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Me parece que he visto a un lindo gatito

Zach King, internet celebrity conocido por sus entretenidos videos de magia “Vine”, (seis segundos de acto de ilusionismo a punta de Adobe Premier) inició su meteórico ascenso al panteón WWW (internet, no la World Wide Wrestling, animales) gracias a un video que cruzaba dos de las grandes obsesiones de la cultura pop contemporánea: Star Wars y los videos de gatitos.

El audiovisual de unos cuantos segundos presentaba un duelo Jedi (en uno de esos cuartos de servicio de los millares que parece tener la “Estrella de la muerte”), protagonizado por dos mininos muy proficientes en el uso de los sables de luz. ¿Ready made genial? ¿Especie híbrida surgida de una Isla de Dr. Moreau nerd? Imposible saberlo. Lo cierto es que el video alcanzó en horas más de un millón de vistas en You Tube, agregándole varias brazas de profundidad al gran misterio sobre lo que puede llegarle a gustar a las masas.

La inserción de Star Wars en el cortex de la raza humana es cosa ya sabida. George L. se la curró explotando su propia mitología cinematográfica a través de merchandaising varios (la bomba para el asma Darth Vader™, por ejemplo) y las ediciones especiales donde a lo largo de los años se sacaron las mismas pelis en VHS, DVD y Blu Ray, en una especie de versión franquicia Hollywoodense del eterno retorno nietzscheano. El pase al lado oscuro de la globalización, al entregarle los derechos de su obra a la corporación Disney, terminó de convertir la saga en otro eslabón más de nuestra cadena ribonucleica. Ya se está filmando una tercera trilogía y un manojo de spinoff (por fin sabremos los detalles escabrosos de lo que sucedía entre la mujer de piel verde y el dagobiano con cara de mosca en los retretes de la Cantina de Mos Eisley), series de televisión, más juguetes que millones de nerds jamás sacaran de sus cajas y, Dios no agarre confesados, el puto parque temático.

Lo de los gatitos es menos obvio pero no por ello menos extenso. Antes de internet empapelaron con empalagosos posters millones de habitaciones suburbiales (y, me consta, los cuartos de varios prostíbulos), acompañados de frases que cuando no eran insoportablemente cursis parecían provenir de los intestinos de una galleta de la suerte. Pero la presencia de los mininos ha sido una constante en el mundo: La diosa Bastet-o la Gatúbela del Antiguo Egipto-, el gato negro de las brujas europeas, el gato con botas, Chesire y su sonrisa Pepsodent en “Alicia en el país de las maravillas”, el Gato Félix y su primo lisérgico el Gato Fritz, y la reconocida “Cat Lady” de “Los Simpson”, que si bien no es una integrante de la especie, nos recuerda los efectos perniciosos que puede ocasionar en los humanos el excesivo apego por los miau miau.

En los últimos años, los videos de gatitos han conquistado internet y las redes. Aparecen constantemente y, como las canciones de Maná, su aparente variedad es un espejismo fugaz que acaba revelando siempre la misma maldita tonada. Los millones que cedemos ante su contemplación repetimos el mismo comportamiento programado: repulsión snob (otro video cursi de gatitos de mierda), morbo ñoño (¡es verdad, parece que el gatito sonríe!) y constatación kitsch (los gatitos son tiernos).

Leyendas urbanas sostienen que dichos videos son los vehículos de mensajes subliminales de los Iluminati, los Reptilodes, los Insectoides o el gran cornudo, elija usted su preferido. Cuando de verdad tengo ganas de agregarle más basura a ese disco duro que es mi mente, me gusta revisar en You Tube las presentaciones de los diversos teóricos de la conspiración (autores de libros exposés que jamás leeré, informáticos que aún viven con sus padres porque les gusta, personas que consideran que la serie “V” de los ochenta estaba basada en hechos reales) donde se exhiben las pruebas de estas afirmaciones: un gatito que parece maullar la palabra “consume” mientras camina en dos patas, los inserts de un pene durante un par de nanosegundos en la secuencia de “Botitas” lamiendo su tazón de leche, la forma de un pentagrama invertido escondido entre las manchas del American Shorthair que baila al son de Single Ladies.

En general todos concluyen que el objetivo final de los videos sería mantenernos embobados mientras se produce el gran Ragnarok en el mundo real: miles de usuarios de Facebook contemplando extasiados como el gatito acaricia al San Bernardo mientras seres de una dimensión paralela u otro planeta pulverizan (otra vez) Nueva York o nos abducen para hacer bizarros experimentos con nuestros fluidos vitales y esfínteres.

En todo caso las palabras de Piolín, “Me parece haber visto un lindo gatito”, han acabado por ser premonitorias del signo actual de los tiempos.

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