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Escritor, juez y verdugo

 

Otra vez me llega el agua al cuello.

Ningún tema me convence, ninguna curiosidad literaria me llena la suficiente para dedicarle algunas líneas. Me he enterado de un libro dedicado a las “cagadas del español”, donde se incluyen textos de grandes escritores, quienes al final de cuentas son humanos.

También supe que Borges ha regresado. Aparecerán textos inéditos del autor argentino: una novela inconclusa y un discurso. Por supuesto, con el permiso y la venia de María Kodama, quien personalmente los presentó en la recientemente finalizada feria de Buenos Aires.

Y ésta es otra curiosidad. ¿Por qué siguen haciendo la feria porteña al mismo tiempo que la de Bogotá? ¿Por qué dividir la industria editorial en español de esa manera? Ya les envié un tuit diciéndoles que menos división  y más equipo.

Nadie me contestó.

Estoy a punto de darme por vencido. De escribirles a los de Suburbano para decirles que no llego, que no cuenten conmigo este mes.

Me lamento: “yo que me meto en estos berenjenales de contar curiosidades”.

Y de repente, aparece una noticia de la agencia EFE que replican, casi sin retocar, los diarios ABC o El País, en la que se hablan de un juez franquista, de nombre Manuel Martínez Gargallo, que antes de dedicarse a impartir “justicia”, se había desempeñado en el noble oficio de humorista literario.

Sus textos aparecían ilustrados en diversas publicaciones y llegó a tener un amplio reconocimiento. Incluso se le consideró parte de la “Otra Generación del 27”, junto a nombres como Enrique Jardiel Poncela, Rafael Sánchez Mazas o César González Ruano.

De repente, un día el Martínez Gargallo deja el diario y aparece después convertido en juez de la dictadura de Francisco Franco. Hasta aquí, nada fuera de lo común: miles de personas buscan su vocación durante años, un día la encuentran y dejan atrás todo lo que alguna vez fueron.

La vida y la muerte de este hombre hubieran pasado desapercibidas, si no fuera por la tenacidad del catedrático de Literatura y Lengua Española de la Universidad Juan Antonio Ríos, quien desveló que el humorista firmó la sentencia de muerte del poeta Miguel Hernández. Franco le conmutó la pena para evitar que se convirtiera en otro Lorca, y “tan sólo” lo condenó a 30 años de prisión. El Poeta del Pueblo falleció en prisión en 1942.

Por desgracia, Miguel Hernández no fue el único.

La investigación de Ríos descubre que el ex humorista se dedicó a perseguir y a condenar a sus ex colegas, porque así se lo pidieron los militares, ya que conocía bien el medio. Una de sus víctimas, fue incluso el ilustrador de sus textos. A quien parece estuvo a punto de mandar fusilar.

Según el investigador, cumplía su tarea más que con rigor, con una cierta inquina. Sin embargo, poco se sabe de sus motivos para actuar de esa manera contra sus ex compañeros.

Se pueden hacer muchas conjeturas: el contexto histórico, una cierta envidia, el miedo a ser él también represaliado, tener una vida más cómoda.

En fin, quizá no importe.

Al final, queda la historia, sus hechos y nuestro juicio ante ellos.

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