Search
Close this search box.

Mi relación con la literatura es como con la comida, pruebo todo

La novela Lolas, de la narradora argentina Flor Canosa, fue seleccionada como ganadora del Premio Equis 2015. Lolas es el debut literario de Flor y es una novela que, además de su gran calidad narrativa, tiene un sentido del humor exquisito. Acá te dejamos una breve conversa con la autora y el primer capítulo de la historia.

Cuéntanos cómo supiste del Premio Equis de Novela y cuáles eran tus expectativas. ¿En algún momento pensaste convertirte en la ganadora?

Del Premio Equis de Novela me enteré mediante la página Escritores.org. Me parecía un concurso perfecto para mi novela, la estética de las editoriales, la gráfica, todo era tremendamente atractivo. Esta es la primera vez que participo en un concurso y, realmente, no esperaba ganar, aunque moría de ganas. La primera sorpresa fue haber resultado finalista y luego, al conocer el fallo, fue tocar el cielo con las manos. La noticia llegó a mi correo Spam, el cual reviso obsesivamente porque siempre supe que lo mejor iba a estar allí. El destino me dio la razón. Fue una alegría indescriptible, salté por la casa como desquiciada. Además me dio la posibilidad de conocer personas increíbles, como Salvador Luis de Specimens Mag, Fernando Barrientos de la editorial boliviana El Cuervo y Pedro Medina León de Suburbano, que son profesionales excepcionales.

Lolas es tu primera novela, tu profesión está enfocada en el cine. ¿Cómo llegas a la literatura? ¿Cómo te iniciaste en la escritura? ¿Crees que desde ahora, con este debut literario, tu vida cambie?

A la literatura llegué primero, pero en mi infancia el cine y los libros ocupaban el lugar protagónico, entonces el hecho de formarme como guionista era el camino lógico para conjugar las dos pasiones. Y creo que son dos profesiones que se potencian, sumando que soy montajista, lo cual es genial para poder entender el ritmo, la estructura y además corregir y reescribir, que es algo que me costó muchos años poder lograr.

Mis inicios en la literatura parecen un chiste, porque escribí mis primeros dos poemas a los seis años. Trataban sobre muerte, cementerios y crímenes… inexplicable. Por suerte, no volví a hablar de esos tópicos en mis escritos pero sí le di muchas horas de entretenimiento a mi terapeuta.

Lolas es mi primera novela publicada, pero tengo suficiente material como para tener a los lectores atrapados por la próxima década, así que espero que pronto sepan más de mí.

Mi vida ya cambió a partir del premio y creo que este es el momento bisagra donde todo puede suceder. Realmente espero de corazón que sea una puerta para seguir creciendo y publicando. Creciendo literariamente, porque a menos que crezca de ancho, de alto no crezco más.

¿Cómo surgió Lolas? ¿Qué la inspiró? Coméntanos sobre su proceso de escritura.

La inspiración viene de los lugares más extraños. Resulta que me enteré que los implantes mamarios tienen un código de barras. La factura de pago tiene una oblea con ese mismo código, por cuestiones de salud. Entonces pensé: “si las tetas son un bien, quien haya pagado por ellas es el dueño… ¿y si las pagó un ex marido vengativo?”. Al mismo tiempo, había algunos señores tristemente famosos que andaban por los medios divulgando a qué señoritas les habían pagado los pechos… terrible. Y entonces me vino la idea de una anti-heroína sin glamour y con una noción un poco absurda de la importancia de sus senos. Irónica, sarcástica por momentos. Lolas es una suerte de road-movie en transporte público.

La escritura fue muy divertida, como una especie de recreo en momentos de poco trabajo y una obsesión de todo el día. Era como una película que se repetía en mi cabeza y escribirla era casi escupir las imágenes y los diálogos y los personajes que iban surgiendo.

Lolas es una historia que resalta por su carácter lúdico, es genialmente divertida. ¿Te identificas con esa voz para narrar? ¿Sientes que es tu tono preferido?

Yo solía ser muy solemne para escribir, una seriedad que no tenía en mi vida diaria. Y mi marido me pedía encarecidamente que escribiera un libro que él pudiese entender (es brasileño y mi vocabulario complicado, mis frases enrevesadas y mis estructuras llenas de rupturas lo volvían loco). Ahí encontré mi voz. Usar mi humor y mi ironía, mi amor por los personajes comunes que se meten en situaciones desbordadas y una estructura cinematográfica clásica. Así le daba cada noche un capítulo para leer, él me pedía más y la novela avanzó a la velocidad de la luz. El resto de las novelas que escribí o estoy escribiendo, ya tienen el mismo tono, porque la paso genial escribiendo para hacer reír.

¿Qué esperas que los lectores encuentren en Lolas? ¿Qué quisieras recibir de ellos?

Diversión, por sobre todo. No creo que se trate de una novela superficial, ya que la pobre protagonista la pasa bastante mal por momentos, pero sí pienso que es una novela para pasar un momento de entretenimiento. Espero que también puedan identificarse con los personajes y situaciones que, con matices, a todos nos han ocurrido alguna vez. Tampoco se trata de Chick Lit, no es una novela exclusivamente para mujeres… y lo digo porque la han leído muchos hombres que se han muerto de risa. ¡Al final, termino definiendo mi novela por todo lo que no es! Les juro que Lolas ES genial.

