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La obsesión favorita de Donald

Desde que se inauguró en 1886, la Estatua de la Libertad fue durante muchos años la primera visión de América que tenían los inmigrantes europeos que llegaban en barco, cruzando el Atlántico, hasta Nueva York, su puerto de entrada.

Venían huyendo de las guerras que devastaban al Viejo Continente, de la pobreza, de la falta de futuro. Buscaban la esperanza que habían perdido en su tierra natal, y los Estados Unidos, un país joven, fundado sobre ideales de libertad, les abría los brazos. Así lo atestiguaba el poema El nuevo coloso, de la neoyorquina Emma Lazarus, escrito en 1883 con el fin de recaudar fondos para la construcción del pedestal de la famosa estatua. El poema, que se grabó en el pedestal en 1903, dice:

“¡Guardaos, tierras antiguas, vuestra pompa legendaria!, exclama ella./ Dadme a vuestros rendidos, a vuestros desdichados,/ a vuestras hacinadas muchedumbres que anhelan respirar en libertad./ Enviadme a estos, los desamparados, los que por la tempestad son azotados./ ¡Yo alzo mi antorcha junto al puerto dorado!”.

Hace unos días, el presidente Donald Trump y su asesor Stephen Miller echaron por tierra esa visión de los Estados Unidos como un país de esperanza para pobres y perseguidos.

La propuesta de inmigración elaborada por dos senadores republicanos, David Perdue, de Georgia, y Tom Cotton, de Arkansas, y que tiene el pleno respaldo de Trump, reduce la inmigración legal a la mitad, sobre la base de un programa de puntos y méritos que beneficia principalmente a la gente adinerada. No es extraño: el presidente se rodea de millonarios en la Casa Blanca y defiende constantemente a su clase social.

Entretanto, en un encuentro con la prensa, el asesor Miller intentó rebajar el valor del poema de Emma Lazarus, al decir que no formaba parte de “la Estatua de la Libertad original” sino que se había colocado mucho después de la inauguración del monumento.

El proyecto de ley de inmigración tiene que ser aprobado en el Capitolio, y la batalla no será fácil. Pero Trump ya ha aclarado, con este plan, cuál es la postura de su gobierno frente a la inmigración, un fenómeno social que históricamente ha fortalecido a la nación.

La propuesta de Trump establece que los inmigrantes no solo deben entrar legalmente con visa, sino además saber inglés, demostrar que tiene medios para mantenerse económicamente en los Estados Unidos y dar un aporte importante a la nación. Muchos trabajadores latinoamericanos que vienen a este país con ánimo de trabajar duro para prosperar y sacar adelante a sus familias no serían aceptados bajo las normas que desea Trump. Pero sí abriría las puertas a muchos extranjeros corruptos con fortunas malhabidas que saben inglés, si las autoridades no detectan ninguna ilegalidad en sus manejos financieros.

El programa de refugiados, que permitía la entrada de 100.000 en el año fiscal 2017, bajaría a 50.000, según el proyecto de los dos legisladores sureños.

Y en cuanto a la reclamación de familiares inmediatos, el plan dejaría las reclamaciones de cónyuges e hijos menores, pero suprimiría las de hijos adultos, padres y hermanos.

El respaldo de Trump al plan de limitar drásticamente la entrada de inmigrantes se produce en momentos en que la popularidad del presidente ha bajado a su peor nivel, incluso entre su principal base de apoyo: los blancos no hispanos de estados rurales y poca formación académica.

Trump da un espaldarazo al plan de Perdue y Cotton para seguir contando con el respaldo de los xenófobos y los supremacistas blancos que lo pusieron en la Casa Blanca. Su lema de “hacer a América grande de nuevo” (¿cuándo fue que la nación perdió su grandeza?) es en realidad “hacer a América blanca de nuevo”.

Ese ideal racista hace retroceder al país varias décadas en el terreno de la igualdad y los derechos civiles. Pero además el proyecto migratorio sería muy perjudicial para la economía nacional, que todavía necesita una gran inyección de mano de obra de baja calificación para ocupar puestos de trabajo que muchos ciudadanos no están dispuestos a llenar en sectores como la agricultura, la construcción, los servicios, etc. Muchos inmigrantes que llegan de América Latina y otras regiones, decididos a realizar los trabajos que a los norteamericanos no les interesa hacer, no podrían venir si el plan de Trump se aprueba. Se perdería el efecto beneficioso de esa inmigración para la economía en general. Sería un desastre nacional.

Trump puede tener una calificación de cero en solidaridad social y no dar importancia a los ideales consagrados en el poema de Emma Lazarus, pero en el terreno económico al menos debería saber cómo sacar las cuentas.

Ilustración: Carina Guevara.

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