos de sus nuevos hijos, son sus nietos.

La relación de la actual pareja presidencial no es más que la muestra de cómo se tiene que luchar, incluso en un país como Francia, contra los prejuicios sobre las parejas de edades distantes. La discusión ha ido mucho más allá de las ideas políticas, que debería ser el tema de debate, fundamentalmente, y del discurso liberal que le permitió a Macron alcanzar la presidencia en las últimas elecciones.

Macron inició el recorrido hacia su candidatura con la creación del movimiento «¡En Marcha!». Fue un éxito, pues en poco tiempo logró alrededor de cien mil miembros y cerca de 3 millones de euros en donaciones. En el tema político, Macron apuesta por un centrismo radical, un liberalismo progresista que busca ayudar a la población y romper la permanente dicotomía entre izquierda y derecha. Si consigue ello, este sería quizá el primer paso para emularse también en la Unión Europea. Es una tarea compleja, es cierto, sobre todo sin un partido propio detrás. Sin embargo, ya se han escuchado muchas alternativas de apoyo para su gobierno.

Ahora bien, ¿podría considerarse a Emmanuel Macron como un liberal que pertenece a la elite del sistema económico? Por un lado, podríamos afirmarlo en cuanto a su carrera, al ámbito en el que se ha desarrollado, el sector financiero. Pero la interrogante podría también ser negada si observamos que la propuesta de Macron apunta a ofrecer oportunidades a todos los ciudadanos con el fin de alcanzar el progreso. De esta manera se podrá aprovechar los instrumentos de la nueva economía y de la globalización y se conseguirán mejores resultados.

En todo ese camino lleno de decisiones trascendentales, su familia ha ejercido un papel crucial en su campaña política. Sobre todo, su esposa Brigitte, quien desde el momento en que Macron fue nombrado ministro de Economía, en el 2014, dejó su trabajo como maestra y se convirtió en su asesora de confianza. Además, muchos medios afirman que ha influido considerablemente en su visión de las mujeres en la política. El mismo Macron ha afirmado que quiere formalizar el cargo de Primera Dama: “Ella tendrá una presencia, una voz, una mirada sobre los temas. Estará a mi lado, como siempre lo ha estado, pero también tendrá un rol público” (BBC, 8 de mayo de 2017).

El caso de Macron parece inusual en una Francia que no acepta por completo sus ideas liberales, todavía con el recuerdo de un degradado expresidente socialista François Hollande. Macron ha tratado de no prometer ideales irrealizables, ficticias, tal como sucedió con Hollande. Él sabe que no es un gran orador político, a pesar de dar la impresión de tener seguridad en lo que dice, y sobre todo, confianza. Quizá por esa fue la razón por la cual logró posicionarse como el antídoto contra el populismo nacionalista de Marine Le Pen. Muchos afirman que Brigitte Trogneux ha sido pieza clave en todo el éxito de Macron, a pesar de los absurdos cuestionamientos sobre la edad. Se trata de una pareja que se ha fortalecido aún más con la presencia desatinada de sus opositores. O, como lo ha dicho el mismo Macron: “Una pareja no muy común, no muy normal, pero una pareja que existe”.

 

 

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