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Los números detrás del muro de Trump

El muro de Donald Trump se ha convertido en todo un personaje. Y el mismo Trump lo fue incluso desde antes de ser elegido presidente. Sus discursos calaron mucho en la opinión pública, aquellos discursos que durante el 2016 le hizo vivir a Estados Unidos una de las campañas electorales más controversiales de su historia política. El entonces candidato del Partido Republicano expuso algunas propuestas antimigratorias que le sirvieron para ganarse –no gratuitamente- esa imagen dura y excluyente. Incluso, en más de una oportunidad, frente a los medios, declaró una serie de medidas para lograr que “Estados Unidos sea grande de nuevo”. Era bien sabido entonces que una de las razones para recuperar esa “grandeza” era conseguir un país solo de estadounidenses, en clara alusión a la inmigración, y con la finalidad de detener la llegada de más ilegales que podrían ocasionar inestabilidad en la seguridad y, sobre todo, en la economía del país.

Ya a inicios del 2017, la propuesta de la construcción de un muro en la frontera entre Estados Unidos y México incrementó aún más la tensión política entre ambos. Esto, además, llevó a la cancelación del encuentro que los dos presidentes, Trump y Peña Nieto, tenían previsto para el 31 de enero. La situación parecía empeorar o, en todo caso, ponerse mucho más tensa. Más aún, la preocupación se elevó cuando Sean Michael Spicer, Secretario de Prensa de la Casa Blanca, dijo que se había comenzado a evaluar la posibilidad de imponer una tasa arancelaria del 20% a las exportaciones mexicanas, lo cual alarmaría más la situación del comercio con consecuencias negativas en el flujo de la economía.

Al respecto de la controversia que desató la construcción del muro en la frontera, varios ciudadanos estadounidenses –y no pocos- consideraron acertada la propuesta de Donald Trump. Sin embargo, hay otros factores que podrían discutirse al respecto antes de pensar en un muro divisorio. Por ejemplo, que si bien se apunta a imponer una especie de trinchera contra la inmigración ilegal, hay otros aspectos, principalmente económicos, que podrían generar tensión entre ambos países. La cuestión va más allá de una barrera física.

Aunque parezca poco probable, en realidad la construcción del muro en la frontera de Estados Unidos y México puede generar un impacto negativo en el funcionamiento de un sector de la industria estadounidense. La edificación del muro provocaría una reducción de la afluencia de inmigrantes latinos en la frontera, concretamente mexicanos, y ellos son los principales empleados en trabajos que el estadounidense promedio no imagina desarrollar. Esa especie de “mano de obra barata” es lo que la industria norteamericana necesita, aunque muchas veces no se atreva a aceptarlo.

Si se observa el panorama post elecciones, se nota que a raíz de la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales, los intentos de migración de personas provenientes de Latinoamérica y México, principalmente, disminuyeron en los dos últimos meses del presente año. Según John Francis Kelly, Secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, en el mes de marzo el número de inmigrantes en la zona fronteriza cayó en 30% respecto a febrero y, a nivel más global, este porcentaje tuvo una considerable disminución del 64% con relación a marzo del año pasado.

Además, algo que no se está difundiendo en los medios es que el influjo de inmigrantes mexicanos está en declive, puesto que en los últimos años la tasa de natalidad de México disminuyó y su economía va mostrando una mejora gradual. Según el Centro de Investigaciones Pew Research Center, el número de inmigrantes mexicanos cayó en 140,000 personas entre 2009 y 2015. Por ello, la demanda laboral de Estados Unidos no sería cubierta en su totalidad debido a que, como ya se ha mencionado, el estadounidense promedio no busca esos espacios laborales como una opción viable de sustento económico.

Asimismo, según la consultora Boston Consulting Group, en el año 2015, los inmigrantes provenientes de América Latina sumaban el 5.1% del total de empleados en Estados Unidos. Por eso es que si ellos dejan el país norteamericano, la fuerza laboral perdería aproximadamente a 8.1 millones de trabajadores y, como consecuencia, habría puestos sin ocuparse, y ese déficit laboral buscaría otras formas de ser subsanado. De alguna manera, la inclusión de esa mano de obra latina resulta fundamental en la industria norteamericana.

No es absurdo afirmar que la inmigración de latinos a Estados Unidos originaría, de alguna forma, un incremento en la productividad de la fuerza laboral de las empresas estadounidenses. Como dato adicional, una publicación de Forbes (2014), una revista especializada en el mundo de los negocios y las finanzas, aclara con cifras lo expuesto con anterioridad:

“Ante la importante participación del inmigrante en el mercado laboral, la contribución de éste en el crecimiento económico es considerablemente significativa. En el estudio de Delgado y Gaspar se muestra que los inmigrantes tienen una aportación al PIB estadounidense de 32%, donde los de origen mexicano contribuyen con 11% del total. Pero no se trata sólo de la aportación que hacen al crecimiento de la economía; también pagan impuestos directos (al trabajo) e indirectos (vía consumo). En 2011, por impuestos al trabajo, la Federación obtuvo 14,100 millones de dólares”.

Directa o indirectamente, la presencia de los inmigrantes ha resultado importante para generar una mayor competitividad en la economía estadounidense. La explotación laboral –no justificada- de las empresas norteamericanas se basa, precisamente, en el ejercicio de la mano de obra más barata, y esa es la de los inmigrantes. Al contratar a una persona por un sueldo menor al establecido reducen el costo de producción y genera una ganancia mucho mayor. A ello se suma, además, el beneficio de la empresa que, en muchas ocasiones, tiende a no costear el pago de seguro de salud y gratificaciones que un empleado legal debería poseer. Por todo ello, los números detrás de la construcción del muro parece ser un tema que necesita estudiarse no solo hacia fuera, sino, y sobre todo, desde dentro. Definitivamente, los números no se equivocan.

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