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Fotografías de Maribel Amador: Odiseo y su Isla

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Odiseo pretende palpar una vez más su isla. ¿Qué hogar no es una isla? No le será fácil el camino, como tampoco la llegada. Él ha cambiado. ¿Acaso los otros, los que se quedaron, se reconocerán en sus ojos? ¿Sabrán del horror padecido? ¿Conocerán de las dichas cultivadas? Odiseo teme la ruptura con su gente, más que el naufragio durante la travesía. Es duro no reconocerse en las manos hermanas, en las pieles labradas en el mismo barro, en las ausencias y en las palabras que antes inauguraban certezas y risas.

Emprende el camino con miedo. No teme que la muerte lo encuentre, le horroriza que la vida le sea insípida. Deambula por el mar. Detrás de los peligros se encuentra la Ítaca de su infancia que, lo sabe, ya no existe, pero aún existe.

¿Acaso él, que partió, se reconocerá en los ojos de los isleños? ¿Sabrá del horror padecido en la isla? ¿Conocerá de las dichas cultivadas en el vientre de la isla? Es duro extraviar las risas amigas, las caricias labradas en el mismo sentimiento, las ausencias y las palabras que antes inauguraban sueños siameses.

Tal vez Odiseo es ya tan otro que otra es también su isla. Aún con las llagas, Odiseo no se detiene, Odiseo anda, como la propia Isla.

Por Xalbador García

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