Y espero recibir de los lectores, además de unos cuantos millones de dólares, un poquito del amor que puse para escribirla. Y los millones de dólares, claro.

¿Cuáles son los autores a los que más disfrutas leyendo?

Mi relación con la literatura es como con la comida, pruebo todo lo que me ponen delante. Mi familia tenía una biblioteca de más de cinco mil libros, así que me tropezaba con ellos por todas partes. Mi autor favorito es José Saramago, pero también tengo predilección por los autores latinoamericanos como Donoso, algunas cosas de Vargas Llosa, Fontanarrosa, Mempo Giardinelli y ni hablar de Cortázar. También me hago maratones, como con las series, y agarro todo lo que encuentro de, por ejemplo, Isabel Allende, pero qué sé yo, a los 12 años leí a Bukowski (y no lo entendí), como también los trágicos griegos (que tampoco entendí muy bien de tan joven). Me voy a olvidar de todos los autores a los que quisiera nombrar y luego me voy a querer cortar las venas con papel. Y, tengo que reconocer que tengo muchos pendientes: nunca leí a Tolkien ni el Ulises de James Joyce…

¿Planes futuros?

Seguir escribiendo diariamente, como hago desde hace años, y publicar todo. Tengo otra novela terminada, una a mitad de camino y un libro de Non Fiction en proceso, además de una lista de historias que quiero escribir el año próximo. Ahora estoy tratando de no pensar en mañana y disfrutar este proceso. Para eso le pago a mi psicóloga, que espero que compre mi libro. Más adelante vendrán mis memorias, pero para ese entonces espero tener un castillo en Francia y ya haber dejado de escribir, o mis memorias serán muy aburridas y mi marido no las va a entender.

***

Flor Canosa (Argentina, 1978) nació en la ciudad de Buenos Aires. Es egresada de las carreras de Guión y Montaje de la Escuela Nacional de Cine y Artes Visuales. Se desempeña desde hace doce años como Jefe de Trabajos Prácticos en el sector audiovisual (Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires). Trabajó como guionista para varios proyectos de canales de televisión de Argentina y Latinoamérica, y es colaboradora autoral de la película independiente Daemonium. Lolas es su primera novela.

LOLAS - Flor CanosaCapítulo 1

La palabra seno tiene al menos once definiciones.

Es una función matemática, es la relación entre uno de los catetos y la hipotenusa, es el espacio entre las bóvedas arquitectónicas, la parte interna de alguna cosa, un golfo que se interna en el mar, una concavidad, y es, claro, una teta.

Todos los mamíferos tenemos tetas que cumplen diferentes funciones. La función que cumplen las mías es complicarme la vida.

Hoy se cumplen tres años del día en que se pudrió todo. En realidad ya sabemos cómo es el proceso de descomposición de las cosas. Primero maduran y después, si las dejamos como están, se pudren. Lo mismo sucede con las relaciones. O, al menos, con la mía.

No pienso contar todo el proceso porque fue tan aburrido como los últimos años de la relación. Y no es por vanagloriarme de mi humildad ni nada, pero solo me quedé (casi literalmente) con lo puesto, y el monoambiente. El monoambiente fue una “inversión” de mi marido cuando le sobró un vuelto. Es antiguo pero sin glamour. Mejor dicho, es viejo. No está bien ubicado, no es luminoso, ni amplio, ni siquiera simpático. Es la pesadilla de los bienes raíces. Es mi hogar.

No puedo decir que haya sido una chica independiente. No tenía motivos para serlo y no lo fui. Tenía todo. Casa, jardín, perro, auto. Por suerte no tuve hijo, porque no quiero ni imaginar la cláusula mefistofélica que hubiera sufrido en caso de maternidad. Mi falta de independencia fue la causante de que mi matrimonio se extendiera más allá de los confines de lo tolerable. Mi matrimonio era un yogurt abierto en el fondo de la heladera, vencido hace años, maloliente al extremo que no me atrevía a tirarlo, a tocarlo siquiera.

Pero bien sabemos que la discusión insignificante de todos los días, sea por la bombacha colgada en la canilla de la ducha, por los pelos de la barba siempre alrededor de la pileta, por el exceso de sal en una comida o por la tapa del inodoro, ha llevado a las civilizaciones más sabias a su propia destrucción. Si ellas perecieron por estupideces, cómo nosotros no íbamos a terminar implosionados, ahogados en nuestra bilis.

¿Qué es el amor? Sin duda no es dormir todos los días junto a alguien ni darse un beso insípido antes de salir ni cenar elogiando una comida ruin a la que ni siquiera le sentís el sabor, pensando en el almuerzo del día siguiente. Ni siquiera es tener buen sexo. El buen sexo lo venden en cualquier tienda, o viene hecho a mano. El buen sexo es el recuerdo de una revolcada que con el tiempo se vuelve más mítica de lo que realmente fue. El buen sexo no existe. Entonces, el amor no sé qué será. Porque las cosas cotidianas no son amor, son trámites. Creo que es lo que sentí por otro antes de casarme con este. Es ese revoltijo en las tripas. Es mirarlo lavarse los dientes y morirse de ternura. Quizás eso solo puede sentirse a los diecisiete años y pasados los treinta amor sea llegar juntos no al orgasmo sino a fin de mes.

Compra el ebook de Lolas aquí

Relacionadas

Suburbano Ediciones Contacto

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
WhatsApp
Reddit