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La vida después del boom: Nuevos clásicos de la literatura latinoamericana

“Este boom se ha ido transformando en un adornado carro de farándula”.
José Donoso,
Historia Personal del Boom

En 1962 un jovencito de Arequipa de tan solo 24 años ganaba el prestigioso Premio Biblioteca Breve por La ciudad y los perros; un año después, en París, un adulto con cara de niño —nacido en Bruselas pero argentino— unía el juego de la rayuela a la tarea de leer; otros cinco más adelante, un costeño tejía una metáfora delirante —el realismo mágico— para describir el imaginario latinoamericano; y luego, desde el exilio, un ex crítico de cine con seudónimo bíblico, Caín, rendía su homenaje a La Habana uniéndola a la mitología de otras ciudades no menos sagradas como la Dublín de Joyce.

Este puñado de jóvenes —y no tanto— revolucionó el paisaje literario latinoamericano. Trajo nuevos temas y recursos narrativos. Trajo nuevas obsesiones. Su labor despertó el interés del mundo entero por las letras hispanas, avivó el diálogo con los lectores y derribó ciertos complejos, por no decir —en el peor de los sentidos— “vicios provincianos” propios de los autores tradicionales de este lado del charco. Como tan bien Borges lo dijo: “La idea de que una literatura debe definirse por los rasgos diferenciales del país que la produce es una idea relativamente nueva; también es nueva y arbitraria la idea de que los escritores deben buscar temas de sus países”.

Pero también hay que aceptar que el “Boom” fue hace muchos años.

Vargas Llosa ya no tiene 24: tiene 81. Desde hace 33 años que Cortázar es un bonito cadáver. El Macondo de García Márquez ya fue apuñalado por el McOndo del escritor chileno Alberto Fuguet, y el fantasma cinéfilo de Cabrera Infante deambula cada vez más irónico, cada vez más libre, por entre los escombros de una ciudad que espera. Y aunque algunos todavía se encarguen de añorar su época y cultivar su legado, como si durante todos estos años que han pasado no se hubiera publicado nada nuevo, ni relevante, el ADN de nuestra literatura ha ido incorporando nuevas células.

Y son los lectores, otra vez, que de todos los nuevos nombres han elegido aquellos que extienden las percepciones estéticas. Nombres como los que veremos a continuación que tienen como punto de inflexión la desobediencia: Mario Bellatin, Tomás Eloy Martínez, Reinaldo Arenas, Fernando Vallejo, Roberto Bolaño. En ese catálogo de artistas podemos enumerar novelas de un exhibicionismo feroz, escritas para el sistema nervioso, en torno aquello que no esperamos encontrar: dudas. Ellas reinventan el idioma y la manera de narrar la experiencia humana, sea a través de la novela de iniciación (Los Detectives Salvajes); la arbitraria investigación periodística (Santa Evita); el mundo psicótico (Salón de Belleza); la autobiografía alucinada (Antes que Anochezca); una reinterpretación salvaje de Muerte en Venecia (La Virgen de los Sicarios).

Es entonces entre signos de interrogación que plantean las contradicciones de una era frenética y vacía. Cinco libros, en definitiva, que seguirán viviendo como el iPod en los oídos del joven muerto mañana vaya a saber uno por qué nuevo virus…

Salón de Belleza
Mario Bellatin

A Mario Bellatin (México, 1960) le bastó un par de novelas para crear un estilo sombrío y silencioso, un mundo de habitaciones cerradas. Su mitología se traduce en científicos asesinos, amantes de ancianos, ginecólogos que visitan prostíbulos, niños de enormes cabezas, fiestas realizadas sobre los escombros de edificios en el DF…

En su sexta novela, Salón de Belleza, una peste extraña aniquila lentamente a los habitantes de una gran ciudad. Un peluquero, aficionado a los peces exóticos que en sus acuarios decoran el salón, decide dar refugio a los enfermos terminales, rechazados por sus familiares y la sociedad. En esta especie de nuevo diario de la peste, Bellatin utiliza los mecanismos de la enfermedad para desbaratar los hilos frágiles de la condición humana.

Salón de Belleza: “Desde el primer momento pensé en tener peceras de grandes proporciones. Lo que buscaba era que las clientas tuvieran la sensación de encontrarse sumergidas en un agua cristalina mientras eran tratadas, para luego salir rejuvenecidas y bellas a la superficie”.

Santa Evita
Tomás Eloy Martínez

Una prosa exquisita y un rigor único que traslada del periodismo a sus novelas y ensayos, han hecho de Tomás Eloy Martínez (Argentina, 1934–2010) un escritor imprescindible en la narrativa latinoamericana. Ganador del Premio Alfaguara por la novela El vuelo de la reina, es además autor de un clásico de la literatura de non-fiction, el libro de crónicas y perfiles Lugar común la muerte.

A mitad de camino entre la novela y el género periodístico, Santa Evita narra el periplo sinuoso que padeció el cadáver embalsamado de Evita Perón por todo el mundo. Luego del derrocamiento de Perón, el militar Pedro Eugenio Aramburu decide poner en funcionamiento el “Operativo Traslado” de los restos de Evita.

