Search
Close this search box.

Serie QATAR: 1era entrega.

   

Vista aérea de Doha, la capital de Qatar. Fuente: Wix.com

 

Aunque su apariencia desértica ha cambiado hacia la modernidad, en Qatar prevalecen sus valores.

     Azul del Golfo Pérsico y desierto amarillo de la Península Arábiga componen el lienzo. Los pequeños poblados construidos a la orilla de la costa se pintaban de túnicas, blancas para los hombres y negras para las mujeres. El aire estaba lleno de notas saladas de la pesca diaria, y el llamado cinco veces al día desde la mezquita para el rezo se escuchaba con claridad. Este fue el único paisaje por siglos en Qatar. Esta península, que solo tiene frontera con Arabia Saudita, es uno de los países más pequeños y el más rico del mundo medido por PIB per cápita.

     Desde los años 90, el paisaje de este país árabe y musulmán comenzó a cambiar con rapidez. Vivir de vender perlas y del poco petróleo que tiene quedó atrás. ¿La fórmula? Primero, contar con la tercera reserva más grande de gas natural del mundo, el combustible del futuro, y los avances tecnológicos que permitieron exportarlo en barco y no solo por gasoducto. Segundo, visión para administrar esos recursos. Hamad Al-Thani se convirtió en el jeque del emirato absolutista en 1995 y los qatarís se enfilaron a la prosperidad.

     Doha es su capital y los edificios de oficinas y comercios que alojan empresas y marcas trasnacionales no dejan de emerger de su suelo desértico. Desde su costera Al-Corniche, se pueden admirar las obras de arquitectos mundialmente famosos, como el Museum of Islamic Arts. Su exterior fue diseñado por el arquitecto estadounidense de origen chino I.M. Pei, quien se inspiró en la mezquita Ibn Tulun del Cairo. Desde 2008, el público disfruta de sus piezas de cerámica, textiles, manuscritos, vidrio y metal provenientes de tres continentes y que abarcan más de 1.400 años.

     La arquitectura tradicional no se deja de lado, como lo muestra la mezquita estatal Imam Muhammad bin Abdul Wahhab. Lleva el nombre del teólogo suní nacido en 1703 en lo que es ahora Arabia Saudita. Su monumentalidad es un tributo a quien se le atribuye la interpretación purista del islam, el wahabismo.

     La mezquita más grande del país regala belleza en su sucesión de arcos y domos y pisos de mármol que la dan frescura, además de una vista panorámica de Doha.

Mezquita estatal Imam Muhammad bin Abdul Wahhab, en Doha, Qatar. Fuente: Adobe Stock

 

     Ahora el ruido del tráfico abundante compite con el llamado al rezo del imam desde un altavoz de las mezquitas. Él no es un sacerdote, es un guía en la oración, pues en el islam la relación con Alá, Dios, es directa, sin intermediarios.

     El olor de la pesca desapareció y ahora la humedad de la poca vegetación sembrada por el hombre llega a percibirse. Una decena de parques en Doha ofrecen juegos, instalaciones deportivas y festivales, aunque es en los meses frescos, de octubre a marzo, que son plenamente disfrutables. Varios de ellos se pueden acceder desde el paseo peatonal de Al-Corniche, como el parque Al-Biddan y el del Hotel Sheraton, a un costado.

Área verde en Doha, la capital de Qatar. Crédito: Carla Pascual

     Si construir en el desierto fuera poco, los abundantes recursos financieros de Qatar lo tentaron para construir una isla artificial y levantar viviendas, comercios y oficinas. Se llama The Pearl y concentra una buena parte de la experiencia de lujo que ofrece el país.

     El paisaje desértico de Qatar está siendo dominado por el concreto y vidrio de los edificios. Las túnicas blancas y negras se intercalan con la vestimenta colorida y desuniformada de los expatriados. Al menos una decena de idiomas se escuchan, además del árabe. Lograr el desarrollo alcanzado en casi 30 años demandó mano de obra tanto calificada como no calificada de millones de expatriados de diversas latitudes. En 2019, la población total era de 2.839.386, de la cual solo el 10 % era qatarí. Un 85 % proviene de otros países de Asia y el resto de África y de Occidente.

Señalamiento de tránsito en Doha. Crédito: Carla Pascual

     Aunque Qatar ha desarrollado su infraestructura y servicios públicos, ha invitado a universidades extranjeras a abrir campus allá, fomenta el turismo y es sede de eventos internacionales de todo tipo, sigue bien arraigado en sus valores. La familia extendida, el clan, sigue siendo la base de la sociedad en torno al cual está organizado su orden social, jurídico y económico. No es una sociedad basada en el individuo ni en su libertad. Entendí, cuando trabajé por año y medio en esa tierra de arena y calor, abandonada por casi todo menos por el sol, que resulta imposible sobrevivir uno solo en ella: se necesita del clan.

Siguiente: Qatar, el desierto.

 

 

 

 

 

 

 

Relacionadas

Suburbano Ediciones Contacto

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
WhatsApp
Reddit