Así, mientras los más leales peronistas quieren saber dónde está, recobrarlo como si fuera un botín de guerra, otros lo celan hasta la locura más patética.

En palabras de Carlos Fuentes: “Alucinante novela gótica, perversa historia de amor, impresionante cuento de terror”.

Santa Evita: “¿Qué sabía de Evita, después de todo? Sabía que era guaranga, casi analfabeta, trepadora, una sirvienta escapada del gallinero”.

Antes que anochezca
Reinaldo Arenas

Amigo de Lezama Lima, Arenas (Cuba, 1943 – Estados Unidos, 1990) fue un poeta y peculiar novelista. Perseguido por sus ideas políticas en contra del régimen de Fidel Castro, el escritor huyó de La Habana en el mítico Mariel para llegar a los Estados Unidos. Aquí pudo escribir y amar vorazmente hasta los años 90, cuando prefirió el suicidio antes que el SIDA, del que era enfermo terminal, acabara con él.

Originalmente dictada a una grabadora y luego transcrita por un amanuense, Antes que anochezca es una autobiografía desbordante de vitalidad, sexo, literatura y dolor. Un clásico que obvia la fidelidad de todo libro de memorias: la fantasía del caribe, lo desbordante y mítico, choca con lo verídico, produciendo una transgresión cautivante.  Empieza en su pueblo natal, Holguín, pasa por la ciudad de La Habana, luego Miami y finaliza en New York. Hay una versión cinematográfica dirigida por Julian Schnabel e interpretada por Javier Bardem.

Antes que anochezca: “Cuando yo llegué del hospital a mi apartamento, me arrastré hasta una foto que tengo en la pared de Virgilo Piñera, muerto en 1979, y le hablé de este modo: “Oyeme lo que te voy a decir, necesito tres años más de vida para terminar mi obra, que es mi venganza contra casi todo el género humano”.

La Virgen de los Sicarios
Fernando Vallejo

El escritor residente en la ciudad de México Fernando Vallejo (Colombia, 1942) es un coleccionista de odios y polémicas. O como lo definió el director Luis Ospina, quien le dedicó un documental, La Desazón Suprema, un “Léon Bloy contemporáneo”. La ira de Vallejo reside en escupir sin miedo contra la Iglesia, el mundo académico y literario, la política, el poder, es decir, todo el género humano. Escritor, biólogo, cineasta —estudió en el mismo lugar que Manuel Puig, el Centro Sperimentale di Cinematografia en Italia— recién empezó a publicar a los 40 años. Con El desbarrancadero ganó el Premio Rómulo Gallegos.

Libro delgadísimo, con un título bello y poético, de prosa histérica, amanerada pero certera, La Virgen de los Sicarios cuenta la historia de Fernando, gramático de profesión, que regresa a Medellín luego de largos años de ausencia. En ese deambular que lo llevará a enamorarse de un jovencísimo sicario de ojos verdes llamado Alexis, el protagonista va descubriendo una sociedad que ha ido cambiado de rostro hasta volverse mueca grotesca de su propio pasado. Una mirada tan lúcida como dolorosa sobre el mundo contemporáneo.

La Virgen de los Sicarios: “Virgencita niña, que me conoces de hace tanto: Que mi vida acabe como empezó, con la felicidad que no lo sabe”.

Los Detectives Salvajes
Roberto Bolaño

Cuando su obra empezaba a ser traducida a varias lenguas y los premios y voraces lectores se multiplicaban de igual manera, paradójicamente, Roberto Bolaño (Chile, 1953– España, 2003) abandonó la tierra. Atrás dejó libros de poemas, ensayos, entrevistas y las novelas La literatura nazi en América Latina, 2666, Estrella distante (ese otro gran clásico). “Bolaño recuperó gestos vanguardistas en un momento que se descree de las vanguardias, y renovó la idea de la novela total, la novela monumental, sin tener que depender necesariamente de los escritores del boom”, recordó con acierto Edmundo Paz Soldán.

Los Detectives Salvajes —ganadora del Premio Herralde— reordena los eternos clichés latinoamericanos —poetas malditos, dictaduras, narcotraficantes, desaparecidos, amores desesperados— a través de la errancia de Arturo Belano y Ulises Lima en busca de Cesárea Tinajero, escritora desaparecida en México en los años posteriores a la Revolución. Una obra escrita con tinta y sangre, un libro de iniciación. La Novela Clásica del que sin dudas es el último Gran Clásico de la literatura escrita en español.

Los Detectives Salvajes: “Por un momento, no lo niego, se me pasó por la cabeza la idea de una acción terrorista, vi a los real visceralistas preparando el secuestro de Octavio Paz, los vi asaltando su casa (pobre Marie-José, qué desastre de porcelanas rotas), los vi saliendo con Octavio Paz amordazado, atado de pies y manos y llevado en volandas o como una alfombra, incluso los vi perdiéndose por los arrabales de Netzahualcóyotl en un destartalado Cadillac negro…”

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